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Que no la toque Mario Gómez

El delantero suma este año 10 goles en ocho partidos.- El Villarreal, con la idea de frenarle y cortarle el suministro de balones, situará a tres mediocentros

Por primera vez en mucho tiempo, el Villarreal se plantea jugar un encuentro con tres mediocentros, con Senna, Bruno y Marchena como ejes del equipo, toda vez que Borja Valero está sancionado por soltar un cabezazo irreflexivo en la ronda de clasificación ante el Odense. La medida, que despersonaliza un ápice el carácter agresivo y ofensivo del equipo, habitual intruso en campo ajeno, se probó en el último entrenamiento a puerta cerrada. Y el motivo no es otro que reventar el suministro de balones que le llega a la delantera del Bayern de Múnich (20.45. GolT), tan certera como letal. Schweinsteiger construye desde la medular, Kroos adereza con una gota de ingenio, Luiz Gustavo imprime velocidad, Ribèry aporta el quiebro y Müller origina los huecos con sus arrastres, además de dar el último pase. Y a todo eso, el remate lo pone Mario Gómez (Riedlingen, Alemania; 1985), el delantero de moda en Alemania, que clava el cuero donde fija la vista, que define casi hasta sin querer. Como ha hecho siempre, como le enseñaron su padre José y su abuelo Mario, españoles de Albuñán, pueblo granadino a las faldas de Sierra Nevada.

A Mario, el abuelo, la vida le llevó en 1966 a Unlingen, región suabia para trabajar en un vivero de árboles. Torcuata, su mujer, aprovechó sus dotes culinarias para ejercer de cocinera en un convento, al tiempo que su hijo José estudiaba y trasteaba con la pelota en equipos regionales. Hasta que se casó con Christa, tuvieron dos hijos y se dedicó de lleno a su empresa de contrata de obras. Tuvieron dos hijos: una niña y Mario, que se recorría las calles de germanas con la camiseta de Romario, siempre con el cuero atado a los pies, siempre con el Barça -"no me perdía un partido del dream team", reconoce- como equipo de referencia. Tal era su obsesión azulgrana, que a su novia le convenció para ir a Barcelona con un trato de antemano: ir al Museo Picasso, que quería ella; e ir al Museo del Camp Nou, que quería él. Tampoco era raro, cuando todavía era relativamente anónimo, entonces delantero del Stuttgart, que se pasara por el estadio culé para ver jugar al equipo.

Aunque Súper Mario, como se le conoce en Alemania, no tiene un pie tan fino como los azulgranas para el toque, sí que tiene un mazo para enchufar cualquier balón a la red. Por eso el Bayern pagó hace tres años 30 millones de euros al Stuttgart, por eso Van Gaal le dio la titularidad en detrimento de Luca Toni, que se tuvo que buscar las habichuelas de nuevo en Italia. "Cuando veo la portería, chuto", resume el delantero, como si nada. No le va mal; en total contabiliza 344 partidos (47 con Alemania) y 191 goles (19). O, lo que es lo mismo: firma una diana antes de que se cumplan dos partidos (1,8). Tantos que pudo haber hecho con la selección española -"nunca me llamaron", resuelve el ariete, pichichi en la Bundesliga el curso anterior con 28 redes-, dianas que preocupan a Garrido, técnico del Villarreal. Ahora, su puntería parece más fina que nunca, ya que ha firmado 10 goles -ocho en la Liga, dos en la previa europea y uno en la Copa- en ocho encuentros.

Imponente (1,90 metros), con su flequillo ochentero y engominado, Mario estará en el frente del ataque bávaro. "Queremos seguir más allá y no quedarnos el grupo de la muerte", esgrime el futbolista, sabedor que tras el Villarreal deberán verse las caras con el Nápoles y el Manchester City. "Tenemos que encontrar un equilibrio entre el ataque y la defensa", deslizó Garrido ayer, consciente de que si no corta las rampas que surten de balones a Mario, su equipo las pasará canutas. Para ello, pondrá a tres mediocentros y a Musacchio y Zapata como centrales con una orden tan escueta como expresiva: que no la toque Mario Gómez.

Mario Gómez, delantero del Bayern, ante el Friburgo.
Mario Gómez, delantero del Bayern, ante el Friburgo.CHRISTOF STACHE (AFP)

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