_
_
_
_
_

Y Beckenbauer se fuma un habano

El Bayern celebra el triunfo hasta las cuatro de la madrugada en un hotel de Madrid

Jupp Heynckes, Jérome Boateng y Uli Hoeness celebran en el hotel la victoria ante el Real Madrid.
Jupp Heynckes, Jérome Boateng y Uli Hoeness celebran en el hotel la victoria ante el Real Madrid.Christof Koepsel (Bongarts/Getty Images)

A las 3.41 de la pasada madrugada apareció Manuel Neuer en la sala Neptuno del hotel Palace, de Madrid, con cara de sorpresa. Lo recibió una nube de humo y una salva de vítores procedente de esa mezcla de jugadores, técnicos, directivos y aficionados del Bayern envueltos en una juerga. El héroe se unía a la fiesta. “Manuel, Manuel, Manuel”, corearon sus compañeros, en reconocimiento a su portero. Tres horas antes, Neuer había detenido dos penaltis al Madrid (uno a Cristiano y el segundo a Kaká, ambos estirándose a su derecha) que clasificaban al Bayern para la final de la Champions en su estadio ante el Chelsea del próximo día 19 de mayo. Los 25 millones de euros abonados por su traspaso del Schalke, el pasado verano, quedaban amortizados.

A esas horas, Franz Beckenbauer ya se había retirado a sus aposentos. “Necesito una cerveza: he estado corriendo 120 minutos”, disparó, entre risas, el presidente de honor del Bayern nada más llegar a la celebración. Hubo cerveza a mansalva, servida por camareras alemanas ataviadas con trajes tradicionales bávaros, pero era una noche muy especial y los directivos del Bayern, en la mesa presidencial, también saborearon unos poderosos puros habanos. El Kaiser repartía sonrisas, autógrafos y fotos mientras daba cuenta del cigarro. Competía en el arte de fumar con otra institución germana, Karl-Heinz Rummenigge, infringiendo ambos la ley española antitabaco ante la resignación de los camareros del hotel. “Claro que está prohibido, pero unos lo respetan y otros no”, repetía uno de ellos.

Hoy es un día histórico para el fútbol alemán, comparable a la semifinal de Alemania contra Italia en el Mundial de México 70 Karl-Heinz Rummenigge

Antes, Rummenigge, presidente ejecutivo del Bayern, había pronunciado un discurso muy solemne. “Hoy es un día histórico para el fútbol alemán, comparable a la semifinal de Alemania contra Italia en el Mundial de México 70 o a la semifinal frente a Francia de España 82”, declamó. A su lado, otro icono algo más veterano, Uli Hoeness, ahora director general, departía con unos y otros, activado por la euforia. “Somos unos finalistas absolutamente justos. Fuimos mejores en la ida y en la vuelta”, proclamó. 36 años antes, Hoeness había errado uno de los penaltis de la tanda que dio a la República Checa la Eurocopa de 1976 y convirtió en leyenda al centrocampista checo Antolin Panenka al batir a Maier, con una picadita por el centro, desde los 11 metros.

Mucho más tímido, agazapado entre los jugadores, nadie podía borrar la sonrisa de la sonrosada cara de Jupp Heynckes. Antes del partido, el entrenador del Bayern les había recordado a sus jugadores que él, como técnico de otros equipos españoles (el Tenerife y el Athletic), nunca había perdido en el Bernabéu. Una manera de espantar los miedos. El entrenador que conquistó sin apenas reconocimiento la séptima Copa de Europa para el Madrid no quería ningún tipo de revanchismo. ¿El día más feliz de su carrera? “Nooooo”, respondió en español cuando se retiraba a su habitación, a las tres de la madrugada. Sin ninguna cortapisa a la celebración de sus futbolistas. Toni Kroos se tomaba un tequila mientras Lahm, Badstuber, Müller y Olic zarandeaban al hombre más popular de la velada: Hermann Gerland, el encargado de la cantera bávara. “Du bist der beste Mann (eres el mejor)”, le cantaban sus antiguos muchachos en la escuela del Bayern. Seis de ellos (Lahm, Badstuber, Alaba, Kroos, Müller y Schweinsteiger) acababan de eliminar al Madrid. Aferrado a una copa y a un habano, Gerland, excentral del Bochum, era absolutamente feliz, acordándose de otro de sus chicos, el central Hümmel, ahora en el Borussia Dortmund. “Hümmel es un gran líder”, comentó, lleno de orgullo.

Ajeno a la algarabía, Mario Gómez atendía en la recepción del hotel las visitas de sus familiares y amigos españoles. “Son del Barça”, exclamó el delantero del Bayern refiriéndose a sus visitantes. Eran las 4.05 de la madrugada cuando los camareros del hotel instaron al Bayern a terminar la fiesta. El triunfo en el Bernabéu bien valía un habano en el corazón de Madrid.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_