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Operación Amorebieta

El Athletic necesita tratar la fragilidad emocional del jugador

El Athletic tiene un reto, uno más, rescatar a Fernando Amorebieta de una dinámica que no beneficia a ninguno de los dos. Ni al club ni al jugador. No es una tarea fácil porque no se habla de un cadete al que hay que ir moldeando en su desarrollo sino de un futbolista que incluso ha sido convocado por la selección española y ha atraído la atención de equipos de prestigio del fútbol europeo, aunque sean menos de los que él cree. La entrada a Iniesta el sábado solo ha puesto en el candelero lo que es una tónica habitual que le ha convertido en un sospechoso de la Liga, lo peor que le puede ocurrir a un futbolista y, más aún, a un central, más expuesto a las decisiones arbitrales sin solución.

Independientemente de la explosión mediática por la acción ante Iniesta, el Athletic necesita emprender la operación Amorebieta para recuperar lo mejor de un futbolista que reúne las condiciones más reclamadas de un central: juego aéreo, rapidez en el cruce, golpeo del balón y entrega absoluta. Ahí Amorebieta es un futbolista sobresaliente. Pero la operación va más lejos, llega a un asunto más complejo como es limar los rebordes de su impetuosidad, sus mareos internos, sus criterios evanescentes (Venezuela, futuro...).

Quienes le conocen aseguran que el trabajo psicológico como futbolista debe ser intenso. A Caparrós ya le tocó recuperar a un derruido Llorente por un mal trato futbolístico de algún entrenador anterior. Y lo consiguió. Con Amorebieta no va a ser un trabajo menor. A Llorente le faltaba autoestima, a Amorebieta, quizás le sobra jaleado hace unos años por su intensidad compulsiva. Tratamientos diversos.

Algunos recuerdan que Amorebieta llegó a estar asesorado por tres representantes al mismo tiempo y se repiten sus salidas de tono en las pretemporadas, pero nadie le achaca ningún comportamiento díscolo o disciplinario fuera del campo y cuantos le han tratado consideran que es un tipo manejable y abierto a la discusión. Es el nuevo reto de Caparrós, modular el grado de exigencia a un futbolista al que le puede y le destruye la adrenalina. A Caparrós le corresponde encontrar al verdadero Amorebieta, no al que jalea la grada en sus excesos sino al que aplaude su equipo en sus aciertos. De lo contrario, el sospechoso se convertirá en un tipo en busca y captura por los árbitros. Y se perderá.

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