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El Atlético se reconcilia con el fútbol

El eléctrico equipo de Simeone recobra el toque y desfigura a un Valencia sin apetito

Jordi Quixano
Falcao marca de cabeza el primer gol del Atlético anticipándose a la acción de Topal.
Falcao marca de cabeza el primer gol del Atlético anticipándose a la acción de Topal.pierre-philippe marcou (AFP)

El Atlético ha encontrado en la Liga Europa la panacea a sus retortijones ligueros. Esta competición no le puso el cartel de favorito y eso le sienta de rechupete, sobre todo porque en la nacional se le exige que demuestre su caché y prestigio a cada duelo. En Europa es otro cuento, ese que descubre la mejor versión del equipo, como la que se vio en el Olímpico de Roma frente al Lazio y la que expresó anoche en el Calderón: persistente en el toque, voraz en la carrera y afinado en el remate. Un cóctel delicioso que le valió una goleada y que se le atragantó a un Valencia de lo más desganado, reacio a competir y cada vez con más costurones a medida que se culmina el curso y el ciclo de Emery en el banquillo. Pero tuvo el acierto de aparecer en dos saques de esquina, ambos al final de cada acto, lo que le dejó un resquicio a la esperanza.

ATLÉTICO, 4 - VALENCIA, 2

Atlético: Courtois; Juanfran, Miranda, Domínguez, Filipe Luis; Gabi, Mario Suárez; Adrián (Salvio, m. 89), Diego (Perea, m. 87), Turan (Tiago, m. 80); Falcao. No utilizados: Asenjo; Assunçao, Koke; P. Martín.

Valencia: Diego Alves; Ricardo Costa, Rami, Víctor Ruiz, Mathieu; Topal, Tino Costa; Feghouli (Canales, m. 71), Jonas (Aduriz, m. 80), Jordi Alba (Piatti, m. 71); Soldado. No utilizados: Guaita; Bruno; Parejo, Maduro.

Goles: 1-0. M. 18. Falcao. 1-1 M. 45+2. Jonas. 2-1. M. 48. Miranda. 3-1. M. 53. Adrián. 4-1. M. 77. Falcao. 4-2. M. 90+4. R. Costa

Árbitro: Craig Thomson (Escocia). Amonestó a Feghouli, Arda, Diego Alves

Unos 50.000 espectadores en el Vicente Calderón. La vuelta, el jueves 26, en Mestalla (21.05, Telecinco).

Le sienta bien el traje europeo al Atlético, algo que ya se intuyó al arrancar el encuentro. Por primera vez desde que llegara Simeone, el equipo no soltó un pelotazo nada más sacar de centro. Era otra propuesta, en la que la pelota cobró el protagonismo que se merece. Era un Atlético fusionado que recogió lo mejor de los dos técnicos de este curso: la paciencia en la elaboración que inculcó Manzano y la agresividad y persistencia que remarca y contagia Simeone. Un equipo mayúsculo, hasta el punto de que desdibujó al Valencia, raquítico en ambición y nulo a la hora de conjugar el esférico. El balón era propiedad privada del Atlético y, por una vez, supo lo que hacer con él.

Anémico, al Valencia el partido pareció no venirle en gana. Apostó Emery por la versión dura, la que rompe en la medular y busca el contragolpe, con Soldado y Jonas adelantados, sin Parejo ni Piatti, tampoco Canales, nadie que generara fútbol en el ataque estático. Con las líneas soldadas y sin ningún albedrío o concesión a la virguería, el equipo se perdió en pases kilométricos en busca de las sucesivas carreras infructuosas de los hombres avanzados. Coqueteos de quinceañeros. Nada de nada. Incluso en los córners en contra, no dejaban a nadie en la medular para armar el contragolpe; todos de la mano en el área y que ataque quien pueda. Sin más ingenio, se remitieron a las jugadas a balón parado. Una suerte que no le resultó nada esquiva y que discutió por un momento el envite sugerente del Atlético, que halló en Arda Turan el puñal necesario. De hecho, así se expresó en esa primera jugada en la que el equipo descartó hacer un chichón al esférico. Balón a Turan, que ganó la línea de fondo, y centro malogrado. En el segundo, Falcao no acertó a solventarlo con un remate al bulto. Y en el tercero, el de la vencida, el turco sacó el gancho para volver a encontrar a Falcao, que recogió el balón dócil porque tocó en la pierna de Víctor Ruiz y cabeceó a gol.

