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Koné no quiere volver a marcar

El delantero del Levante evita alcanzar los 18 goles que le obligarían a volver al Sevilla

Koné celebra su último gol con el Levante.
Koné celebra su último gol con el Levante.JOSE JORDAN (AFP)

A partir del minuto 67 del pasado sábado en el Ciutat de València, cuando marcó su 17º gol de la temporada, ante el Granada, Arouna Koné (Anyama, Costa de Marfil, 1983) huyó de la portería contraria como de la peste. El delantero del Levante primero se quitó la camiseta, mostrando los nombres de sus cinco hijos escritos en letra infantil, para recibir con una sonrisa la quinta tarjeta que le impediría disputar el partido siguiente ante el Zaragoza en la Romareda. Después empezó a quejarse de dolores varios hasta ser sustituido siete minutos después. Tras marcar 15 tantos en Liga y dos más en la Copa del Rey, Koné está a uno de alcanzar la cifra por la que, según una cláusula de su contrato, volvería a su club de origen, el Sevilla, que pagó por él 12 millones al PSV en verano de 2007. Y eso no lo quiere de ninguna manera el delantero marfileño, ni siquiera para que el club hispalense obtenga un beneficio económico por su venta. Si llegara una oferta por él, Kone prefiere que el beneficiado sea el Levante, donde ha renacido como futbolista.

El atacante marfileño llegó al Levante un par de días antes de iniciarse la Liga. Como ya no quedaban números, tomó el dorsal 2 sin darle mayor importancia. El entrenador, Juan Ignacio Martínez (JIM), supo cómo tratarlo. Para alguien que venía de cuatro temporadas casi inéditas en el Sevilla, machado por las lesiones y la falta de continuidad, JIM le dio tranquilidad y paciencia, además de la posición de nueve en propiedad. El primer gol, en la victoria ante el Madrid en el Ciutat de València, fue como una liberación. Poco a poco empezó salir el enorme delantero que llevaba dentro: potente en carrera, hábil en el juego de espaldas a la portería contraria y poderoso tanto en el disparo como en el remate de cabeza. A diferencia de su antecesor en el puesto (Felipe Caicedo), Koné era tenaz y trabajador, tanto dentro como fuera de casa, perfecto para jugar a la contra.

El vestuario, liderado por el capitán Ballesteros, lo acogió con cariño y entusiasmo. Él se sintió pronto como en casa. Cada viernes, visita una de las mezquitas de Valencia para rezar. Es una cita ineludible. Entre semana, reparte sonrisas en la caseta granota, agradecido de volver a ser importante en un equipo. Y poder mantener a su numerosísima familia: tiene 15 hermanos.

En algún momento, había llegado a verse como un exfutbolista. En verano de 2008, en un amistoso con la selección marfileña, se rompió la triada: rotura de ambos ligamentos de la rodilla y el menisco. En cuatro años en el Sánchez Pizjuán, marcó un gol en 40 encuentros. Y se llevó la impresión de que un entrenador tras otro iba apartándolo de la plantilla. El último, Marcelino, le invitó a buscarse una salida. La ha encontrado en la entidad granota. Esta le ha permitido disponer de sus propios masajistas e incluso un médico de cabecera en París al que visita de vez en cuando. Tras cada partido, Koné necesita un par de días para recuperarse. Los huesos maltrechos y esa potente musculatura precisan tomarse su tiempo. Tiempo para disfrutar del fútbol en el vestuario granota o en cualquier otro. Menos el del Sevilla.

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