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“Boxeo y fútbol no son tan diferentes”

Juan Cruz
José Luis Cuerda.
José Luis Cuerda.TOMÁS ONDARRA

Este hombre tiene alma surrealista (Amanece que no es poco) y una enorme fuerza sentimental, la que aparece en su película La lengua de las mariposas, que hizo con Rafael Azcona de coguionista al mando de Fernando Fernán-Gómez partiendo de unos relatos de Manuel Rivas. Ahora ha terminado otra película a partir de un texto de Rivas (Todo es silencio), que también hizo el guion. Ahí, en ese rodaje (en Galicia y en Madrid) echó de menos este albaceteño de 1947 no haber hecho más deporte que el poco fútbol que practicó en su bienio de seminarista, cuando tenía 14 años. En el rodaje de Todo es silencio se dio cuenta de que, en efecto, le tenían que llevar en tractores por los arenales, para dirigir las secuencias. “Y esa es una imagen lamentable”, dice. Porque para el cine, como para todo, “hace falta salud y no sé si también agilidad física, y esa es la que va faltando”.

Cuerda, además, ha cambiado su imagen de manera radical. “Y ahora me dicen que parezco médico o notario”. Pues se ha afeitado su barba de abuelo de una película inglesa de Navidad y ha adelgazado hasta niveles que desmienten su pasado de hombre al que el vino (que cultiva en viñas de Ourense) y la comida le resultan pasiones inseparables de la otra que también lo alimenta, el cine.

Así que físicamente no se ha cultivado nada. “Pero no es culpa mía”, dice. De muy chico sufrió una pleuresía, que le mantuvo casi un año en cama. Y luego tuvo una úlcera, un calvario de salud. “Salí de esa postración tan flaco que mi madre decía que se me transparentaban las orejas”. Esa apariencia asustó a la familia. “Así que se aplicaron con una gran eficacia a convertirme en un gordo, y así estaba yo en el seminario”, recuerda. Así que el fútbol entre curas lo agarró debilucho pero gordo, con lo cual los compañeros lo usaban de defensa o de mirón. “Y como espectador supongo que sí hice algo, porque de protagonista fui nulo”.

Jugaba al fútbol... “Siempre mal, pero como era grandón pensaban que daría bien en esa demarcación, defensa central. Lo hacía muy mal. Pero para los compañeros era un futbolista muy codiciado, porque tenía botas, y me las pedían prestadas. Era el único que tenía botas en todo el seminario”, explica. Era malo en todo; también en tenis, que jugaban “en unas canchas en las que había más piedras que llano”. Hizo natación... “en unas piscinas de Hellín, donde estaba el seminario; como fabricaban esparto, allí lo mojaban, y la piscina tenía tanto cieno que nos hundíamos. Un día me tiré de cabeza y allí quedé clavado, con mis pies sobresaliendo”. Del seminario salió ya pensando que quizá a Dios se le atribuían demasiadas responsabilidades (“¡es el que nos tenía que salvar, sin nosotros hacer nada!”) y la fe se le enfrío hasta hacerse el agnóstico que es hoy; “no era honrado estar confiándole a Dios lo que fuéramos a hacer. Yo no necesitaba eso. Ni era honrado seguir diciendo que creía en algo que ya no me decía nada”.

La entrada del cine

Cuerda destaca algunos artistas del boxeo, como Cassius Clay o Joe Frazier, por los que dejaba cualquier cosa cuando era espectador de ese deporte. Y en fútbol halla dandis de esa magnitud, más o menos. Cita a Laudrup. Y a Hugo Sánchez (“el yerno de Fernando Rey”, precisa). Juanito “representaba muy bien a la plebe jugando al fútbol”. “Pero lo que me jode del fútbol es su magnitud económica, y que la gente pague las entradas que paga y se queje de lo caro que es el cine. ¡Si una entrada para ver el Sporting en el Bernabéu vale 50 euros y es barata! Y en la sala Berlanga, que se oye y se ve de puta madre, entrar vale siete euros”.

Alrededor de Cuerda el juego tomó entonces otro derrotero, y era juego de veras, aunque no se practicaba en las canchas. Su padre fue uno de los grandes jugadores de póquer de España, “un juego perfectamente serio en el que él era un profesional destacadísimo”. “De ese juego nos nutrimos realmente mis dos hermanos y yo, y de ese juego sí oíamos hablar, mucho más que de fútbol o de tenis. Como ya sabes qué reputación tiene el juego, mi padre nos decía a los hermanos: ‘Vosotros habéis salido buenos porque os ha dado la gana”. Con ese bagaje y ese padre (la madre había fallecido ya), Cuerda y los suyos viajaron a Madrid en 1962, y si no fuera por la atracción de Ourense aquí estaría todo el rato.

Al padre le gustaba cazar perdices e ir de pesca, cuando descansaba del juego. Y Cuerda quiso hacerse cineasta (lo que es), pero no pudo ingresar en la Escuela Oficial. Los avatares lo llevaron al cineasta que es hoy, pero antes estuvo en la televisión. Y ahí es donde se familiarizó con el fútbol, como realizador. “Trabajaba con Pedro Erquicia en los Informativos no diarios de TVE, y los domingos me pagaban más por filmar goles, y allá iba. Siempre recuerdo un partido en Bilbao, el primero al que fui. Nos gritaban ‘¡Hijos de puta!’ desde la grada, porque el domingo anterior no habíamos emitido un gol del Athletic. Muy fuerte el graderío gritando ‘¡Hijos de puta!”.

En esa época se juntaba con amigos a ver combates de boxeo. “También me gustaban los toros, donde había sangre. Pero yo no me daba cuenta, ni en el boxeo ni en los toros me daba cuenta de que había sangre. Un día fui con la actriz Anna Galiena a Las Ventas, y en el descabello ella me dijo: ‘Ya no aguanto más’. Le comprendí perfectamente, y nos fuimos. Yo veo sangre y me mareo, pero fíjate que en los toros y en el boxeo esa sangre no me afectaba nada. Un día, viendo un combate por la televisión, cada vez que uno de los contendientes era golpeado, la madre de un amigo gritaba: ‘¡Ay, esa madre, ay esa madre!”.

Por el fútbol llegó a sentir “una antipatía tremenda”; entre otras cosas, porque a veces había que interrumpir los rodajes para que el equipo se fuera a ver los campeonatos mundiales cuando jugaba España. “Y no te creas”, dice, “que el fútbol y el boxeo no son tan distintos: en ambos casos, en el boxeo de élite y en el fútbol, se trata de millonarios en calzoncillos peleándose por dinero. Pero hay boxeadores y futbolistas excepcionales, verdaderos artistas, cómo te lo voy a negar”.

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