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El Barça baila en la cima del mundo

Los azulgrana golean al Santos de Neymar con la mejor versión de Messi en el Mundial de Clubes

Vídeo: Los goles de la final

Al Barça no le alcanza con estar en boca de todos, ser considerado el mejor equipo del momento, sino que se exige demostrarlo en los partidos en que se deciden los títulos, en finales como la de hoy en Japón. Alguno de los mejores encuentros del Barcelona se han producido precisamente cuando se jugaba un trofeo, como el del Mundial de Clubes contra el Santos de Neymar, justo en el momento de más exigencia y atención. El palmarés le sitúa en la cima del mundo desde que manda Guardiola: 13 de 16 títulos en tres años, cinco esta temporada, el último ganado hoy en Japón y contra un equipo brasileño, cosa que no había sucedido hasta el momento, porque el anterior Mundial lo ganó en Abu Dabi después de haber perdido dos.

SANTOS, 0 - BARCELONA, 4

Santos: Rafael Cabral; Edu Dracena, Léo, Danilo (Elano, m. 31), Arouca; Durval, Henrique, Borges (Kardec, m. 79), Ganso (Ibson, m. 83); Neymar y Bruno. No utilizados: Aranha, Vladimir; Bruno Aguiar, Carvalho, Vinicius, Anderson, Renteria, Pará y Diogo.

Barcelona: Valdés; Dani Alves, Piqué (Mascherano, m. 56), Puyol (Fontàs, m. 85), Abidal; Thiago (Pedro, m. 79), Sergio Busquets, Xavi; Messi, Cesc e Iniesta. No utilizados: Pinto, Oier; Alexis, Keita, Adriano, Maxwell, Dos Santos y Cuenca.

Goles: 0-1. M. 17. Messi culmina una jugada colectiva superando a Cabral con una vaselina. 0-2. M. 24. Xavi controla un centro raso de Alves y bate al meta por bajo. 0-3. M. 45. Cesc resuelve tras dos paradas de Cabral. 0-4. M. 82. Messi, tras regatear al portero.

Árbitro: Ravshan Irmatov (UZB). Amonestó a Piqué, Mascherano, Ganso y Edu Dracena.

Unos 72.000 espectadores en el Internacional de Yokohama.

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Jugó el Barça en Yokohama como en el Bernabéu, le dio al Santos el mismo tratamiento que al Madrid, afrontó el Mundial de Clubes como si fuera la Liga o la Champions. A excepción de Thiago, que ocupó la plaza del renqueante Alexis, los azulgrana repitieron la formación y el plan de Chamartín: defensa de tres, las bandas abiertas con Alves y Thiago y un despliegue de centrocampistas de todas las gamas y colores, anuncio del equipo que puede llegar a ser en el futuro: 10 medios al servicio de Messi. Atacar sin delanteros, sin embargo, puede tener un serio problema: hay pocas rupturas, los desmarques son escasos, cuesta generar espacios y hay que ser selectivo con la pegada. El riesgo es ser más retórico que concreto.

No ha sido el caso del partido de hoy. A partir de un excelente dominio escénico, de una gran atención y posesión de pelota, siempre intenso, con el campo abierto y ocupado racionalmente, el Barcelona llegó y remató el partido en apenas 20 minutos. Hipnotizado, el Santos fue simplemente un espectador de la exhibición del Barça. El triángulo Xavi-Cesc-Messi fue indescifrable para el equipo de Ramalho. Así cayó el 0-1: Cesc tocó para Xavi, quien controló el balón con el tacón, de espaldas a la jugada, y habilitó a Messi, preciso en el control con la derecha, hábil con la conducción de la izquierda, delicioso con el toque con la zurda sobre la salida del portero. Y el 0-2 lo metió el mismo Xavi después de un centro desde la derecha de Alves.

El recital azulgrana hasta el descanso fue memorable. La facilidad con la que el Barça abrió la línea de pase, encontró al tercer futbolista para crear situaciones de superioridad y desequilibró con Messi, resultó sobrecogedora. El tercer gol, después que Alves conectara con La Pulga y Cesc embocara la jugada en un tiro final, fue el mejor punto y final a la exhibición del Barça. Abidal y Puyol cerraron muy bien en defensa, Messi marcó las diferencias en ataque y los medios combinaron y se asociaron hasta monopolizar el balón y dejar en fuera de juego el Santos. No recibía el balón Neymar ni presionaban los volantes, espectadores de la función, desbordados fácilmente. Imposible corregir con los cambios un partido imposible para los brasileños.

Los centrocampistas se movían sin parar y cada uno sabía cuál era su misión en función del puesto que ocupaba en el campo. Messi y Cesc confundían a los centrales como falsos nueve y Alves atacaba por el extremo, los tres dirigidos por Xavi.

La Pulga es el delantero total, un atacante que ha sido capaz de marcar en las seis competiciones en juego, dichoso cuando mezcla con la cantera del Barça, ayer representada por nueve futbolistas en la alineación. El fútbol azulgrana es una evolución del Santos de Pelé y del Brasil de los setenta. Aunque su carta de naturaleza es inequívocamente catalana y La Pulga le da una genética argentina, los azulgrana tienen también una vena brasileña, un gusto por el juego de los venerados medios de la canarinha.

Ni siquiera una irrupción de Neymar, nada más comenzar la segunda parte, alteró el guion del partido. Volvió a tejer el juego Xavi, se abrió Cesc, desequilibró Alves, entraron en escena Thiago e Iniesta y Messi continuó siendo el mejor. La versión del Barça acabó siendo completa porque Valdés resolvió dos mano a mano con Borges y Neymar. El desespero del Santos contrastaba con la fluidez del Barcelona, menos efectivo en el tiro. Más que en los remates hubo que reparar en los detalles y en la manera que los azulgrana trazaban el juego, de área a área, de forma aseada, irreprochable técnicamente, plástica. El divertimento le pudo a la competitividad, y el Barça se recreó ante el impotente Santos y el desconectado Neymar, que no pudo ser Messi ni Cristiano.

Messi, por si acaso, dejó un segundo gol, el cuarto del equipo, después de regatear al portero. La mejor definición después de la tercera asistencia de Alves. Había sido tan seductora la primera parte del Barcelona que en la segunda fue imposible sobreponerse a su recuerdo. Ya no jugaba el Barça como en el Bernabéu sino como en Anoeta. Tenía el partido ganado y conseguido el reto: ganar un nuevo título. Ocurre que mientras Messi está en el campo nunca se acaban los partidos. Hoy, tampoco, porque metió el 0-4.

Los jugadores celebran la victoria.
Los jugadores celebran la victoria.Shaun Botterill (GETTY)

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