El Valencia, sin embargo, mostró tanta fragilidad en su área como virulencia en la contraria, siempre en las jugadas de estrategia. Topal remató desviado una falta lateral, Rami conectó un testarazo que le sacó astillas al palo en un saque de esquina y, al siguiente, se adelantó para prolongar al segundo palo, donde Jonas puso la puntera para igualar el duelo. Al menos en cuanto a resultado, que no a juego. Era el partido del Atlético, que al fin se había reconciliado con el balón y con el fútbol, después de una temporada gris, con más carreras que pases.

El balón era propiedad privada del Atlético y, por una vez, supo lo que hacer con él

No cambió anoche su renovado estilo el equipo rojiblanco, con los zagueros primando el pase al pelotazo, con Diego multiplicándose en la zona de creación, con Juanfran y Filipe Luis como alborotadores al descorcharse en los flancos, y con Arda y Adrián como los escuderos de la guindilla Falcao. La salsa la puso Simeone, que le vino un balón con fuerza a la altura de la cintura y, en vez de pararlo con las manos, lo envió a la gradería para el éxtasis de la hinchada, efervescente como nunca, infatigable al desaliento y conforme con la propuesta y el gobierno del duelo. Demasiados alicientes para que el equipo no funcionase. Así, Miranda apareció en una falta botada por Diego y puso la cabeza para lograr su red; Adrián aprovechó una mal cesión de Topal para marcarse un zigzagueo de esos en los que sugiere una cosa con la cintura y hace la contraria con los pies, y que finiquitó con un chut raso, también a gol, y Falcao le emuló con otro sprint, dos quiebros y un disparo que quitó las telarañas a la escuadra. Toda una obra de arte que dejó patitieso al aficionado, que tardó en reaccionar, como si  tras frotarse los ojos validara el golazo. Pero el Valencia, de nuevo sobre la bocina, encontró en otro córner la ilusión para la vuelta, el gol de Ricardo Costa.

Fue, en cualquier caso, un baile que derritió al Valencia y que desató las ilusiones del Calderón, que abrió los ojos como platos al ver el fútbol magnético del Atlético y cerró los puños para festejar que la final de Bucarest parece estar a la vuelta de la esquina.

El balón parado no es rojiblanco

L. J. MOÑINO

Falcao domina su área tanto como al Atlético le cuesta dominar la suya en las jugadas a balón parado. El colombiano cumplió cuando sacó la cabeza con oportunidad para remachar un centro de Arda Turan que tocó en Jordi Alba. El gol coronó el quizá mejor primer tiempo de la era de Simeone. Después firmó otro más de un disparo colosal y ya es el máximo goleador del torneo con 10 tantos, los mismos que Huntelaar (Schalke).

Pero toda esa labor, acompañado de un trato del balón como no se veía en el Manzanares, se vino abajo en principio por el gol encajado al filo del descanso. Otro tanto más a balón parado, el 11º en el curso. Ramí avisó primero con un cabezazo rozando el poste. Luego, prolongó de cabeza para que Jonas empujara el 1-1. Pero aún se produjo el 12º, ya en el suspiro final. De Ricardo Costa, al saque de un córner. Esos goles son los que mantienen vivas las esperanzas del Valencia tras el 4-2.

Los rojiblancos estuvieron impecables encajonando a su rival. No existieron ni Costa, ni Feghouli, ni Soldado ni Jonas. Apenas tuvo juego el equipo de Emery, pero en cada falta o en cada córner se lo hizo pasar mal al Atlético. Simeone anda dándole vueltas a la defensa. Ayer volvió a colocar a Domínguez con Miranda. Godín, gran represaliado por el partido con el Madrid, estaba sancionado. Entre los dos controlaron bien a Soldado. Miranda parece ser la apuesta más decidida del técnico para el eje. Le correspondió con el segundo gol, de un cabezazo. Esta vez no fue en contra.

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