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El pánico se transforma en delirio

Tamudo rescata al Rayo en el descuento (1-0) y el Granada se salva también en la carambola

Faustino Sáez

Cuando despertó de la pesadilla, Vallecas seguía estando en Primera. Durante 42 minutos agónicos, el Rayo estuvo en el calabozo, abocado a una condena cruel, pero, en el tiempo de descuento, Tamudo firmó la redención. Fue un tanto salvador y polémico, porque el delantero estaba en situación de fuera de juego.

Cobeño había subido a rematar el último córner del partido, el balón quedó suelto en la frontal del área y Piti lo recuperó para lanzarse a una carrera febril en pos de la salvación. Su disparo rebotó en las piernas de Borja y salió despedido hasta Michu, que remató al larguero. Tras botar casi sobre la línea de gol, Tamudo, en la frontera del fuera de juego y a puerta vacía, empujó el balón y se convirtió en el héroe del barrio. Vallecas se enjugaba las lágrimas y se apuntaba al baile. La fiesta fue completa porque la sucesión de carambolas también sacó del pozo al Granada. Juntos habían quedado convocados a un drama y juntos acabaron celebrando su rocambolesca absolución.

Rayo, 1 - Granada, 0.

Rayo Vallecano: Cobeño; Tito, Labaka, Arribas (Tamudo, m. 75), Casado; Javi Fuego, Movilla (Trashorras, m. 61); Piti, Michu, Armenteros (Lass, m. 72); y Diego Costa. No utilizados: Joel; Pulido, Míchel y Delibasic.

Granada: Julio César; Nyom, Íñigo López, Borja Gómez, Cortés; Lucena, Mikel Rico, Uche (Abel, m. 88), Jara; Martins e Ighalo. No utilizados: José Juan; Pamarot, Marfil, Cristian, Migue y Henrique.

Gol: 1-0. M. 91. Tamudo.

Árbitro: Undiano Mallenco. Amonestó a Casado, Íñigo López, Borja Gómez y Julio César, Cortés y Tamudo.

Unos 14.000 espectadores en Vallecas.

El miedo presidió el partido y los de Abel Resino fueron los primeros en atreverse a romperlo adueñándose del pulso. El plan del Granada era sencillo. Consistía en enviar balones en largo a la espalda de los centrales franjirrojos para alimentar la zancada fibrosa de Ighalo. Primero, con un caracoleo eléctrico y un disparo raso. Después, con un gambeteo vaporoso que no llegó a buen puerto. El delantero nigeriano se convirtió en un tormento para la zaga rayista y desató la tiritona en la Avenida de la Albufera. Pero no era noche para arabescos y el paso de los minutos desembocó en un áspero pragmatismo. A los granadinos les valía el empate y no estaban dispuestos a morir desnudados por la valentía.

El plan del Granada apenas sufrió un resbalón. Borja convirtió un balón funcionarial en una bomba de relojería. El central del conjunto andaluz perdió el paso mientras elegía opciones para el despeje y su derrapaje dejó el camino expedito para Michu, que, para desazón de su parroquia, desperdició el regalo. Hace tiempo que el punta del Rayo había perdido contundencia y lucidez y su expediente se había convertido en la sinopsis de la película de intriga que protagonizó el cuadro vallecano. El último día que atinó coincidió con la última victoria vallecana hasta ayer. Un 6-0 a Osasuna que parecía el colofón a una meritoria temporada. Sin embargo, seis derrotas consecutivas convirtieron la carroza en calabaza y la euforia en congoja. Un guion cargado de terror que deparaba un epílogo romántico.

Se respiraba la zozobra en Vallecas. Los cánticos se veían interrumpidos por la necesidad imperiosa de comerse las uñas y el pánico se anunciaba por los transistores. A los 13 minutos del segundo tiempo, desde Getafe llegó la noticia del gol de Apoño que enviaba al Rayo a Segunda. Era la primera vez en la temporada que los de Sandoval pisaban las catacumbas. Tan solo en seis ocasiones habían estado por debajo del 15º puesto y durante 22 de las 37 jornadas vivieron con desahogo y optimismo entre la octava y la duodécima plaza de la tabla.

Quedaba más de media hora por delante, pero el espanto lastraba las botas de los locales y la prudencia armaba el propósito del Granada. La lucha contra el cronómetro ofuscó la ofensiva rayista. Sandoval despobló la zaga buscando un gol salvador y primero Jara y después Martins estuvieron a punto de anticipar la sentencia. Pero, sobre la bocina, apareció Tamudo —402 partidos y 145 goles, segundo máximo goleador en activo de la Liga solo por detrás de Villa—. Debutó en Primera en 1997 marcando en el descuento para el Espanyol. Anoche repitió la historia, aunque en fuera de juego. “Ese gol resume el trabajo de todo un año. Hemos vivido un sufrimiento fuera de lo normal, pero se ha hecho justicia”. No hubo condena para ninguno de los dos equipos.

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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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