_
_
_
_
_

El Athletic mantiene su perfume

El Schalke, otra vez con gol de Raúl, cae eliminado por un equipo más laborioso que estético

Ibai Gómez marcar el primer gol del Athletic.
Ibai Gómez marcar el primer gol del Athletic.TXETXU BERRUEZO

Tan acostumbrado está San Mamés a las fiestas europeas que a poco que le echa agua a la bebida se le rebaja el ánimo y ya no parece inmerso en el glamour al que acostumbra. Es como si se le acabase el perfume de lujo y bajara a la tienda de urgencias a arramplar con lo que sea. Pero a veces, en las estanterías del campo encuentra algún vino joven recién hecho o una colonia desconocida que huele a mar del norte. Ayer, por ejemplo Ibai Gómez, un muchacho que no hace casi nada correteaba por los terrenos del futbol de bronce, desconocido, sin marketing que exhibiera su enorme pegada, acorde a su musculatura y a sus huesos largos. Tampoco anda mal el muchacho de desparpajo y autoestima. Con ambos argumentos colgados del cuerpo se sacó un derechazo espectacular, curvado, apuntando a la barra curva que sujeta la red, allí donde mueren los porteros, vencidos, entregados.

ATHLETIC, 2 SCHALKE 04, 2

Athletic; Iraoloa, Ekiza, Amorebieta, Aurtenetxe; Javi Martínez; Susaeta, Herrera (Ibai Gómez, m. 30) (San José, m. 74), De Marcos; Muniain y Llorente (Toquero, m.58). No utilizados: Raúl; Gabilondo, Íñigo Pérez y Ruiz de Galarreta.

Schalke 04: Unnerstail; Hoogland, Papadopuolos, Matip, Escudero; Holtby (Högger,m. 72), Jones; Obasi (Marica, m. 62), Raúl, Jurado (Farfán, m. 59); y Huntelaar. No utilizados: Schober; Metzelder, Uchida y Moritz.

Goles: 0-1. M. 28. Huntelaar 1-1. M. 40. Ibai Gomez 1-2. M. 52. Raúl. 2-2. M. 54. Susaeta.

Ábitro: Nicola Rizzoli (Italia). Amonestó a Obasi, Javi Martínez, De Marcos, Matip

Unos 39.000 espectadores en San Mamés.

No solo fue un bello gol, sino un gol oportuno en un momento delicado del Athletic que había concedido a través de Herrera, el tanto de Huntelaar que buscaba el Schalke, a la media hora, para creer en los milagros, una costumbre muy alemana. Minutos antes Bielsa ya había mandado calentar a Ibai Gómez. El pubis de Herrera, maltrecho, apenas aguantaba media hora. Y quiso el destino que el exzaragocista se retirase del campo con el lastre de engrandecer al Schalke, cabizbajo y doliente.

El equipo de Raúl sabía que tenía una sola manera de hacer realidad su sueño: cercar al Athletic, quitarle el balón y disputarle el espacio como si cada milímetro fuera una oportunidad de gol. Para algo el técnico holandés, Huub Stevens había cambiado medio equipo respecto al de la ida, con tres españoles en el campo y sobre todo con el inquieto Holtby entre líneas.

Definitivamente, el Athletic no era el de las grandes fiestas, el de la gala de honor permanente, el ilusionista inesperado. Pero su personalidad estaba intacta. Hay cosas que no se pierden y perfumes que nunca caducan. El modelo Raúl es un valor seguro. Lo puedes dejar en la estantería, incluso abierto, que siempre huele a gol. A la primera, tras una contra urgente del Schalke puso el balón en la escuadra en su primer disparo a portería. Es el perfume de toda la vida, intenso, a veces agobiante y que dura 90 minutos, sin necesidad de ponerle el tapón.

Raúl se besa el anillo tras marcar su gol.
Raúl se besa el anillo tras marcar su gol.A. BARRIENTOS (AP)

El problema para Raúl y para el Schalke fue que el perfume no narcotizó al Athletic. Al contrario, lo despertó, le afiló las uñas, como si el hecho de que Raúl una vez más les cortara las alas hubiera sido una ofensa que superaba la adversidad del resultado (no de la eliminatoria). Despertó el león cuando se antojaba el nerviosismo. Y despertó con un gol de Susaeta, inmediato, rabioso, intenso. Y entonces si fue el Athletic made in Europa, el generoso, el insaciable, el Athletic de la liebre De Marcos y el gato Susaeta.

El gol de Raúl engrandeció su gloria, pero el de Susaeta mató al Schalke. Demasiado remar contra corriente para recoger un guantazo a cada bofetada. No es que el Schalke dejara nunca de creer en los milagros, es que no creía en la realidad, terca y pertinaz como las diagonales de De Marcos, un reto a la fisiología del cuerpo humano. Y ni aún así vivió feliz el Athletic, con el respeto debido al rival que atacaba por oleadas en busca ya de una prórroga imaginaria solo concebida por el histórico tesón alemán. San Mamés era una fiesta que crecía a medidas que pasaban los minutos, con leves tartamudeos de silencios elocuentes. Era como si La Catedral esperase ansiosa que Los Rolling Stones se decidieran a tocar Satisfaction y la pista se llenase de saltos y bufandas.

Era el tiempo, de momento, del temple de Muniain para coser el balón, de la agilidad de Amorebieta para llegar a todos los cruces con superioridad, para apagar todos los incendios. Cuando el árbitro italiano pitó el final fue como si de pronto Keith Richards puntease las primeras notas de la mítica canción. La gente cantaba “lo, lo, lo, lo, lololo, lolo, lolo”, pero en el fondo era una traducción libre, muy libre del tema de Jagger y Richards. Aunque no lo supieran, lo sentían. A la siguiente, toca fado en la cuna de Portugal. La partitura continúa, los solistas también. El perfume sigue oliendo bien.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_