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Ni bien ni mal, sino todo lo contrario

La lluvia condiciona un partido que el Athletic dominó al principio y el Sevilla ganó en el descuento

El agua es a la pelota lo que el viento a la muleta, el peor enemigo. Y el debate del agua condicionó un partido que, inevitablemente, traslada el protagonismo al delantero centro. Con agua, con mucha agua (nada extraño en invierno), no se puede conducir, no se puede correr, no se puede combinar y no se puede ceder al portero. Son asuntos que quedan borrados del planeamiento general, llevándose de paso a algunos jugadores que sin lo anterior quedan reducidos a la mínima expresión. Léase Navas: si no puede correr, conducir, regatear, no es Navas. Léase Yeste: si no puede caracolear, si no puede retener la pelota, no es Yeste. Y crecen más de lo habitual tipos como Llorente o Kanouté, los tallos largos, los rematadores, los capacitados para recoger los golpeos largos, lo llovido del cielo. Y sobre todo es el reino del balón parado, la opción más sincera de gol, la más directa, la más real. Y esa la cazó el Athletic a la primera de cambio.

Sevilla 2 - Athletic Club 1

Sevilla : Palop; Mosquera, Squillaci, Escudé, Fernando Navarro; Jesús Navas, Duscher, Romaric, Adriano (Diego Capel, m.60); Renato (Acosta, m.46) y Kanouté.

Athletic Club : Iraizoz; Iraola, Aitor Ocio, Amorebieta (Ustaritz, m.90), Koikili; David López, Orbaiz, Javi Martínez, Yeste (Balenziaga, m.71); Ion Vélez (Toquero, m.62) y Llorente.

Goles : 0-1, M.42: Llorente. 1-1, M.61: Duscher. 2-1, M.92: Acosta.

Árbitro : Carlos Velasco Carballo (Comité Madrileño). Amonestó a los visitantes Iraola (m.13), Orbaiz (m.64), Yeste (m.69), Llorente (m.71) y Koikili (m.73).

Incidencias: Partido de ida de las semifinales de la Copa del Rey, disputado en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán ante cerca de treinta mil espectadores. Terreno de juego en mal estado por la intensa lluvia que cayó en Sevilla durante todo el día. Por este motivo el encuentro retrasó su comienzo quince minutos.

Es decir, la cazó Llorente en un córner bien tocado por David López que el delantero riojano lo cabeceó reculando, pero ganando la acción a la salida apresurada de Palop y un punto de apatía de su marcador. Es lo que tienen los estados de gracia. Es el territorio habitual de Llorente, el que busca lo que hay y lo que no hay. Y entre lo uno y lo otro encontró el gol que reclamaba Caparrós para que San Mamés sea decisivo el 4 de marzo en el partido de vuelta.

El agua desnudó a los equipos. Más al Sevilla que tuvo que cambiar el guión apresuradamente. No es que el Athletic se encontrara como pez en el agua, pero acusaba en menor medida el cambio de planes que la meteorología imponía a la pizarra. En resumen, el Athletic está más acostumbrado a buscar desesperadamente a Llorente, que el Sevilla a Kanouté.

Acusó el Sevilla que la lluvia se tragase a Navas conduciendo al equipo de Nervión a la desorientación total, un argumento que exacerbó la autoestima rojiblanca. Ni Romaric ni Duscher tenían las ideas claras, confundidos entre la realidad y el deseo, mientras el Athletic sabía lo que quería que no era mucho, apenas alcanzar jugadas aisladas, llegar a Llorente, buscar libres directos o indirectos. El fútbol básico, primigenio, ordenado, físico. Fútbol de invierno cuando había invierno.

Pero nunca llueve a gusto de todos. O quizás llueve democráticamente. Probablemente, llovió a favor del Athletic antes del partido, poniéndole el campo a la medida de sus deseos. Pero en el descanso, sin lluvia, con el campo pisado y pinchado por los operarios, el balón comenzó a correr. Es decir, comenzó a correr a Navas con el efecto futbolístico y contagioso que tiene en sus compañeros. Rodando el balón, el Sevilla metió una velocidad más y el Athletic le dio una mordida más al freno de mano confiado en su gol, en su fortuna, en su autoestima.

Correr el balón y acularse el Athletic fue todo uno. Jiménez, con el cambio meteorológico, apostó por Capel cuando el balón corría y el Sevilla se pareció al Sevilla, en la misma medida que el Athletic parecía difuminado, asustado, encogido.

El gol del Sevilla fue el vivo reflejo del partido que se presumía en la segunda mitad. Un acoso absoluto, un sinfín de rebotes, un despeje agónico de Amorebieta precedió al gol de Duscher con seis o siete jugadores sevillistas en el área rojiblanca.

La lluvia, tan democrática, dio y quito a partes iguales. Un tiempo para cada uno, una oportunidad para exhibir lo más visceral de cada uno. Lo aprovechó mejor el Sevilla, cuando menos en la sensación de peligro, de superioridad. El Athletic se agarró al gol de Llorente concediendo al rival la creatividad, el acoso, la imaginación, el remate. Resistir era la consigna tras el botín obtenido. Resistir por impotencia, por miedo. O por el agua, que reconvenía el encuentro al punto de partida.

Curioso. Siendo protagonista el agua, el Athletic jugaba con fuego. Y se quemó. Un penalti de Javi Martínez a Kanouté lo malgastó el delantero sevillista estrellando el disparo contra el poste. Pero apareció Acosta, ahí en un barullo, en la prolongación, rodeado de futbolistas para fusilar a Iraizoz cuando se miraba al árbitro. La historia continua.

Acosta celebra el gol del triunfo
Acosta celebra el gol del triunfoEFE

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