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FÚTBOL | 27ª JORNADA DE LIGA

El futbolista sin límites

El Barça traduce su dominio en victoria ante el Racing con otros dos goles de Messi

En el afán de objetivar lo que sucede en un campo de fútbol se tiende a pensar que los futbolistas se mueven por cadencias que tienen que ver con su actuación anterior y con lo que les espera por delante.. En realidad, luego, sobre el terreno de juego, lo que les importa es el pasillo que les deja el tres o el que les abre el cinco, sin recordar siquiera la gloria efímera de la última batalla. Por ejemplo, digamos que se trata de Messi, un chico del barrio, que entiende los partidos como un velocista de vallas que lucha contra el contrario y los obstáculos que le propone el juego preestablecido. Venía de batir algo parecido a un récord del mundo, cinco goles en un mismo partido de la Champions, con el agravante de que el rival era un equipo alemán, lo que siempre eleva un poco la altura de las vallas. Y ahora tocaba Santander, algo así como un aterrizaje desde el cielo. Y el muchacho se lo tomó con la misma calma que un ejecutivo compra un cartón de leche tras cerrar un negocio multimillonario.

RACING, 0 - BARÇA, 2

Racing de Santander: Mario Fernández; Francis, Álvaro, Bernardo, Cisma; Colsa (Adrián, n. 61), Gullón; Arana, Diop, Munitis (Jairo, m. 69); y Babacar (Stuani, m. 45). No utilizados: Sotres, Kennedy, Torrejón y Edu Bedia.

Barcelona: Valdés; Alves, Mascherano, Puyol; Xavi (Keita, m. 82), Busquets, Iniesta, Cuenca (Tello, m. 73); Messi, Fábregas y Pedro (Adriano, m. 87). No utilizados: Pinto, Muniesa, Sergio y Bartra.

Goles: 0-1. M. 28.Messi, tras jugada de Xavi y Fábregas. 0-2. M.55. Messi, de penalti.

Árbitro: Del Cerro Grande. Amonestó a Francis, Babacar, Mario y Stuani-

18.885 espectadores en El Sardinero.

Messi, discreto tras el éxito, parecía que no había viajado a Santander, que a lo sumo era un acompañante discreto en el centro del campo para la pareja de baile que formaban Xavi e Iniesta, con Biusquets, majestuoso, de dama de honor. Parecía en verdad que no estaba, que era un verso suelto, algo así como un enganche, como la segunda voz de un tenor poderoso que lo mismo podía ser Cesc que Iniesta que Xavi (siempre Busquets, de comadre del equipo), hasta que estiró la pierna en el punto de penalti y rebañó un centro de Xavi tas una jugada de Fábregas.

La objetivación no vale, está claro, porque Messi jugando en el centro del campo es un peligro en el área; sus cortas piernas son una amenaza cuando aceleran como una bicicleta y se plantan en el punto de penalti como si de un sprinter ciclista se tratara surgiendo de la cola del pelotón.

El Racing le había entregado el campo, el balón y el ánimo al Barça y Guardiola recogió el guante jugando con solo tres defensas y Busquets de servicio de ambulancias para todo el mundo. Lo mismo ayudaba a sus centrales que a sus medios que rompía al borde del área. El Racing había rendido armas con prontitud. Cuesta mucho soñar con estrellas cuando te pones una pared en el partido contra la que chocas permanentemente. El debut de Cervera, fichado al Recreativo en el autobús viajando a Almería, se tradujo en una actitud conservadora, clásica cuando el escritor novel se enfrenta al premio nobel: que escriba él. Muchos clásicos al banquillo y dos históricos en el equipo, Munitis y Colsa, a los que les sobra experiencia, pero les faltan revoluciones para soportar un partido y más aún frente a un rival que te obliga a jugar sin balón. La conclusión fue un monólogo del Barça para estudiar las aplicaciones de sus futbolistas consagrados y sus meritorios. Más aún cuando Messi transformó un penalti de Cisma a Fábregas al comienzo de la segunda mitad.

Ni siquiera necesitó ser el mejor: incluso ni estar en muchas ocasiones semioculto

Era el segundo gol, que bien pudiera haberlo sido con sendos disparos previos de Iniesta y Pedro a los postes, o en alguna combinación múltiple de los monologuistas blaugranas. El Racing, tan provisto de voluntad como de temor, no es que no anotara ocasiones de gol, es que ni siquiera pisó literalmente el área de Valdés en toda la primera mitad. Fue en el minuto 51 cuando Munitis, como si aplicara la jerarquía de la historia, midió el césped de jardín de Valdés y vio que vestía de amarillo. Animado por el atrevimiento, Stuani marcó un gol invalidado por el árbitro. Por fin, el Racing existía, latía.

Messi ya había marcado el segundo gol para seguir metiéndole renglones a la historia del Barça: 50 goles en la temporada, 30 en la Liga, 230 como blaugrana, amenazando al histórico César. Números que miran al infinito. Y ni siquiera necesitó ser el mejor, incluso ni estar en muchas ocasiones, semioculto en la maleza del centro del campo, intimidando al lobo feroz (sus guardianes) y viviendo de la aplicación de Busquets, la inteligencia de Xavi o los desequilibrios de Iniesta. Aún así, aún como actor de reparto, se mereció el Goya. Quizás porque sea un futbolista imposible de objetivar. Quizás porque sea un futbolista sin límites, jugando bien jugando normal. O simplemente, estando.

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