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SUDÁFRICA 2010 / El debate de los porteros

Una calamidad anunciada

Tras su fallo garrafal ante EE UU, Green dice que no le afectará psicológicamente y saca la vena filosófica: "La vida del portero es así"

Lo normal, tras un fallo tan enorme y bochornoso como el que cometió Robert Green en el empate (1-1) contra Estados Unidos en el primer partido de Inglaterra, sería salir disparado para el aeropuerto, coger el primer avión a casa e ir corriendo a los brazos de mamá. O pedir asilo político en Borneo. Como mínimo, el trauma de conceder un gol de semejante estupidez en un encuentro de tal importancia ante cientos de millones de espectadores tendría que ser irrecuperable, garantía de despertarse gritando en medio de la noche una y otra vez el resto de la vida.

Pero la realidad parece ser muy diferente. Green o es muy duro, muy tonto o muy buen actor. Porque, en vez de salir corriendo y eludir enfrentarse al horror más grande de su vida como futbolista, compareció ante la prensa y dijo: "No me afectará psicológicamente". Así de fácil. Y no solo eso, sino que mantuvo que durante los 50 minutos restantes del partido el error que cometió no le afectó "mentalmente".

Nadie desde Shilton, entre 1970 y 1990, se ha consolidado en el puesto

"Tengo 30 años, soy un hombre y uno tiene momentos duros en la vida y se prepara para ellos. Soy lo suficientemente fuerte para poder seguir adelante. De haber sido más joven, me habría afectado más". Green, que se negó a culpar al muy criticado balón del Mundial por su error, reveló una sorprendente vena filosófica. "Es todo cuestión de mantenerse firme, de aceptar lo bueno y lo malo. Así es la vida del portero. He estado en esta situación antes y hay que mantener la cabeza alta, afrontar a los periodistas y aceptar las críticas que te van a venir. Así es la vida".

Puede que Fabio Capello no le dé una segunda oportunidad, puede que nadie le dé una oportunidad nunca más en la vida, pero Green dijo que quiere retener su puesto de titular en la selección para el siguiente partido, contra Argelia, el viernes. "Sé que hay unas 50 millones de personas [más o menos, la población de Inglaterra] que están decepcionadas conmigo. Pero volveré, me entrenaré duro, me prepararé como si estuviera jugando el siguiente partido y no me afectará. Quiero seguir jugando y quiero representar a mi país".

Capello no se ha pronunciado al respecto. Se limitó a decir después del partido que había "tiempo para decidir". "Tenemos que hablar con él. Después, decidiremos", dijo. Cuanto más tarde Capello en anunciar su decisión, más intenso se volverá el debate en Inglaterra. Los jugadores ingleses, todos, previsiblemente, apoyan a Green, pero la prensa deportiva ya se muestra dividida, como el pueblo inglés. Aunque pocos parecen creer que Capello demuestre piedad con Green, que, como muchos señalan, ha demostrado ser vulnerable hace tiempo a los tiros desde mediana y larga distancia. Su fuerte, como demostró en el segundo tiempo contra Estados Unidos, son los reflejos en los disparos a quemarropa. Ponerlo de titular en un partido de tanta presión fue, según varios analistas, la crónica de una calamidad anunciada.

De lo que todos se lamentan en Inglaterra hoy es que hace 20 años que el país no tiene un buen portero. El último se llamaba Peter Shilton, meta de la selección desde 1970 hasta 1990. Le reemplazó David Seaman, cuya carrera terminó en 2002 tras una secuencia de errores casi cómica. Desde entonces han surgido varias opciones. Scott Carson, Paul Robinson y el posible sustituto de Green el viernes, David Calamity James. Pero nadie, como se ve, se ha consolidado en el puesto. Y nadie da señales de poder hacerlo.

El portero Green, ayer jugando al golf.
El portero Green, ayer jugando al golf.AFP

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