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Entrevista:| COMPAÑERO DE ESCALADA DE ÓSCAR PÉREZ

"Óscar me pidió que le subiera tabaco y que tuviera cuidado"

En su primera entrevista tras el rescate frustrado de Óscar Pérez en el Latok II, Álvaro Novellón revela los detalles del accidente y sus últimas conversaciones antes de descender en busca de un rescate que resultó infructuoso

Todavía en Islamabad (Pakistán), el alpinista de 31 años Álvaro Novellón, compañero del desaparecido Óscar Pérez, acepta mantener una charla telefónica con EL PAÍS, aunque reconoce que su situación, y las circunstancias sufridas estas últimas semanas le parecen todavía "irreales". Novellón desgrana con precisión las circunstancias en las que ocurrió el accidente tras conquistar la cima del Latok II (7.125 m) y describe con desapego sus movimientos para escapar de la montaña y pedir ayuda: sin su actuación no hubiese habido intento alguno de rescate , realidad que apenas considera, volcado como está en agradecer la ayuda de todos los que acudieron a su llamada de auxilio.

Pregunta. ¿Cuántos días llevaban Óscar Pérez y usted en el Latok II cuando ocurrió el accidente? ¿Cómo fue la ascensión?

"Óscar tenía una pierna rota, un golpe en la cara, las manos inflamadas por las congelaciones y una de ellas rota"
"Quizás pequé de ingenuo, pero en todo momento pensé que lo podríamos bajar"
"Con muchísima suerte hubiéramos llegado hasta Óscar quince días después de que yo le dejara en la repisa"
"Fue un error humano. Nos confiamos y en un terreno fácil en el que avanzábamos sin asegurar nos caímos"
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Respuesta. Después de intentar escalar el Latok I sin éxito buscamos otro objetivo accesible desde nuestro campo base. No fue fácil: el valle en el que estábamos tiene montañas increíbles, pero todas ellas demasiado complejas para una ascensión en estilo alpino [sin colocar campos de altura, ni cuerdas fijas, cargando con todo el material necesario]. Solo la arista Noroeste del Latok II ofrecía buenos sitios para vivaquear y un recorrido sin casi peligros objetivos [apenas expuesta a caída de seracs, de piedras, aludes...]. Pero a esta arista se accede realmente desde el valle contrario, y desde donde nos encontrábamos el simple hecho de alcanzar el collado donde empieza la arista ya presentaba demasiadas dificultades, lo que nos hizo creer que tendríamos muy pocas posibilidades de éxito. Aun así conseguimos resolver todos los tramos técnicos y alcanzar los 6.400 metros de altura en tres jornadas de escalada.

El cuarto día salimos con la idea de intentar alcanzar la cumbre, pero a media mañana ya nos dimos cuenta de que estaba demasiado lejos y que en esta ruta las mayores dificultades se localizaban en la parte superior de la vía. Decidimos seguir, conscientes de que nos alcanzaría la noche, y finalmente vivaqueamos sin saco a 100 metros de la cumbre. A la mañana siguiente continuamos escalando tras acordar que si no veíamos cerca la cumbre tendríamos que renunciar a ella. Entonces no sabíamos lo cerca que estaba. Hicimos cumbre y comenzamos el descenso con todo el día por delante, pero cansados después de tanta actividad. El accidente ocurrió el quinto día, cuando apenas nos quedaban 300 metros para llegar al vivac donde habíamos dejado los sacos, la tienda, la comida...

P. ¿Cómo ocurrió exactamente el accidente?

R.De bajada decidimos salirnos de la ruta para alcanzar unas palas de nieve que había bajo la arista de roca, y poder así alcanzar nuestro vivac desde ellas. La arista de roca en ese tramo era horizontal, por lo que hubiéramos tenido que volver a escalarla en sentido contrario y no hubiera sido nada fácil. Las palas de nieve eran sencillas, pero la nieve a esa hora de la tarde no estaba en muy buenas condiciones. Óscar lo vio y me pidió que lo asegurara. Unos segundos después, cuando acababa de colocar un seguro, a Óscar se le fue la nieve bajo los pies y cayó todo el largo de cuerda arrastrándome con él. El seguro se quedó en la roca justo antes de que pudiera pasar la cuerda por el mosquetón.

En ese momento vi claro que caeríamos los dos por la ladera sur de la montaña sin poder hacer nada por evitarlo. No sientes miedo, imagino que no hay tiempo para ello. Simplemente asumes lo que te está ocurriendo con una pasmosa tranquilidad.

De pronto, todo se detuvo. La cuerda se clavó en una pequeña arista de nieve y nos quedamos cada uno colgando a un lado de ella como en un péndulo. Llamé a gritos a Óscar pero no respondía. Pensé que quizá estuviese inconsciente y que debía llegar hasta él lo antes posible, así que aseguré la cuerda como pude en un hielo precario y rapelé hasta su posición.

Óscar había caído 50 metros por una pared de roca y colgaba en el vacío por debajo de un desplome; estaba consciente pero muy desorientado. No sabía qué le había ocurrido, ni dónde estaba.

