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Las cuerdas que mantienen el tenis

Los encordadores cambian la tensión de las raquetas para adaptarlas a la nueva superficie azul

Javier Galán Caballero
Sombra de la raqueta de Agnieszka Radwanska en el Masters de Madrid.
Sombra de la raqueta de Agnieszka Radwanska en el Masters de Madrid.PEDRO ARMESTRE (AFP)

El color de la pista en el Abierto de Madrid se cambia por el azul y la tensión se altera. La de las cuerdas de las raquetas. La tensión del cordaje que suelen utilizar los tenistas, de la que se guardan datos de los últimos cinco años, ha oscilado en esta edición, dependiendo del jugador, entre cerca de un kilo por encima o debajo de la habitual. Lo cuenta Xavi Segura (Barcelona; 1976), responsable de los encordadores en los primeros días del torneo: “Nosotros necesitamos que los tenistas nos cuenten sus sensaciones. En los primeros entrenamientos mantuvieron la tensión de sus cuerdas, que suele rondar los 24 kilos. Al ir practicando nos pedían rectificaciones; decían que los golpes cortados no vuelan tanto, que el bote es menos vivo, similar al de la hierba”, explica.

Los encordadores del Masters 1000 de Madrid pasan unas 14 horas al día encorvados sobre unos artefactos que hacen girar las raquetas. Al fondo de la sala de jugadores ejercitan su mecánico trabajo, por el que cobran unos 100 euros diarios, afirma Segura. Consiste en coger una cuerda que ensartan en una raqueta que giran en cada paso. Tiran con fuerza del cordel que acaban cortando con unos alicates y anudando. Así hasta las 35 cuerdas que tienen de media las raquetas. Este jueves, encordaron más de 900.

De los encordadores depende el último parámetro que determina el golpeo, la tensión de las cuerdas

De enlazar las cuerdas de poliéster de unas 150 se ha encargado Segura. Reconoce que, aunque no es partidista, trabaja más ilusionado cuando se trata de la raqueta de un tenista español, por ejemplo, las de Nadal, uno de los pocos tenistas de lo más alto que se vale de los servicios de los encordadores de cada torneo. No como Federer o Djokovic, explica Segura, que contratan a otras empresas, asegurándose la continuidad de quien manipula sus raquetas.

De los encordadores depende el último parámetro que determina el golpeo, la tensión de las cuerdas. Es esta la que marca la potencia y el control, comenta Segura. “A mayor tensión en el cordaje, más control en el golpeo: hay que darle más fuerte a la pelota para dirigirla; a tensiones más bajas gana potencia”, comenta por teléfono mientras se dirige a su casa de Barcelona. Su trabajo en Madrid, donde cada día van quedando menos tenistas necesitados de raquetas, ha terminado. No así el de Gorka Alday, que hasta el sábado continuará encordando raquetas con los mismos dedos que hoy, vendados, entrelaza por las cuerdas con soltura al lado de Juan Pablo Carnetto, que en un cuarto de hora prepara la raqueta de, por ejemplo, el canadiense Adil Shamasdin, número 81 del mundo en dobles. Una más de las 25 que dice llevar hoy.

“No deja de ser un trabajo físico, en que se está de pie desde media hora antes del primer entrenamiento de las ocho de la mañana hasta el final del último partido a las doce de la noche, en que la vista se cansa de centrar la mirada y que castiga las manos”, concluye Segura. Circunstancias que no han evitado toda una vida encordando, desde que de adolescente su abuelo le pagase 200 pesetas por cada raqueta hasta encargarse del equipo español de la Copa Davis desde el año 2000. Su próxima cita con las cuerdas, Roland Garros.

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Sobre la firma

Javier Galán Caballero
Reportero en la sección de Narrativas Visuales. En el periódico también ha cubierto la actualidad en la sección de última hora y contó su vuelta al mundo en El Viajero. Es licenciado en Derecho y Periodismo y máster de Periodismo de EL PAÍS.

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