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Crónica:FÚTBOL | 17ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Crisis galopante

El vértigo se ha apoderado del Madrid, que continúa su viaje al abismo. Fue derrotado por el Rácing, que llegó parcheado, sin apenas titulares, pero con la misma vocación que el resto de los equipos. Pasan por el Bernabéu, observan el estado del Madrid y arman el taco. La hinchada no soporta más el actual estado de cosas. Abucheó a todo el mundo y sólo se distrajo en el último cuarto de hora, tras el tanto de Ronaldo. El partido entró en una agitación emotiva, con algunas ocasiones desperdiciadas por Soldado, y con el Madrid desesperado. Casi tanto como su entrenador, que sabe lo que significa la demagogia. Tiró a la basura a Robinho y Baptista -en el banquillo casi toda la noche- para sacar a Soldado y Balboa en la segunda parte. Lo pedía la gente y López Caro consideró que no era el momento de hacerse el interesante.

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Sólo la ingenuidad comprometió la victoria del Racing, equipo en perpetua transición que se las ingenia para encontrar jugadores de perfil bajo, pero interesantes. El Racing apunta maneras y juega razonablemente bien. Lo hizo en el Camp Nou ante un gran Barça y funcionó por encima de lo previsto en el Bernabéu. Llegó diezmado, con una alineación donde faltaban siete titulares, con varios chicos jóvenes y algunos veteranos interesantes. Como sucedió con Milosevic, la defensa del Madrid no encontró antídoto para detener a Antoñito y Óscar Serrano, dos delanteros muy curtidos en Primera División. Dieron tantos problemas al Madrid que durante una hora fue difícil pensar en la remontada del Madrid. El Racing se adelantó con dos tantos en el primer tiempo y no se apuró hasta el error de Moratón y Matabuena en un largo saque de banda de Roberto Carlos. Se estorbaron y dejaron la pelota en la cabeza de Ronaldo, que marcó. Esa jugada inauguró otro partido, el que quería un Madrid desesperado, sin juego, con algunas decisiones de López Caro que tuvieron un tufillo populista y con la hinchada a medio camino entre la bronca y el apoyo a su equipo en el empujón final. Era el partido a tumba abierta que convenía al Madrid. Estuvo a punto del empate en varias ocasiones, entre emociones que, por un momento, obligaron a olvidar las rencillas de la afición con su equipo. Pero cuando todo terminó, quedó claro que el Madrid atraviesa una crisis galopante: a 11 puntos del Barça, con algunos jugadores señalados por su entrenador -Robinho y Baptista especialmente- y sin grandes posibilidades de cambiar una dinámica derrotista que comenzó hace casi tres años. Han pasado cinco entrenadores, no se ha conquistado ningún titulo y las perspectivas son temibles para el equipo.

El Racing tuvo un empaque imprevisto en el primer tiempo. Maquilló sus numerosas bajas con un juego bastante sereno. Aprovechó perfectamente las concesiones del Madrid, de nuevo atascado en todas las líneas. Sergio Ramos y Pablo García se mezclaron tan mal en el medio campo que dejaron pista libre a cualquier rival que se dirigía al área. Unas veces fue Matabuena. Otras fue Melo, un chico alto, potente, de zancada larga que se encargó de anotar el segundo tanto. Interpretó bien un contragolpe del Rácing, olfateó el pase de Antoñito y pasó como un avión junto a Pablo García, cuya lentitud quedó de nuevo en evidencia. El tanto levantó a la gente de sus asientos. Para protestar, por supuesto. La hinchada sólo vive decepciones y no sabe a quién dirigir su irritación. Se le acaban los culpables en un club que ha entrado en un proceso triturador. Entran y salen técnicos. Llegan jugadores que apenas permanecen un año en el club. Mientras tanto, la plantilla está descompensada -no hay extremos en el primer equipo, ni un sustituto real de Roberto Carlos, ni tampoco de Ronaldo, ni un medio centro de la talla que se espera en el Madrid-, las estrellas envejecen a ojos vista y se aplica una curiosa política de renovaciones: la defensa del Madrid es prácticamente la misma de los últimos cinco años. Nunca fue la más fiable. Ahora tiene cinco años más.

El partido lo decidió la entereza del Racing en el primer tiempo -sólo cometió tres faltas en el primer tiempo-, la habilidad de Antoñito ante la pasividad de los centrales del Madrid y la velocidad de Óscar Serrano ante el estupefacto Diogo. También ayudó un tiro libre de Ayoze. Superó la barrera y la estirada de Aoute. Allí empezó el drama del Madrid. Excepto dos intervenciones milagrosas de su portero, el Racing atravesó el primer tiempo con la máxima comodidad. El Madrid, con toda la incomodidad del mundo. Zidane intentó manejar el juego, pero no encontró socios a su alrededor. Robinho permanece instalado en la crisis, Ronaldo estuvo ajeno a los acontecimientos hasta los últimos momentos del encuentro y Beckham fracasó. Allí había una buena colección de balones de oro frente a un equipo de aluvión, pero el Racing no se dio por enterado. Estuvo a punto de armar el alboroto en un mano a mano de Serrano con Casillas, pero se complicó la vida en el error que precedió al gol de Ronaldo. En el campo estaban los que quería la gente -Balboa y Soldado- y en el banquillo los que despiertan sospechas en el personal: Robinho y Baptista. El técnico entregó las dos cabezas a la hinchada. El hombre quería salvarse. Lo tendrá difícil. Se le ha confirmado en el cargo esta semana. Lo mismo se dijo de Luxemburgo apenas seis días antes de su despido. En el Madrid todo es vértigo. Mal vértigo, por cierto.

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