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‘Torrente’ y lasaña a los pies del Annapurna

Carlos Soria espera una mejora del tiempo para intentar la cima

Carlos Soria, durante la videoconferencia desde el Annapurna.
J. M.

Una inmensa mole de piedra, hielo y nieve de 8.091 metros se levanta majestuosa a las espaldas de Carlos Soria cuando esta mañana el alpinista, de 73 años, se conecta por videoconferencia con España desde el Himalaya. Es el Annapurna. Soria habla con los cascos puestos y mirando una pantalla de ordenador mientras un paraguas le protege a él y al equipo de la suave nevada que cae en el campo base. Soria habla de ella, del Annapurna, de la montaña que quiere escalar, si el tiempo lo permite, y que sería su 12º ochomil, en busca de convertirse en la persona de más edad que alcanza los 14 techos del planeta.

Sabedor de que nadie conquista una montaña si esta no quiere, Soria habla con respeto de la diosa Annapurna. “Aquí está la historia, el primer ochomil que subió un ser humano (Maurice Herzog y Louis Lachenal en 1950). Y es preciosa, maravillosa, con esa hoz al fondo… Un montañón”.

Carlos Soria, en plena ascensión al Annapurna.
Carlos Soria, en plena ascensión al Annapurna.

Después de una marcha de aproximación “terrible, muy dura, con mucho frío y en la que mucha gente se dio la vuelta”, la expedición, patrocinada por el BBVA, llegó a los pies del Annapurna. Pasaron dos noches en el campo I (a 5.100 metros) y otras dos noches en el campo II (a 5.700; el campo III está a 6.500 y el campo IV a 7.400), y ahora están de vuelta al campo base a la espera de que el cielo les dé una oportunidad. Vientos de 90 km/h barren la montaña, y en una cima tan despejada y abierta como la del Annapurna el éxito solo es posible si la velocidad baja a 30 o 35 kilómetros como máximo. Del campo base a la cima se necesitan cinco días para la ascensión, y ningún parte meteorológico es tan fiable para tantas horas seguidas.

“Pero no nos podemos poner nerviosos, hay tiempo”, dice Soria. Mientras, la vida transcurre tranquila en las tiendas de campaña del campo base. Preparan el cuerpo y la mente. “Hoy me he levantado a las 5.20, me he ido sin que nadie me viera y he subido y bajado 400 metros en dos horas para entrenarme. A las 7.50 estaba para desayunar”, cuenta el alpinista. A los 73 años, a Soria le cuesta un poco arrastrarse para entrar en la tienda, pero está feliz de protagonizar una aventura que le ha llevado a tener 200.000 seguidores en Facebook. A la espera de que esas nubes que ocultan el Annapurna se dispersen, los alpinistas comen lasaña –“tenemos un cocinero digno del mejor restaurante”-, comparten chorizo y risas con otras expediciones y ven películas, como Torrente. “Desde que existen los ordenadores se tiene menos tiempo libre”, dice Soria. Él no tiene prisa: “El gran placer de subir una montaña se siente poco a poco”.

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Sobre la firma

J. M.
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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