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FÚTBOL

El Levante da una lección de oficio

La Real solo reacciona en inferioridad, pero los azulgrana se manejan como los grandes

Tiene el Levante el aire de los equipos soberanos, es decir, de los que no necesitan pavonearse demasiado para que se note su trabajo. Tiene un libreto escueto, aprendido y asumido, que pone en escena como Fernán Gómez se enfrentaba al Quijote, con naturalidad. La Real, más acuciada por la necesidad, tiende un poco a la confusión, a meterse por los adentros y a toparse consigo misma, si llega el caso.

Aún así, padeció el equipo de Montanier un ataque de arbitraje de Álvarez Izquierdo que trocó una anticipación de Íñigo Martínez en un derribo de Koné, que había caído trastabillado, desposeído de su fuerza, por el viento. Y marcó Barkero, la cuña de la madera realista, igualando el tempranero gol de Carlos Vela en un contragolpe fulgurante conducido por Xabi Prieto.

REAL SOCIEDAD, 1 LEVANTE, 3

Real Sociedad: Bravo; Estrada (Ifrán, m. 73), Mikel González, Iñigo Martínez, De la Bella; Aranburu, Elustondo; Xabi Prieto, Zurutuza (Pardo, m. 70), Vela; y Agirretxe (Llorente, m. 84). No utilizados: Ramírez; Cadamuro, Illarramendi y Demidov.

Levante: Munúa; Pedro López, Ballesteros, Navarro, Juanfran; Iborra, Farinós; Botelho (Rubén Suárez, m. 68), Barkero, El Zhar (Xavi Torres, m. 80); y Koné (Ghezzal, m. 62). No utilizados: Keylor; Cabral, Del Horno y Javi Venta.

Goles: 1-0. M. 5. Vela. 1-1. M. 11. Barkero. 1-2. M. 44. Koné. 1-3. M. 93. Xavi Torres.

Árbitro: Álvarez Izquierdo. Expulsó a Elustondo por doble amarilla (m. 57) y amonestó a Navarro, Estrada, Farinós, Botelho, Pedro López, Juanfran, Barkero y Mikel González.

Unos 20.000 espectadores en Anoeta.

Mandaba en el campo Farinós, con tanta energía como tacto, con tanta presencia como intimidación. Y mandaba El Zhar, un futbolista que cultiva la virtud de ser imprevisible, capaz de imaginarse una jugada en una décima de segundo. Intermitente también. Y en esto que Farinós atinó el pase al hueco a Koné, un gamo, y que la Real, con tres números defendiendo el ataque de un soldado se durmió, y que Bravo no tuvo su mejor momento para atajar el disparo cruzado del delantero del Levante. Un tiro previsible, salvable, pero que le dio al equipo levantino la ventaja en el marcador y la desventaja en el ánimo. Era cuestión de oficio. Ahí surgió el lado menor. El que siente el éxito del vértigo, en la misma medida que la Real Sociedad interiorizaba su estado de necesidad. Más aún cuando el árbitro expulsó a Elustondo, al poco de reanudarse el partido, por una entrada normalita convertida en segunda amonestación con un punto de esnobismo.

Le falta, en cualquier caso, a la Real profundidad. Menea el balón por detrás, pero se atasca en las zonas nobles del campo. El carácter de la Real crecía con la adversidad, en la misma medida que el Levante se acomodaba en el sofá del marcador mirando al reloj, viendo caer los segundos como caen las hojas y parapetado en su área, invalidando su superioridad numérica. Tuvo la Real el empate en un pase inteligente del joven Rubén Pardo que remató Ifrán y despejó Munúa. Solo tuco eso. El resto fue apariencia, voluntad, leves intentos, mientras el Levante, gobernado en defensa por Ballesteros e Iborra, resistía el levísimo asedio sin demasiado sudor. Hasta se permitió el lujo de marcar un nuevo gol en el último segundo. Fue su autohomenaje.

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