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El resorte emocional

A veces, los indicadores anímicos se reflejan mejor en las reacciones posteriores a un partido, o a un gol

Fernando Torres, esta temporada.
Fernando Torres, esta temporada.Mike Hewitt (Getty)

Desde hace mucho tiempo, nadie duda en el mundo del deporte de que las complejas relaciones entre las condiciones físicas, técnicas y cognitivas que determinan el nivel de rendimiento de un deportista se ven constantemente alteradas por los estados emocionales y motivacionales que tiene en relación con la competencia. Estos factores no solo suelen ser más impredecibles y cambiantes que el resto, sino que, además, varían de acuerdo con cada individuo.

En un reciente artículo publicado en el Financial Times, John Carlin hace un análisis de las posibles causas que podrían llevar a un deportista, en este caso Fernando Torres, a vivir un periodo de bajo estado de forma. Concluye que la ansiedad y la confianza son los factores clave, pero, a la vez, observa que estos elementos, en dosis similares, se conjugan de manera distinta según la personalidad de cada quien.

Los niveles de ansiedad previos a la competencia, por ejemplo, pueden variar tanto como sus consecuencias. Aunque suene contradictorio, hay quienes se sienten en un estado ideal para competir cuando experimentan niveles de ansiedad altos y, al mismo tiempo, incluso debido a la presencia de esos altos niveles de ansiedad, se sienten más relajados y seguros de sí mismos. A otros un nivel elevado de ansiedad previo o en el transcurso de la competencia los bloquea o los acelera demasiado. El otro extremo es, quizá, más delicado. Estar excesivamente relajado o confiado los días previos a la competición puede ser un arma de doble filo. Si la distancia entre relajación y desinterés es demasiado corta, una vez iniciada la competición, pueden resultar difíciles de distinguir.

La ansiedad y la confianza son claves, pero se conjugan distinto según cada cual

Esta relación entre componentes físicos, psicológicos y sociales se torna mucho más compleja cuando lo que se intenta observar y preparar no es el estado de forma general de un deportista o entender cómo le afecta su estado emocional en una actuación puntual, sino el de un equipo de fútbol. Allí donde convergen los estados de ánimo de 30 jugadores, el de sus entrenadores, sus dirigentes e incluso sus aficionados. La potencialidad del grupo depende tanto de la calidad técnica de sus integrantes como de sus habilidades colectivas: su capacidad de unirse en la búsqueda de un fin común. La cohesión y la elasticidad que demuestra el grupo en esa búsqueda, cómo se entienden y comunican sus miembros, cómo toman ventaja de las diferencias existentes entre ellos más que excusarse en esas diferencias para distanciarse; en definitiva, cómo trabaja en conjunto el grupo es el mejor indicador de su estado emocional y un factor clave de sus probabilidades de éxito. En el desempeño emocional de los equipos también se destaca la importancia del líder, esos que tiran del grupo en los momentos delicados porque poseen un talento especial y son capaces de modificar el curso de un partido con su genio o porque contagian positivamente con su personalidad. De la misma forma, un liderazgo triste, enojoso y conflictivo puede arruinar la moral de todo un equipo.

Para el entrenador de fútbol, la manera de gestionar los estados emocionales de un equipo debe de ser uno de los más complejos desafíos. Un método demasiado enfocado en la motivación, por ejemplo, puede resultar una inconsciente subestimación de la preparación de las capacidades técnicas o tácticas. Si bien las emociones son una parte fundamental para competir en el fútbol, los partidos, en general, se ganan por el nivel de ejecución y no por el nivel de emoción de un equipo. Además, no todo puede entrenarse. Los resultados afectan continuamente la confianza de un grupo, pero tanto la victoria como la derrota pueden tener, ambas, consecuencias positivas y negativas. Hay grupos que se hacen fuertes y otros que sucumben ante la adversidad. De la misma forma, el éxito puede llenar de confianza a un equipo o puede sumirle en un estado de complacencia que disminuya el estado de tensión competitiva y genere una relajación excesiva.

Esta consistencia emocional puede demorar a Guardiola en su renovación

A veces, los indicadores anímicos se reflejan mejor en las reacciones posteriores a un partido, o a un gol, que en el desarrollo del partido en sí. Una manera de celebrar también puede ser un síntoma: la forma en que los futbolistas del Athletic festejaron su paso a los octavos de final de la Liga Europa excedió el mero brindis por la victoria. En ella se percibió una unión y un compromiso que los jugadores tenían desde mucho antes de que empezara el encuentro.

Detectar, desde fuera, cuál es el estado emocional de un equipo es más fácil cuanto más alto sea su nivel general. En el caso del Barcelona, tras varios años de éxitos, es difícil no pensar que el nivel de ansiedad previo a algunos partidos de la Liga, sobre todo aquellos que se juegan fuera de casa y después de algún compromiso importante, haya bajado demasiado. Cuando el éxito se convierte en rutina, el nivel de concentración previo a la competición disminuye y se puede tener la impresión de estar siempre preparado para competir. Esto también explica por qué el Barcelona se vuelve a mostrar rápidamente en un alto nivel de tensión y concentración en aquellos partidos que, por su importancia, no precisan un trabajo de motivación previo. En el caso del Madrid, con la energía puesta en recuperar la corona, se percibe un nivel de concentración y de tensión uniforme, juegue donde juegue, con la excepción, quizá, de algunos clásicos, en los que el nivel de ansiedad del Madrid se disparó por encima de lo conveniente. De hecho, la diferencia de puntos entre ambos equipos se debe más a la extraordinaria consistencia emocional y futbolística del Madrid que a los puntos perdidos por el Barcelona.

Esta consistencia emocional parece ser, además, el elemento que demora a Guardiola en la decisión sobre la renovación de su contrato: “Esto es muy exigente y he de estar muy convencido. Para renovar he de sentirlo”. Consciente de que, en un nivel futbolístico similar, es el estado anímico el que hace la diferencia, Guardiola, precavido, hace bien en medir las energías propias y ajenas antes de decidir sobre su futuro.

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