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Falcao no perdona ni media

El ariete aprovecha los errores de Raúl Bravo y Cobeño para descomponer al brioso Rayo y firmar el triunfo de un Atlético sin juego

Falcao celebra su gol ante el Rayo.Vídeo: Sergio Barrenechea
Jordi Quixano

Al Rayo le superó su ímpetu, su voluntad de jugar en tierras hostiles sin importarle el azote perenne del viento. Falló Raúl Bravo al salir al corte y se sonrojó Cobeño al despegarse de su portería. Dos calamidades que penalizó Falcao, delantero que no perdona ni media y que mantiene inflexiblemente al Atlético en la lucha por Europa, siempre con el gancho oportuno, con el gol por bandera. Pero más que un triunfo fue un alivio porque al Atlético le faltó de nuevo fútbol, que no remate ni competitividad.

El equipo rojiblanco se da de bruces con la cruda realidad a cada duelo que se le complica porque no tiene la capacidad de corregirse con el tren en marcha. Simeone descarta el intervencionismo porque entiende el juego de una única manera, porque así lo ejecutó con las botas puestas y así lo quiere ordenar desde el área técnica. Resulta el Atlético, sin embargo, un equipo de una sola versión, la del balón directo y el contragolpe, solo discutido por los mejores intérpretes, por genialidades ocasionales de Falcao, Turan, Diego y sobre todo Adrián. Torpe para gobernar los duelos como su escudo e historia exigen, de resolverlos con la autoridad que se le presupone, hace bueno sin quererlo el tópico de que no hay rival pequeño. Cualquiera le pone en apuros y más el Rayo, que subraya con lo que poco que tiene la presión y el pase, que le sobra bravura pirata. Quizá por eso ni notó las tres ausencias capitales —Joel, Pulido y Diego Costa—, las tres cesiones del Atlético con cláusula, esa que dice que son amigos pero no tanto.

RAYO, 0 ATLÉTICO, 1

Rayo: Cobeño; Tito, Arribas, Raúl Bravo (Pacheco, m. 78), Casado; Movilla (Diego Benito, m. 86), Trashorras; Lass (Delibasic, m. 77), Michu, Piti; y Tamudo. No utilizados: Ismael; Rober, Alcañiz y Diamanka.

Atlético: Courtois; Juanfran, Miranda, Domínguez, Filipe Luis; Tiago, Mario Suárez; Salvio (Arda Turan, m. 61), Diego (Perea, m. 91), Adrián; y Falcao. No utilizados: Asenjo; Godín, Gabi, Koke y Pedro Martí.

Gol: 0-1. M. 64. Falcao aprovecha los errores de Raúl Bravo y Cobeño para definir el contragolpe.

Árbitro: Mateu Lahoz. Mostró la cartulina amarilla a Movilla, Lass, Tamudo, Miranda, Trashorras, Adrián, Arribas, Tito.

Vallecas: 10.000 espectadores.

Reacio a perder su identidad gallarda que casi ya le ha asegurado la permanencia en Primera, el Rayo trató de presionar en campo ajeno. Nada le hace más daño al Atlético, incompetente para sacar el cuero jugado desde atrás cuando siente el aliento del rival, estéril para conectar las líneas porque los centrales tienen el pie cuadrado, desdibujado porque los mediocentros no atinan a descontar contrarios con sus mezclas. La consecuencia, irreversible, fue el balón largo en busca de Falcao, infatigable en la jarana, por más que se lleve tantos topetazos como desilusiones en carreras vacías. Pero, persistente, el delantero también gana sus balones. Oro en paño para el Atlético, que destapa las bandas con las carreras de Salvio y Adrián, con unos zigzagueos estupendos. Falló, sin embargo, el remate oportuno al centro, el lazo al juego. Filipe no resolvió la filigrana de Adrián y a Falcao le faltó un centímetro para cazar el pase de Salvio.

Acostumbrado el equipo a la velocidad y no a la pausa, al fútbol vertical y no al toque, el Atlético tampoco se preocupó en recuperar la pelota para jugarla, sino que se esmeró en llegar al área rival de cualquiera de las maneras. Le bastan tres toques para expresarse. Fue, a buen seguro, un duelo de lo más satisfactorio para Simeone, que defiende el golpeo y no el pase, que pretende el gol sin manufacturar. Pero casi se queda en un gatillazo, ausente la asistencia definitiva; las estrecheces de tiempo y espacio que ofreció el Rayo fueron excesivas para Diego, sin voz ni voto en el duelo, sin el balón junto al pie.

Más protagonismo reclamó el Rayo. Movilla movió el cotarro desde la medular, Michu lo electrificó con sus movimientos de entrelíneas y a Tamudo se le negó el gol porque Courtois es un portero sobresaliente, capaz de sacarle la manopla donde a pocos les alcanzó la vista, a la mismísima escuadra. Se echó en falta, sin embargo, el impulso de Lass, reducido a la nada por Juanfran, que prefiere batirse con extremos rápidos que habilidosos. Hasta que se le ocurrió retarle con un quiebro, hasta que soltó un latigazo que le cuchicheó al palo por fuera. No le alcanzó al Rayo para firmar un gol, para descomponer el ejercicio defensivo del Atlético, bien acompasado y equilibrado.

Sin más ideas, tiró el equipo rojiblanco de la estrategia. Tiago envió el cuero a la red —bien invalidado por fuera de juego— y Mario apuntó al bulto cuando lo fácil era marcar. Pero inconformista, Falcao domeña al rival cuando menos se lo espera. Un pase en largo de Juanfran fue una tortura para Raúl Bravo y Cobeño, que midieron mal los tiempos, y el edén del ariete y el Atlético. Dos regates, un disparo y el gol, el triunfo que valida la apuesta; el Atlético mira hacia arriba.

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