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Pistorius acaricia el sueño olímpico

Es un fuera de serie. El atleta paralímpico sudafricano ya compite con velocistas sin discapacidad. La semana pasada alcanzó la marca que le abre la puerta a Londres 2012

Joseba Elola
Pistorius, en el Mundial de Daegu (Corea del Sur).
Pistorius, en el Mundial de Daegu (Corea del Sur).MAX ROSSI (REUTERS)

Usain Bolt y Oscar Pistorius sobre el tartán. Disputando la final de relevos 4x400 en Londres 2012. El hombre más rápido de la historia compitiendo en una final olímpica con un atleta con dos piernas amputadas. Una imagen inimaginable hasta hace unos años que, sin embargo, podría convertirse en realidad el próximo verano. Oscar Pistorius ha superado todas las barreras: las físicas, las psicológicas, las legales. Ha demostrado que es un fuera de serie y que nada le va a detener. Está en condiciones de dar el salto de los juegos paralímpicos a los olímpicos, un sueño que lleva años acariciando. La semana pasada, en los campeonatos provinciales de Gauteng North (Sudáfrica), consiguió correr los 400 metros lisos en 45,20. Ya tiene la mínima A, la marca que le abre la puerta más soñada.

 Ya lo intentó hace cuatro años. Su sueño era competir en Pekín. No llegó a la marca mínima. Pero este atleta superdotado no se da por vencido fácilmente. Son muchos los obstáculos que ha tenido que ir superando en la vida hasta llegar a este punto.

Oscar Pistorius nació en Pretoria, Sudáfrica, hace 25 años. A los once meses le tuvieron que amputar ambas piernas para evitar que una malformación en sus huesos degenerara con el paso del tiempo. Así, desde su más tierna infancia, se acostumbró a caminar sobre sus prótesis.

Sus padres se separaron cuando el pequeño Oscar tenía seis años. Su madre murió cuando tenía quince. Su vida está jalonada de obstáculos que ha ido superando con una fuerza fuera de lo común.

“Es un tío excepcional. No saldrá ninguno más como él. Es campeón de nacimiento”. Estas palabras las pronuncia en conversación telefónica desde algún centro comercial de Pretoria su entrenador, Ampie Louw, el hombre que ha conducido su carrera. “Es un hombre con mucha fuerza”, dice. “Y trabaja muy duro”. Louw entrena atletas con y sin discapacidad. Tiene una carrera de cuarenta años a sus espaldas. Dice que no hay que buscar explicaciones raras al éxito de Pistorius. Es un fuera de serie, uno entre un millón. Sostiene que argumentar que las prótesis le dan algún tipo de ventaja es cosa de personas que no saben de lo que hablan; “de gente sin formación”, dice. La polémica viene de lejos. Y está lejos de haber concluido.

Fue en marzo de 2007 cuando la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) puso el primer obstáculo en el camino del atleta sudafricano. Pistorius estaba registrando marcas notables entre los atletas con discapacidad y empezaba por aquel entonces a participar en competiciones junto a atletas sin discapacidad. La IAAF promulgó una nueva norma que impedía el uso de toda “ayuda técnica”, en un intento de frenar determinados avances tecnológicos que se producen en las zapatillas deportivas y que pudiesen desvirtuar la competición. En virtud de la norma, el 14 de enero de 2008, la IAAF cerraba el paso a Pistorius. Tras realizar un seguimiento al atleta, concluía que sus prótesis, las Cheetah, dos artilugios de fibra de carbono en forma de ele, suponían una ventaja en la competición. Le cerraban así el paso a los juegos de Pekín.

El atleta sudafricano trasladó la batalla de la pista a los tribunales. Sus abogados se lo llevaron a la Universidad de Rice (Houston), y realizaron pruebas con él durante una semana. Presentaron el informe ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS). En mayo, la justicia deportiva daba la razón al sudafricano. Pero Pistorius se quedaba a las puertas de Pekín por no haber conseguido la marca mínima.

