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En punto muerto hasta el Galibier

Los favoritos se neutralizan en el terrible Plateau de Beille, donde Contador se mostró más vivo

Desconcertante y triste como un periódico del día anterior, así la última etapa de los Pirineos, la etapa del terrible Plateau de Beille.

Los favoritos, cuyo número curiosamente aumenta día a día en lugar de disminuir como debería ser, entraron juntos, y casi de la mano, pero un sprint a lo Gilbert del inefable Andy para ganar 2s en los últimos 200 metros obligó a todos a apretar los dientes en fila india y ahorró al aficionado la engorrosa escena. Entre ellos, ya como uno más, como si toda la vida hubiera alternado con ellos en días tan señalados, con Evans, Contador, los Schleck o Basso, Thomas Voeckler, el líder por accidente -recuerden, la caída en la primera curva del Pas de Peyrol el domingo pasado: se rompieron Van den Broeck y Vinokúrov entre otros, el pelotón paró para evaluar daños y la fuga que acabaría dándole el amarillo al chico del Europcar ganó 3m extra-, que cada día se lo cree más y lo hace creer a su gente. Aunque suenen a repetidas, no son malas noticias para Alberto Contador, quien, quizás, ha pasado indemne, o casi, los días que más temía. Y son muy buenas para Evans, quien, fiel a su fe y su estilo, resiste.

Cumpliendo la famosa ley de la vida que dice que cuando menos pasa más teorías se elaboran sobre esa nada, la meta, Plateau de Beille, caluroso y jovial ayer, es un corro de viejas chácharas. Contador, al que, dado su estado, no le van mal las cosas como van, marca uno de los polos del debate. "No es que escondamos las cartas", dice, para explicar que pese a mil amagues de unos cuantos -los hermanos, sobre todo, ligeros y cortos; los floripondios de Voeckler; Evans y Basso, a su viejo estilo diesel- no hubo ningún momento en que ninguno atacara en serio, aguantando de pie sobre la bicicleta, desarrollo de esos que duelen, sin mirar atrás a las tres pedaladas. "Es que", prosigue el campeón de Pinto, quien, como desde el primer día del Tour repitió el mantra del joyero, hoy mejor que ayer pero peor que mañana, "estamos muy igualados".

El otro extremo lo define su amigo Samuel Sánchez, el ciclista más pimpante del grupo -y ya el primer español en la general: con un ataque en busca de la victoria de etapa, ataque tardío pues el belga Vanendert, el que le acompañó en Luz Ardiden, ayer se le anticipó-, quien sigue afirmando que no piensa en la general. "Estoy muy lejos del podio [va sexto, a 1m 28s del tercero, Evans] y no llegaré", dijo. "Y, además, estoy seguro de que los favoritos están jugando al despiste. Ninguno quiere dar pistas a los demás de cómo está. Y Contador, al que conozco muy bien, está bien".

Entre medias, todas las teorías, algunas hasta con pinta de sabias y una unanimidad, concerniente esta a la ininteligibilidad de los del Leopard, el equipo de los hermanos, a quienes, amigablemente, algunos ya han bautizado los leopoldos. Sus hombres viejos y duros, los roubaix por así decirlo, fueron los reyes de los Pirineos. Rodadores como Voigt y O'Grady, cercanos a los 40 y con muchos kilos encima para estas montañas, o portentos como Cancellara, el inmenso.

A su doble ritmo se atravesó de oeste a este la hermosa -ciclista y paisajísticamente- ruta de los puertos menores del macizo, Aspet, Core, Agnel. En la fuga definían Gerdemann, un escalador, y Voigt, hasta que dos caídas seguidas le frenaron; en el pelotón, 80 nada menos al pie del Plateau de Beille, O'Grady y Cancellara. Si la lógica decía que eso significaba que en el último primera antes del Plateau, el Agnel, alguno de los hermanos iba a atacar para unirse a la cabeza de puente, la lógica, como muchos creen, es un mito urbano. Acabadas sus fuerzas y sin ninguna reacción a su esfuerzo, a 13 kilómetros de la cima, se apartó el último de los leopoldos, Voigt, claro, dejando la carrera abierta, es decir, en punto muerto. Parada. Lo de demostrar que son humanos pues son rebeldes ante la atonía lo dejaron, un día más, para otro día.

Como el ritmo de la subida, rápido o lento, se podía deducir perfectamente de la longitud de la goma que hacía el pequeñito Cunego, se puede concluir que tampoco fueron muy rápidos -"ah, el viento de cara", se disculpó Andy-, por lo que tienen razón quienes creen que más que de igualdad se está hablando de medianía. "Es el ciclismo de ahora", resumió Johan Bruyneel. "Solo un Contador en gran forma es capaz de destacar y hacer diferencias".

"Para eso están los Alpes, el Galibier y Alpe d'Huez", promete Bjarne Riis, el director de Contador, uno, como tantos, que cree que el gran Contador está de nuevo al caer (o, si no, que puede ganar el Tour como un resistente, lo que también sabe hacer).

Contador cruza la meta de Plateau de Beille por delante de Voeckler.
Contador cruza la meta de Plateau de Beille por delante de Voeckler.CHRISTOPHE ENA (AP)

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