P. ¿Pasaron una noche atados el uno al otro y otra más en la repisa?

R. No ocurrió así. Cuando llegué hasta donde estaba Óscar primero intenté subirlo, pero fue imposible. Así que lo descendí hasta una repisa, para lo que tuve que cortar la cuerda de la que estaba colgando.

Como mucho pasarían dos horas desde el accidente hasta que estuvimos los dos en la repisa. Allí acordamos que yo volvería al vivac y cogería los sacos y comida para pasar la noche, con lo que le dejé ropa de abrigo y me fui hacia el vivac. No estaba muy lejos, pero iba solo y sin cuerda, por un terreno similar al que se había caído mi compañero unas horas antes. Tardé unas tres horas en escalar 300 metros, obligado todo el rato a cavar en la nieve hasta que encontraba algo de hielo que me diera algo de confianza para continuar.

Llegué al vivac de noche, con las manos congeladas y en medio de una ventisca. No fui capaz de volver a la repisa. Ni tan siquiera pude montar la tienda que teníamos en el vivac. Intenté comer y beber para recuperarme y salir a por Óscar en cuanto me fuera posible, pero no dejó de nevar hasta la mañana siguiente. Pasé la noche despertándome cada 20 minutos, viendo que no podía hacer nada y pensando que Óscar no aguantaría hasta el día siguiente.

P. ¿Hablaron de la situación en la que se hallaban, de las dificultades de un rescate?

R.Por la mañana el tiempo mejoró y desde donde estaba conseguí hablar con Óscar. Allí seguía. Fue su segunda noche sin saco y según dijo no pasó mucho frío, aunque pocos lo hubieran aguantado.

Llegué otra vez a la repisa volviendo a cavar otra trinchera en la nieve porque la huella del día anterior se había tapado con la nevada. Le llevé los dos sacos, hornillo, gas, comida, la funda de vivac... Los dos teníamos claro que yo debía bajar a pedir ayuda, ninguno hablamos sobre la posibilidad de descender juntos. El terreno era demasiado complejo, estábamos fuera de la ruta de descenso, y Óscar no podía moverse por si mismo, pero ahora sé que pecamos de ingenuos. Sabíamos que estábamos en Pakistán, que pasarían un par de días hasta que yo pudiera bajar y pedir ayuda, y alguno más hasta que pudiera venir un helicóptero y sacarlo de allí, pero jamás pensamos que no fuera posible.

P. ¿Cómo se despidieron el uno del otro?

R.Me pidió que le subiera tabaco y que me tomara el descenso con calma, que tuviera cuidado.

P. ¿Cómo estaba Óscar, física y anímicamente en el momento de la despedida? ¿Era consciente de la gravedad de su situación?

R. Tenía una pierna rota, un golpe en la cara, las manos inflamadas por las congelaciones y una de ellas rota. Creo que ninguno de los dos fuimos del todo conscientes de lo grave que era la situación. Cuando me marché de allí en ningún momento pensé que no sería capaz de volver a subir a por él. Por su parte, me pidió que no preocupara demasiado a la gente, que dijera que tenía una pierna rota pero que estaba bien.

P. Su descenso en solitario tuvo que ser durísimo...

R. Después de dejarle las cosas a Oscar volví al vivac y esa misma tarde empecé el descenso. Solo contaba con unos 30 metros de cuerda y un trozo de cordino para bajar, ya que intentar recuperar el resto de cuerda que se había quedado clavada en la arista de nieve era peligroso. Por eso el descenso se hizo bastante largo. Tenía que hacer rápeles muy cortos. Afortunadamente fui encontrando material abandonado por otras expediciones en intentos anteriores a la arista, lo que me facilitó las cosas.

Sobre las dos de la mañana llegué al collado, descansé tres o cuatro horas hasta que salió el sol y continué el ultimo tramo hasta el glaciar. Fue el que más me costó. Se me hizo eterno rapelar aquellos 1000 metros de desnivel de 30 en 30 metros. Por fortuna me vieron desde el campo base, y cuando por fin conseguí llegar al suelo me estaban esperando el guía y el cocinero con té caliente y comida.

P. Los trámites fueron muy complicados ¿Cómo vivió la frustración de ver que las cosas iban tan lentas?

R.Con una terrible sensación de impotencia. Estuve tres días solo en el campo base pegado al teléfono. Era consciente de que se había movilizado todo el mundo, pero ese movimiento no llegaba hasta donde yo estaba. El primer día no volaron los helicópteros. El segundo volaron, se equivocaron de valle, tuvieron que volver, y cuando volvieron a salir hacia el campo base no les gustó el sitio para aterrizar y se dieron media vuelta. El tercero iban a venir tres americanos a las 7 de la mañana para ayudar en el rescate, pero al final solo quisieron transportar a uno y lo hicieron a las 3 de la tarde. Ese fue más o menos el ritmo de los siguientes diez días.

P. ¿Creía racionalmente que podrían rescatar a Óscar o solo pensaba en que se trataba de un amigo y que no se lo podía abandonar?

