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Messi glorifica a Guardiola

El argentino anota los cuatro goles del Barça al Espanyol en el adiós del técnico al Camp Nou

Ramon Besa

El Camp Nou fue más que nunca un clam al inicio y al final: “¡Guardiola!”. La gent blaugrana despidió ayer a su entrenador con una ceremonia muy culé. El oficio tuvo un tono medido, humilde, un punto romántico, siempre estético. No es fácil proceder con naturalidad y espontaneidad cuando manda la organización y delante está Guardiola. Los mejores instantes acostumbran a llegar de manera insospechada en el fútbol, y al fin y al cabo el de Guardiola ha sido siempre un equipo de mucha continuidad en el juego más que de momentos. Ha calado el fútbol de forma armónica y los títulos no se han contado como producto de la casuística sino como consecuencia de una idea y un método. Ya pasaron los mejores momentos, de manera que ahora se impone un ejercicio de nostalgia, después de que se oficiara un acto de gratitud muy sensible y bello por su sencillez. No es falsa modestia, sino que es la manera de ser de Guardiola.

BARCELONA, 4 - ESPANYOL, 0

Barcelona: Pinto; Montoya, Puyol, Mascherano, Adriano (Tello, m. 77); Keita (Cesc, m. 65), Busquets, Thiago; Pedro, Messi e Iniesta (Xavi, m. 80). No utilizados: Valdés, Alves, Afellay y Bartra.

Espanyol: Cristian Álvarez; Raul Rodríguez, Forlín, Héctor Moreno, Didac; Javi López (Cristian Gómez, m. 59), Víctor Sánchez, Baena, Verdú (Rui Fonte, m. 80); Weiss y Álvaro (Coutinho, m. 65). No utilizados: Casilla, Amat, Uche y Pandiani.

Goles: 1-0. M. 11. Messi. 2-0. M. 63. Messi. 3-0. M. 74. Messi. 4-0. M. 78. Messi.

Árbitro: Teixeira Vitienes. Mostró la tarjeta amarilla a Forlín, Busquets, Víctor Sánchez, Dídac, Cristian Álvarez, Álvaro, Tello y Puyol.

89.044 espectadores en el Camp Nou.

Así que ayer había cola en el Camp Nou para dar las gracias a Guardiola. Querían quedar bien los directivos, que han viajado por el mundo con un Rolls Royce, más que nada porque el equipo ha ido como una seda: nunca fue tan fácil ser miembro del consejo como hasta ahora. Los jugadores jamás habían disfrutado ni ganado tanto como con el todavía entrenador del Barça, de manera que anoche cada uno intentó a su manera devolverle el afecto recibido y la grandeza alcanzada, sobre todo Messi, que le dejó cuatro goles como recuerdo. Y los aficionados desfilaron por los distintos murales del estadio para poner su firma y dedicatoria al técnico por hacerles más felices que nunca, cosa que se ve y se nota en la exhibición de los símbolos barcelonistas en el campo, la calle y las aulas: a la gente le gusta vestir la zamarra azulgrana.

El mayor mérito de Guardiola en sus cuatro años de mandato en el Camp Nou y uno en el Miniestadi ha sido situar al equipo a la altura de la grandilocuencia de un club centenario. El salto de calidad es mayúsculo: el Barcelona ya no solo tiene un relato como institución sino que también dispone de uno de los discursos futbolísticos más admirados. Si Gamper ha sido el presidente por definición y Kubala el jugador que mandó construir el Camp Nou porque Les Corts se había quedado pequeño, Guardiola es ahora el entrenador por excelencia.

Ocurre que Pep está agotado y necesita tomar aire, distanciamiento, para regresar quién sabe en condición de qué después de ser recogepelotas, jugador, capitán y entrenador, y tras haber convertido a Messi en el mejor jugador mundial. Y bien que se lo agradeció anoche La Pulga con cuatro goles, uno por cada una de las temporadas en las que Guardiola ha estado en el banquillo del Camp Nou.

La carga emotiva ayudó a digerir

Abatido por última vez Cristian Álvarez, Messi acudió en su busca y el equipo se fundió en un abrazo multitudinario con su entrenador. El detalle salvó el partido y fue el mejor colofón del homenaje a Guardiola.

La carga emotiva ayudó a digerir un encuentro sin historia, sin picante deportivo, porque el título de Liga ya está en Madrid y Europa le pilla lejos al Espanyol. Acaso los blanquiazules procuraron dignificar el derby porque no atendieron a la amabilidad que sugería la despedida de Guardiola, sino que como buen adversario ciudadano quisieron discutir futbolísticamente con el Barça hasta que se lo impidió el árbitro. Nada nuevo, por otra parte, si se recuerda que Pochettino es el técnico que más puntos le ha quitado a Guardiola. Aprietan siempre los españolistas a los barcelonistas. La presión es intensa en la divisoria, donde forman cuatro medios, y también en el área barcelonista, zona en que los delanteros del Espanyol buscan el uno contra uno con los zagueros azulgrana.

El mayor mérito de Guardiola ha sido situar al equipo a la altura de la grandilocuencia de un club centenario

Al Barça le costó salir de su cancha, eliminar el acoso adelantado del Espanyol y dar velocidad al balón. A falta de profundidad y desequilibrio colectivo, se impuso la calidad individual a balón parado. La diferencia la marcó Messi desde el inicio cuando coló un libre directo desde fuera del área por la escuadra izquierda. Ni Weiss ni Verdú, en cambio, atinaron en sus lanzamientos de falta. Sin mucho juego y alterno como era el dominio, las jugadas episódicas y las intervenciones desafortunadas del árbitro, muy machacón con el Espanyol, marcaban el partido.

Messi y Guardiola se abrazan tras uno de los goles.
Messi y Guardiola se abrazan tras uno de los goles.MANU FERNANDEZ (AP)

Ausentes Alves y Cesc, desterrado de nuevo Iniesta al extremo izquierdo, al Barcelona le faltaba control y fluidez de la misma manera que no tenía llegada ni pegada el Espanyol. No quedaba más remedio que mirar a Messi. La Pulga aspira a ganar el Pichichi (50) y la Bota de Oro (72) mientras Valdés se asegura el Zamora. Los guiños del fútbol son así de caprichosos: el Barcelona ha perdido la Liga a pesar de contar con el mejor portero y el máximo artillero. Messi marcó ayer los cuatro de la jornada: dos de penalti, los dos muy discutidos; uno de falta y, en medio, un tercero marca de la casa por la manera como cruzó la pelota después de la asistencia de Adriano.

El monólogo de Messi, solo interrumpido por un salto espectacular de Mascherano para evitar el gol del honor del Espanyol, iluminó un partido en que la hinchada se contuvo mucho rato, como si aguardara hasta el final, más que nada porque así lo había mandado Guardiola, que siempre quiere cada cosa a su tiempo. Y hace bien porque Messi no metió el quinto de milagro después de tocar la pelota a la carrera sobre la salida del portero del Espanyol. Ningún regalo le gustó más a Guardiola que los goles de Messi. No puede dejar mejor legado el entrenador que el mejor jugador del mundo. Messi es el punto final de la obra gigantesca de Guardiola.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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