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El Bayern siempre contragolpea

Robben capitaliza el ataque vertical bávaro y sentencia a un Marsella (0-2) competitivo pero sin pegada

Jordi Quixano
Robben define ante la salida de Andrade.
Robben define ante la salida de Andrade.BORIS HORVAT (AFP)

Tiene la manía el Bayern de correr más que la pelota, sobre todo porque le falta pie para el pase y le sobran piernas para las carreras. Su juego, obligado, se entiende a partir del contragolpe. Y lo ejecuta a las mil maravillas, hasta el punto de que a veces parece que no necesita nada más para descontar rivales en Europa -al menos en lo que va de temporada-, por más gallardo que sea, caso del Manchester City o el Nápoles. También le alcanza para descascarillar a oponentes menores, esos que se abrigan sin pudor en su área. Le basta con encadenar tres pases y un remate, con enlazar a Ribéry o Robben con Mario Gómez y así dar el sanseacabó al encuentro. Ya lo sabe el Olympique de Marsella, tan voluntarioso en el despliegue como insípido en el ataque.

O. MARSELLA 0 - BAYERN 2

Olympique Marsella: Andrade; Azpilicueta, Fanni, N'kolou, Morel; Mbia, Diarra (Cheyrou, m. 72); Amalfitano (Brandão, m. 68), Valbuena, A. Ayew; y Remy. No utilizados: Andrade; Traoré, Kaboré, J. Ayew y Gignac.

Bayern de Múnich: Neuer; Lahm, Boateng, Badstuber, Alaba; Luiz Gustavo, Kroos (Tymoschuk, m. 64); Robben, Müller (Schweinsteiger, m. 71), Ribéry (Pranjic, m. 78); y Mario Gómez. No utilizados: Butt; Rafinha, Contento y Olic.

Goles: 0-1. M. 44. Mario Gómez resuelve un pase de Robben. 0-2. M. 70. Robben define tras una pared con Müller.

Árbitro: Velasco Carballo (Esp). Amonestó a Lahm, Kroos, Diarra, Luiz Gustavo, Mbia, Schweinsteiger y Alaba.

Vélodrome. Unos 45.000 espectadores.

La tímida propuesta del OM, en cualquier caso, también desveló carencias del Bayern. Poco exigido porque el rival se encorsetó en su casa, el equipo de Heynckes tuvo el balón entre los pies y, en muchas ocasiones, no supo qué hacer con él. Torpe en la ingeniería, descalabrado en la confección parsimoniosa porque le falta toque y velocidad en la circulación, sus planes, por intransigentes y escasos de recursos, se tornaron predecibles. Deficiencia que no le restó un ápice de peligrosidad, toda vez que los protagonistas repiten las jugadas hasta la saciedad, sacan jugo de donde no lo hay. Son contragolpes de arrea, hachazos sin remisión; la definición del extremo rápido y el delantero de remate oportuno. A la que conjugaron el balón con los protagonistas, llegaron los goles, los mazazos que descompusieron a un OM bravo pero sin fútbol.

Equipo depresivo en la Ligue 1, la versión del Olympique en Europa resulta de lo más competitiva, sin complejos, aunque de apuesta deslucida. No fue una excepción ante el Bayern, con nueve jugadores por detrás de la pelota y con la contra como ataque de cabecera. Se grapó el equipo de Deschamps en su campo, pávido ante la responsabilidad del ataque, sobre todo porque jugó con la mirada clavada en el retrovisor. El epicentro era André Ayew, único en tirar quiebros y fintas; y la cobertura, puntual, se la dio Valbuena, que partía desde el centro, pero, habilidoso en el desmarque y en los movimientos de entrelíneas, supo ganarse las habichuelas en los costados para sacar centros envenenados que no tuvieron eco. La otra vía, poco explotada, fue Azpilicueta, que sí se desligó de las ataduras al persistir con la carrera en profundidad, casi nunca comprendida por sus compañeros, reincidentes en el pase interior, en una pérdida que desembocaba en la alegre y explosiva respuesta bávara.

Al Bayern le basta con encadenar tres pases y un remate para el sanseacabó al encuentro

Desconectado Kroos del duelo -el único pase incisivo cuando el ataque es estático- porque se chocó con los musculados mediocentros del OM, Alou Diarra y Mbia, el Bayern entendió que esa, como tantas otras, tampoco era la noche de las alhajas y virguerías, sino del ataque vertical y vertiginoso, el golpe irrebatible. Se expresó, como acostumbra, por los costados, precisados por los zigzagueos de Ribéry y Robben, por los sucesivos desmarques de todo un superdotado del gol, Mario Gómez. En una de esas, Lahm robó el cuero –con la mano, sin que lo apreciara Velasco Carballo- y se lo dio a la carrera de Robben. Dos toques y pase al hueco de SuperMario, que armó el disparo en un santiamén y creó el desaguisado, el gol, el fallo del portero Andrade, que contaba con 242 minutos en los últimos tres años.

No le hizo falta desdoblarse o reformar su versión al Bayern, en ocasiones incómodo con el cuero, pero más que seguro con su identidad. Sobre todo porque el OM no dio réplica alguna, más allá de las jugadas a balón parado, como en ese saque de esquina que Diarra no embocó, o como en ese otro que Fanni comprobó los reflejos de Neuer. También quiso cobrar protagonismo con las segundas jugadas, con el oportunista Remy en busca de su joya, de un gol que no llegó, por más que conectara dos disparos, ambos torcidos. Por lo que Robben, de nuevo efervescente hasta que deje de estarlo, lanzó otra contra, trazó una pared con Müller y definió al palo contrario, a la red. Se acabó lo que se daba. Reclama el finiquito el OM al tiempo que pide cita con el Madrid el Bayern.

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