R. Quizás pequé de ingenuo, pero en todo momento pensé que lo podríamos bajar.

P. Pese a su cansancio extremo y a las congelaciones, nadie pudo convencerlo para que no tomase parte en el rescate ¿Por qué?

R.No conseguimos encontrar alpinistas lo suficientemente aclimatados como para subir hasta Óscar; solo contábamos con Fabricio [Zangrili, guía estadounidense] y él solo no podría llegar hasta Óscar. Además, yo conocía la ruta y el punto exacto donde estaba Óscar, no podía quedarme en el campo base a ver cómo transcurrían los acontecimientos mientras los demás intentaban sacarle de allí.

P. ¿Puede describir cómo fue la decisión de detener el rescate?

R. Volvimos Jordi Tosas y yo, junto con dos porteadores de altura, de fijar cuerda hasta el collado. Esa noche debía de continuar Fabrizio fijando cuerda por la arista, pero cuando llegamos al base nos dijeron que él ya había tomado la decisión de no seguir. Además, venía mal tiempo, y de hecho nosotros bajamos en medio de una ventisca.

Aunque hubiéramos querido continuar sin Fabrizio, hubiéramos tenido que esperar a que pasara el mal tiempo, a que se limpiara la pared, y aún así, exceptuándome a mí, nadie estaba aclimatado como para poder funcionar con seguridad por encima de los 6.000 metros.

Con muchísima suerte hubiéramos llegado hasta Óscar 15 días después de que yo lo dejara en la repisa, y eso con suerte, cosa que no hemos tenido en ningún momento. Después de las nevadas podía ser peligroso continuar con el rescate y no se quería poner a nadie en peligro. Desde Huesca lo tenían muy claro y la familia de Óscar estaba de acuerdo.

P. ¿Cuántas veces ha pensado estos días que se podría haber hecho más por salvar a Óscar?

R. En realidad no sé si se podría haber hecho más. Se ha intentado todo. Muchísima gente lo ha dejado todo durante estos días para dedicarse al rescate. En Huesca, en Skardu, en la montaña...

Lo único que podría haber cambiado el resultado de este rescate es la actuación de los helicópteros, pero me temo que hay que asumir que no son helicópteros ni pilotos dedicados al rescate. El ejército pakistaní no está dispuesto a arriesgar lo mas mínimo en una operación de este estilo, y además carece de formación para ello.

P. ¿Con toda la locura del rescate, ha podido asumir la muerte de Óscar Pérez o teme que lo peor esté por llegar?

R. Creo que lo peor está por llegar, ahora mismo todo me resulta demasiado irreal.

P. Si algo positivo se puede sacar de todo este episodio es la solidaridad de muchas personas que se han implicado en el rescate...

R. Sí. Lo cierto es que el apoyo ha sido increíble. La cantidad de gente que se ha volcado en el rescate demuestra que son muchos los que están dispuestos a ayudar cuando se los necesita. En ese sentido podemos estar contentos, muchos tienen que estar orgullosos de todo lo que han hecho y yo más que agradecido.

P. Cuesta entender que se escalen montañas tan remotas como el Latok II, que se jueguen la vida o la de los rescatadores. ¿Qué opina?

R.Cuando voy a una montaña no pienso que me esté jugando la vida, por muy remota o lejana que sea. Intentas hacer las cosas bien para no hacer de esta actividad algo peligroso, pero no se puede tener todo siempre bajo control, ni en la montaña ni en ningún otro sitio. Óscar nos ha dejado haciendo lo que más le gustaba, y no es una excusa, pero a sus 33 años probablemente haya vivido más que mucha gente en vidas más longevas y con la suerte de poder disfrutar al máximo de su tiempo. Eso dice mucho de por qué hacemos lo que hacemos.

P. En Peña Guara se dejaron el alma por ayudarles...

R.Jamás les podré estar lo suficientemente agradecido.

P.¿Hay puntos que desee aclarar?

R.No se puede relacionar la dificultad de lo que hemos hecho con el accidente. La dificultad y la peligrosidad no van unidas. No hicimos una apuesta demasiado arriesgada que nos saliera mal. Simplemente intentamos escalar una ruta muy difícil pero segura, sin apenas peligros objetivos, de hecho nos caímos en uno de los tramos mas fáciles. Fue un error humano. Nos confiamos y en un terreno fácil en el que avanzábamos sin asegurar nos caímos. Nos podría haber ocurrido en cualquier otra montaña, donde los helicópteros pueden llegar fácilmente hasta el herido. Tuvimos la mala suerte de que fuera allí.

P. Es de imaginar que con el tiempo seguirá escalando...

R. Si es verdad que el tiempo lo cura todo, primero habrá que esperar a que se curen las congelaciones y, después, alguna que otra herida...

El compañero de Óscar Pérez, Álvaro Novellón, el miércoles 12 de agosto en Skardu.
El compañero de Óscar Pérez, Álvaro Novellón, el miércoles 12 de agosto en Skardu.EL PAÍS

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