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La tragedia de Rory

McIlroy, que admira a Rafa Nadal, pasó de rozar la gloria a hundirse con 80 golpes

La paciencia y el control de las emociones no son los acompañantes habituales de un niño de 21 años que roza entrar en la historia del golf con su primera chaqueta verde en Augusta. Y Rory McIlroy no parecía nervioso ayer en el tee del uno, cuando arrancó la última vuelta del Masters con 12 bajo par y cuatro golpes de ventaja. El prodigio norirlandés tenía la misma cara de chico de instituto que siempre. Había pasado la noche anterior viendo el partido del Manchester United y por la mañana, antes de citarse con la gloria, se levantó pronto para animar por la tele a su equipo de rugby, el Ulster, contra el Northampton. Pero toda esa calma se convirtió al final en un ataque de nervios que le llevó a hundirse en la clasificación, 15º, forrado de golpes: 80. "Perdí la confianza con el putt, pero me quedo con lo positivo, que ha sido liderar el Masters durante 63 hoyos. Tendré muchas más oportunidades. Es muy desagradable lo que ha pasado hoy. Y espero que eso ayude a endurecer mi carácter", dijo el norirlandés.

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McIlroy es un chico normal que juega al golf con la misma naturalidad con la que se relajó peloteando con sus amigos con un balón de fútbol americano después de ser líder del Masters los tres primeros días. Como si no estuviera a las puertas de romper barreras: podía ser el ganador más joven del Masters desde 1997, el primer vencedor irlandés, el primer europeo desde Olazábal en 1999, el chico que bajara 10 años la edad media de un primer ganador en Augusta (31). Y se quedó sin nada. El valor de McIlroy es representar a una estupenda generación de jóvenes jugadores que aseguran el futuro del deporte por encima del fulgor de Woods: Ricky Fowler, Jason Day, Mateo Manassero, Ryo Ishikawa... Un grupo muy heterogéneo y que simboliza la democratización del golf puesto que llevan las banderas de Estados Unidos, Australia, Italia y Japón, respectivamente. Solo el Tigre, Ballesteros y Mickelson fueron más precoces que McIlroy en ganar en el circuito estadounidense.

El joven chico tiene la ambición de los recién llegados. Y a pesar del millonario capricho de comprarse ya 13 coches, parece tener los pies en el suelo. Cuando conoció a Rafa Nadal en el Open de Estados Unidos de hace un año, quedó impresionado. "No podía creer lo modesto que es después de todo el éxito que ha tenido y el dinero que ha ganado. Sigue en el mismo sitio de Mallorca en que creció, con su novia de toda la vida... Es un gran modelo para mí. Hay cosas en su carácter que me encantaría tener. Nunca se rinde, siempre lucha por cada punto".

Rory rememora una tarde de domingo de 1997 junto a su padre como su primer gran recuerdo del golf. Era Tiger ganando en Augusta con 21 años - acabó con el récord de Ballesteros de 23, en 1980-. Los mismos 21 que ahora tiene él. Se enamoró del Masters, su semana favorita del año, más incluso que el Open Británico de su casa, y el torneo al que ha encaminado toda la preparación en esta temporada. Hace dos años, en su debut, quedó en un honorable 20º puesto, pero en 2010 ni siquiera pasó el corte en un momento bajo de su juego. En el pasado Open Británico, McIlroy sufrió una cruda lección. Después de conseguir la mejor vuelta en un grande con 63 golpes en el primer día, en el segundo se pegó un tortazo de aúpa con 80. Los mismos golpes que ayer convirtieron su supuesto día de gloria en una tragedia.

El golfista norirlandés pasó de rozar la gloria a hundirse con 80 golpes.
El golfista norirlandés pasó de rozar la gloria a hundirse con 80 golpes.SHAUN BEST (REUTERS)

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