Desde entonces, su objetivo no ha sido otro que conseguir la hazaña para los Juegos de Londres. Para ello ha tenido que dejar de lado algunas de sus aficiones. En particular, las más peligrosas. “Sí, ha vendido todas sus motos”, confirma su entrenador. En 2008, Pistorius estrelló una embarcación de recreo en un muelle cuando navegaba por un río al sur de Johanesburgo. Se rompió la mandíbula y dos costillas. Le tuvieron que dar 172 puntos de sutura en la cara. Siempre le gustaron la velocidad y el riesgo.

Louw y Pistorius están trabajando duro para bajar de 45 segundos en los 400 metros. “Nos estamos centrando en la parte neurológica”, cuenta el entrenador. “Él tiene que concentrarse en el momento del contacto con el suelo; al no haber sensación cuando el pie pisa el suelo, tiene que trabajar mucho esa parte”. El objetivo, ahora, es llegar a los 44 segundos.

“No es lo mismo rozarse con una zapatilla que darse un golpe con las prótesis” de Pistorius, declara el técnico Sánchez

Pistorius ya compitió con atletas sin discapacidad en el último campeonato mundial, celebrado en Daegu (Corea del Sur). Consiguió llegar hasta las semifinales. Llegó el último de la serie y marcó un registro de 46,19. Pero la delegación sudafricana declinó incluirle entre los cuatro elegidos para la prueba de 4x400. Algunos medios de información dijeron entonces que la delegación sudafricana había cedido a las presiones de la IAAF.

“Pistorius tiene un mérito impresionante”, dice Antonio Sánchez, responsable técnico nacional de velocidad, una suerte de seleccionador de velocistas. Sánchez vio correr a Pistorius en Daegu. Dice que no aprecia problema en que dispute una prueba de 400. Pero en el caso de los relevos no lo tiene claro. “En ese caso, sí que lo considero peligroso. Cuando los corredores entran en calle libre hay contacto. No es lo mismo rozarse con una zapatilla que darse un golpe con las prótesis”. Mark Ujakpor, corredor español de 400 al que le podría tocar correr junto a Pistorius si logra la mínima para ir a Londres, comparte el criterio. “En esa prueba hay golpes, parones, y él es más inestable”, declara.

Sánchez, que fue plusmarquista nacional de 400, no tiene claro que un atleta con discapacidad deba competir con los sin discapacidad: “No hay estudios suficientes ni lo suficientemente claros aún para saber si las prótesis constituyen una ventaja o una desventaja. En el tramo final de la prueba, cuando los demás empiezan a decaer, él sigue más o menos al mismo ritmo”.

Este es uno de los argumentos de los críticos con la participación de Pistorius. Sostienen que la fatiga se acumula de rodilla para abajo, en los gemelos, y que eso se nota en los 100 metros finales de la prueba. Víctor Gutiérrez, cuatrocentista paralímpico, lo desmiente. “Eso es una sandez. Cuando uno se agota, es difícil mover las patas”, dice en alusión a las prótesis. “Es mucho más difícil lanzar una prótesis que lanzar la pierna. Nosotros sabemos lo que es no tener sensibilidad cuando pisas el suelo”. Rodríguez ha competido con Pistorius en dos campeonatos del mundo y en un meeting en Manchester. “Lo que ha conseguido es una hazaña”, afirma el atleta paralímpico canario. Se remite a un dato sencillo: el resto de paralímpicos tienen marcas que superan los 51 segundos. Que Pistorius haya bajado a poco más de 45 es la prueba de que es un crack. “Desde 1993, cuando empecé a competir, el material [prótesis] que se ha usado siempre ha sido el mismo. No se utilizan sistemas electrohidráulicos”.

El sueño de Pistorius está más cerca de convertirse en realidad. El español Mark Ujakpor, a pesar de sus dudas, tiene claro cómo reaccionará si le toca medirse con el sudafricano en las pistas de Londres: “Si me toca competir con él, pues allí estaremos, será uno más. Si consigue llegar hasta allí será porque se lo ha ganado”.

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Sobre la firma

Joseba Elola
Es el responsable del suplemento 'Ideas', espacio de pensamiento, análisis y debate de EL PAÍS, desde 2018. Anteriormente, de 2015 a 2018, se centró, como redactor, en publicar historias sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la sociedad, así como entrevistas y reportajes relacionados con temas culturales para 'Ideas' y 'El País Semanal'.

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