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Colgados de Ibrahimovic

El delantero, que salió del Barça por la puerta de atrás y con palabras reprobatorias para Guardiola, es la referencia del Milan

Jordi Quixano
Ibrahimovic festeja un gol con el Milan.
Ibrahimovic festeja un gol con el Milan.ALESSANDRO BIANCHI (REUTERS)

Tan polémico como genial, Ibrahimovic es el futbolista y delantero referencial del Milan, en el mejor momento de su carrera. Se atreve con todo y con todos, por más que en ocasiones se deje llevar por la ira, sancionado ya en tres ocasiones en su reciente periplo italiano por soltar mamporros a los rivales. La noticia de su descaro, en cualquier caso, no es novedosa; lo es, sin embargo, que casi siempre se sale airoso de sus duelos particulares, hasta el punto de que todas las jornadas, ofrece un recital recogido y emitido por las televisiones mundiales. Entonces, como a él le gusta, como ya hacía en el Barça, en el Inter, en la Juve, en el Ajax, en Malmoe y el Balkan, abre los brazos y espera a que los demás compañeros se le abalancen encima, se le cuelguen, literalmente, dada su altura (1,95 metros).

La presencia de Ibra en el campo no solo garantiza la genialidad en el remate, sino que condiciona el estilo de juego del Milan. El sueco valida el pase directo, el pelotazo, porque con su cuerpo anestesia los balones para dar salida a las explosivas llegadas desde la segunda línea, tan fructíferas en los últimos tiempos, con Emanuelson, Boateng y, últimamente, Nocerino. Robinho, el escudero en el frente de ataque, toda vez que Cassano sigue de baja por su problema cardíaco, también saca petróleo del corpachón de Ibra; aprovecha sus arrastres y prolongaciones, sus huecos colaterales.

La pausa del Milan corre por parte de Seedorf o Ambrosini, pero son muchos los que echan de menos el timón de Pirlo [ahora en el Juventus], el pase vertical y definitivo en la zona concluyente. No elabora demasiado el juego el equipo italiano, sobre todo porque desde la defensa, más allá del empeño ciertamente incomprendido de Thiago Silva, no se trata de jugar el cuero. De nuevo, emerge la figura de Ibra, el desatascador para las dos áreas, receptor de todos los balones, auxilio y definición.

Ansioso por levantar la Orejona –por eso dejó el Inter por el Barça en su momento-, hay otro gran desafío para Ibrahimovic en la eliminatoria, el que le propone el Camp Nou, estadio que le recibió con los brazos abiertos –fue el fichaje más caro en su historia, 65 millones- y que le despidió con un puntapié en el trasero, ofendido porque tildó de filósofo a Guardiola y porque enmarañó el ambiente del vestuario al criticar a futbolistas como Iniesta y Xavi. Enfrentados ya en la fase de la liguilla ambos equipos –empataron en el feudo azulgrana (2-2) y ganó el Barça en San Siro (2-3)-, Zlatan no acudió al Camp Nou por unas molestias musculares que los más suspicaces entendieron como simuladas, por más que el futbolista se perdiera tres semanas de competición. Ahora Ibra, con su perilla de mosquetero, coleta en la cabellera y sonrisa sempiterna provocadora, está como nunca. Y mira al Barça, quizá el único club donde no destacó, a la sombra de Messi, lejos de ser la referencia del juego.

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