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Dos exciclistas desnudan a la UCI

Implicados en una serie de demandas judiciales, Floyd Landis y Trent Lowe sacan a la luz las contradicciones de la lucha contra el dopaje

La última encarnación de Floyd Landis, feraz y feroz, en la web se llama Chade O. Grey (algo así como tono de gris) socio de Sigmund Rod (freudiano y fálico floydiano alter ego también) en GreyManrod Ass., un bufete especializado en disputas aeroespaciales, acuerdos y diplomacia tribal, abuso de los derechos de las verduras, mediación en la pronunciación y soluciones de poder. Desde su Twitter y una página amiga, el único ciclista desposeído de un Tour por dopaje lanza inflamados y fingidos emails que desnudan las contradicciones inmensas y el manejo de la lucha contra el dopaje por parte de Unión Ciclista Internacional (UCI) , cuyo presidente, Pat McQuaid, es el principal destinatario de las soflamas.

Chade O. Grey, quien últimamente se pierde en desternillantes disputas vía Twitter con Floyd the Lion -otro heterónimo del ciclista, en este caso un león de peluche que aspira a convertirse en el león del podio del Tour y que ha contratado al gris abogado para que defienda los derechos de los peluches de podio-, es, de entrada, un mecanismo de defensa contra una demanda más de McQuaid, que exige a Landis retractarse de unas declaraciones en noviembre en las que aseguraba que desde la UCI se protegía a algunos ciclistas (especialmente a Lance Armstrong) y se creaban estrellas. Reduciendo al absurdo el mecanismo de la demanda por difamación, Landis, que una de las fotos que envía con los emails aparece vistiendo un maillot con la palabra Cera (EPO de última generación) y un cartel escrito a mano, en castellano -"¡Cuidado! (Sin trabajo)": el que no tiene nada que perder es el más peligroso enemigo-, de una forma marxiana (de Groucho Marx) ridiculiza la todopoderosa organización que controla el ciclismo mundial.

No solo en España los abogados se han convertido en los protagonistas del debate deportivo. GreyManrod y sus iniciativas son también una sátira, una metáfora feroz, de cómo la judicialización de las relaciones no es en el fondo más que el reconocimiento del fracaso de la política deportiva. Un arma que no solo usa el poder, sino el desposeído también. No solo Landis, parado y arruinado, recibe demandas que intentan silenciarlo, ahora que sus primeras denuncias han puesto en marcha una investigación federal sobre el dopaje en el ciclismo estadounidense, también la vía de la exigencia del retracto ha sido la elegida por un ciclista australiano, también en paro, también sin un duro, para solventar un problema con el patrón de su último equipo, Jonathan Vaughters. El ciclista se llama Trent Lowe y el primer capítulo de la historia de su pelea salió a la luz hace unas semanas porque supuso el despido de Matt White como director del Garmin-Cervélo, uno de los mejores equipos del mundo. La causa aparente del despido fue, como ya ha sido publicado, que White envió a Lowe a la consulta de un médico valenciano sin advertir de ello al médico del equipo. La razón real, sospechan Lowe y su gente, con documentos en su apoyo, nace del miedo de Vaughters, quien también, como presidente de la asociación de equipos ciclistas, está embarcado ahora en la guerra del pinganillo, a aparecer como cómplice de la cultura del dopaje.

Vaughters se niega a pagarle a Lowe el sueldo de diciembre de 2010 alegando que el corredor, que el año pasado ya había firmado un contrato con Pegasus, un proyecto abortado por falta de patrocinador, había participado en una concentración con su nuevo equipo utilizando una bicicleta Scott y no una Felt, la marca que usaba Garmin. Aunque todos los contratos estipulan que hasta el final de los mismos los corredores deben ser fieles a las marcas que usan sus equipos, es práctica habitual y admitida en las concentraciones comenzar a probar el material nuevo para la siguiente temporada. De hecho, en su concentración de diciembre de 2010, el Garmin, que cambiaba de bicicleta para 2011, ya usó la nueva marca, Cervélo.

Para reclamarle el pago del que considera injustamente privado, Lowe le recordó al patrón que siempre había sido fiel al equipo y que nunca había hecho público que White le enviara a visitar al médico valenciano. A esta solicitud amistosa para resolver el problema, respondió Vaughters despidiendo a White, haciéndose de nuevas y proclamando que no había sabido nunca nada de la visita y que, por supuesto, no le pagaría lo que le debía, que bastante le había aguantado, gordo y bajo de forma. Fin del primer capítulo.

El segundo capítulo se inicia con una nueva carta de Lowe a Vaughters, en la que le vuelve a reclamar la deuda y le dice que duda mucho que no supiera que White le había enviado al médico valenciano, y si no él, sí que lo sabía el médico del equipo, Prentice Sttefen, pues a ambos les envió el resultado de unos análisis de sangre en un laboratorio de Oliva en los que figuraba como ordenante el médico valenciano. La reacción de Vaughters, quien como Steffen se ha convertido con los años en el apóstol del antidopaje, es incontrolada. En una entrevista califica la carta de chantaje. De eso es precisamente de lo que le piden que se retracte, vía judicial, los abogados de Lowe a Vaughters.

Aparte de mostrar cómo muchas veces la política publicitada por un equipo -declaraciones a los medios, medidas de control interno que se hacen públicas y que copan los titulares de los medios- está a veces muy alejada de la política real -las normas del Garmin prohíben acudir a médicos ajenos al equipo, pero nada se hace si fuera del equipo no se enteran-, lo más interesante de la demanda, que ocupa una veintena de folios, no es la petición sino la historia que cuenta con documentos que sacan a la luz el descontrol sanitario del pelotón. La historia de Lowe, que corrió y terminó el Tour de 2008 pese a que sus análisis previos mostraban unos niveles de testosterona mínimos, muestra, entre otras cosas la inutilidad de los obligatorios análisis trimestrales, el pilar básico del sistema puesto en marcha por la UCI para cuidar la salud de los ciclistas.

Así, los resultados del análisis de Lowe en el laboratorio de Oliva -un laboratorio no acreditado, aunque en sus documentos la UCI exige que los análisis trimestrales se realicen en centros homologados- indicaban que su hematocrito era superior al 50%. En esos casos, la UCI debería ordenas un nuevo análisis a los 10 días. No lo hizo así por lo que en el campo de Lowe sospechan que en el organismo internacional no controlan los resultados que les llegan. El médico de un equipo cuenta que el responsable médico de la UCI le ha comentado varias veces que no da apenas valor a esos análisis y que, por supuesto, no los incluye en los que anota para el pasaporte biológico de los corredores pues da por supuesto que muchas veces llegan manipulados.

Después de correr el Tour de 2008 Lowe, de 26 años y un pasado en el Discovery y en el Garmin, una gran promesa en su momento, no volvió a ser el mismo. Sufrió constantes trastornos hormonales y desarrolló un síndrome de fatiga crónica. Después de varios tratamientos y visitas a endocrinólogos, poco a poco, dos años después, recuperó la salud y la forma, que de poco le valen ya pues está en el paro.

Floyd Landis, durante una conferencia de prensa en Geelong, Australia, en septiembre de 2010.
Floyd Landis, durante una conferencia de prensa en Geelong, Australia, en septiembre de 2010.AP

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