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FÚTBOL | 27ª JORNADA DE LIGA

Rueda más el Atlético que la pelota

El equipo de Simeone, tan estático como resolutivo, doblega a un Granada sin pegada

Jordi Quixano
El defensa del Atlético, Álvaro Domínguez, remata el balón de cabeza ante la oposición de dos rivales del Granada.
El defensa del Atlético, Álvaro Domínguez, remata el balón de cabeza ante la oposición de dos rivales del Granada.ALBERTO MARTÍN (EFE)

Se cosió el Atlético en su campo, subió la cremallera en la zaga e incluso se desentendió del contragolpe, del ataque esporádico. Fue como si sus jugadores estuvieran sujetos con pegamento al tapete, como si el balón rodara en un césped desatendido por dos meses, huérfano de protagonistas y ambiciones. Pero le alcanzó al equipo con dos jugadas a balón parado para meter miedo en el cuerpo, primero, y para sentenciar el partido, después. Dos disparos, un gol y un rival desfigurado, con argumentos y sin remate. Fue la victoria del Atlético, que hizo bien poco, pero le valió mucho; sin destilar su fútbol gobernó el balón, desdibujó al Granada y, cuando todo estaba resuelto, se marcó sobre la bocina una contra estupenda que desembocó en el segundo tanto. Un triunfo resultadista, sin peros.

ATLÉTICO, 2 – GRANADA, 0

Atlético: Courtois; Juanfran, Godín, Miranda, Domínguez, Mario Suárez (Assunção, m. 56), Gabi; Salvio (Arda Turan, m. 69), Koke, Adrián (Perea, m. 78); y Falcao. No utilizados: Asenjo; Perea, Fran Mérida, Saúl y Martí.

Granada: Julio César; Nyom, Íñigo López, Mainz, Borja Gómez; Mikel Rico, Moisés Hurtado (Geijo, m. 71); Cortés (Ighalo, m. 59), Abel, Jaime (Henrique, m. 30); y Uche. No utilizados: José Juan; Pamarot, Carmona y Lucena.

Goles: 1-0. M. 38. Miranda remata a la red un pase de cabeza de Godín. 2-0. M. 91. Falcao resuelve una jugada personal de Juanfran.

Árbitro: Mateu Lahoz. Amonestó a Nyom, Koke, Borja Gómez, Godín. Roja directa a Henrique (m. 83).

Vicente Calderón. 40.000 espectadores.

Economizó por una vez y sin remilgos su esfuerzo el Atlético, sin dar profundidad a su juego desde los laterales, con el delantero centro más estático que nunca, con los medios atornillados al eje y con los extremos ligados a la línea de cal, descartados los desmarques, el pase al hueco y el contraataque, el arma que define al equipo. Quedó entonces un Atlético más comedido, con un traje que le queda holgado, que persiguió la posesión y no al esférico, que se expresó en campo propio y no ajeno. La táctica pareció salirle rana porque no inquietó al Granada, saneado y ordenado a más no poder, excelente en las coberturas y en el repliegue, y tan sensacional al desatarse para la contra como nefasto en el remate, casi siempre desde el balcón del área porque fue incapaz de anudar un balón entre los centrales.

La propuesta del Granada, en cualquier caso, fue un tanto menor, sobre todo porque no quiso jugar en campo adverso, porque aguardó siempre para arremeter con la velocidad de Jaime –se rompió en uno de sus sprints- y el desplazamiento en largo. No llegó a buen puerto el balón ni el remate, por más que los jugadores de la segunda línea acudieran siempre puntuales al rebote, al balón muerto en el borde del área; chutó por dos veces Mikel Rico, otra lo intentó Abel y una última lo probó Moisés Hurtado, todos con un saludo al palo por fuera, con la mirilla atrofiada. Demasiado lejos, demasiado poco. Exigencia menor para el Atlético, que defiende con todo y que le vale con un ataque menor, sobre todo porque desde hace un tiempo concreta de maravilla, porque no perdona ni media.

Al Atlético parecieron pasarle factura los exigentes entrenamientos –no es raro verles hacer un circuito físico; sesiones de dos horas-, la acumulación de minutos y duelos de entre semana, la fatiga porque Simeone no da apenas carrete a los suplentes. Fue un equipo tieso, incapaz de encontrar una vía de ataque, una rampa por dónde perforar al rival. Sin profundidad, sin que los laterales doblaran, sin que Koke filtrara asistencias interiores, sin que nadie dijera la pelota es mía. Adrián no fue el abusón que acostumbra, Falcao redujo su periscopio al área rival y Salvio seleccionó tanto las carreras que acabó por no hacerlas. Pero entre interrupciones y bostezos, entre pases de rugby –horizontales- y balones anestesiados, el colegiado interpretó erróneamente una mano que no fue porque Henrique le dio al balón con la cabeza fuera del área. El error arbitral, humano e involuntario, resultó una derivada del éxito de este Atlético. Una casualidad. Pero quizá un festejado tic de los equipos en vena, que ganan con lo justo.

La mano fue una jugada ensayada que finalizó con el disparo de Gabi, con un despeje extraordinario de Julio César. De ahí, se pasó al saque de esquina, donde Gabi centró al segundo palo, Godín devolvió el cuero al punto de penalti y Miranda, en posición acrobática, remató a la red. El Atlético no advierte, la hace. Algo que no aprendió en todo el duelo el Granada, incapaz de desarbolar a la zaga contraria, infructífero en el pase en largo y desenfocado en el remate de media distancia.

Solucionado el encuentro, con la confirmación de que este Atlético no se anda con chiquitas, Juanfran se desligó por un momento de la atadura y se marcó un eslalon terrible en el costado derecho. Era el descuento; el momento de la estocada final. Pase a Falcao, red y festejo. El balón apenas rodó, pero el equipo va a piñón fijo.

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