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El goleador que vendía pañuelos

El delantero marfileño Doumbia, de origen humilde, se ha convertido en el ‘pichichi’ de la Liga rusa por su explosividad y definición

Eleonora Giovio
Doumbia trata de eludir a dos defensas del Trabzonspor.
Doumbia trata de eludir a dos defensas del Trabzonspor.DENIS SINYAKOV (REUTERS)

—¿Qué haces aquí, descalzo en un semáforo, cuando deberías estar en el colegio?

—Estoy ayudando a mi hermano a vender.

Seydou Doumbia, delantero marfileño del CSKA de Moscú, vendía pañuelos en la calle. Fue el presidente del Athletic Adjamé, equipo en el que empezó a jugar al fútbol con 13 años, quien le preguntó qué hacía descalzo en un semáforo en vez de estar en clase.

“El presidente Koutoua, a partir de ese momento, empezó a cuidar de mí. Yo nunca conocí a mi padre, mi madre se volvió a casar y tuvo que cuidar de mis tres hermanos pequeños y yo ayudaba al mayor de ellos a vender en la calle”, contó Doumbia hace pocas semanas en una entrevista concedida a La Gazzetta dello Sport.

Han pasado 11 años desde aquella escena en las calles de Adjamé. Ahora Doumbia tiene 24 años, es el pichichi de la Liga rusa (24 goles en 30 partidos) y aguarda hoy la visita del Madrid. Si el CSKA está en los octavos de final de la Champions es gracias a los goles de su delantero. Los cinco que marcó en la liguilla valieron siete puntos —de los ocho conseguidos— al equipo, que terminó el segundo en su grupo por detrás del Inter.

Sus cinco tantos en la primera fase del torneo valieron siete puntos al CSKA

“Solo hay que ver los goles que ha marcado para saber quién es”, le define Leonid Slutsky, el entrenador del CSKA. En solo un año y medio en el conjunto moscovita, Doumbia ha anotado 29 dianas en 41 partidos. Víctor Onopko, el ayudante de Slutsky, le define como “el clásico delantero africano”. El cuerpo técnico quedó sorprendido por su gran explosividad. “Como no le marques bien, cuando recibe el balón, se te va y no le ves”, sostiene. En las sesiones preparatorias han llegado a medirle aceleraciones de más de 33 kilómetros por hora. Esto es, una gran explosividad, sobre todo en los tres primeros metros de la carrera. Hay quien jura en el club que bajaría de los 11 segundos si corriera los 100 metros en una pista de atletismo.

“Es rápido, técnico y potente: el clásico delantero africano. No es muy alto [1,78 metros], pero marca muchos goles de cabeza", dice Onopko, que también destaca su humildad y sus ganas de trabajar.

En los entrenamientos se le han medido aceleraciones de 33 kilómetros por hora

Antes de aterrizar en Moscú, Doumbia dio casi la vuelta al mundo. Crecido en la Académie Guillou, uno de los mejores viveros de África, salió de Costa de Marfil en 2006 rumbo a Japón. Nunca terminó de adaptarse al fútbol de allí, cambió dos veces de equipo y en 2008 le fichó el Young Boys, suizo. En él marcó 50 goles en 64 partidos. “Le seguían nuestros ojeadores y le fichamos en 2010. No ha tenido grandes dificultades de adaptación al fútbol ruso porque también se hizo muy pronto a la ciudad. Es rápido cerca del área y en la conducción del balón en distancias largas”, destaca Onopko. “Además, es joven, con un gran talento y mucha trayectoria por delante. Yo le veo incluso en un club grande”, añade el exjugador del Oviedo y del Rayo Vallecano.

Tímido fuera del campo, Doumbia se transforma sobre el césped. En Rusia vive solo, no le ha acompañado ningún familiar ni amigo cercano. Uno de los tres traductores del CSKA se dedica exclusivamente al marfileño, que solo habla francés.

Drogba le quitó el sitio en la reciente Copa de África. Doumbia solo jugó unos minutos en el primer partido. “No ha perdido ritmo ni condición física”, advierte Onopko. Todos aseguran que en el último año y medio no ha parado de crecer. Con las botas y ya sin semáforos de por medio.

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de deportes, especializada en polideportivo, temas sociales y de abusos. Ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Es licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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