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Nadal desquicia a Ferrer

El alicantino se inclina 7-6 y 6-0 ante el mallorquín, que jugará la final de Roma contra Djokovic, vencedor ante Federer

J. J. MATEO
Ferrer se lamenta durante el partido.
Ferrer se lamenta durante el partido.Gregorio Borgia (AP)

En las semifinales de Roma, la victoria de un fantasma. Todo esto tiene David Ferrer a su favor frente a Rafael Nadal. Siete bolas de break en el primer juego del mallorquín al saque, que duró más de 15 minutos (no convirtió ninguna). Una rotura de ventaja en la primera manga (3-1, la perdió inmediatamente). Minibreak a su favor en la muerte súbita (3-1). Es Ferrer contra su memoria, Ferrer contra el fantasma de tantísimas derrotas previas (4-14). La leyenda del número tres puede 7-6 y 6-0 con el número seis. Nadal, un caníbal, no solo enjuga esas desventajas con tiros, sino también con recuerdos. A cada situación favorable, por la memoria del alicantino se pasean escenas de pesadilla que le atenazan el brazo. Superior y formidable con el marcador en igualdad, Ferrer sufrió un ataque de vértigo cada vez que se puso por delante, lo que permitió a un Nadal superado en el juego llegar a la 70ª final de su carrera, que disputará contra Djokovic. El serbio se impuso en la otra semifinal a Federer por 6-2 y 7-6.

Así transcurre el duelo. A Nadal, que gestionó con maestría los puntos clave, aprovechando el tembleque de su rival, le falta chispa en las piernas. Huérfano de los movimientos que le han dado fama, su revés ofrece una diana a Ferrer, que le acula sobre ese golpe, desplazándole tiro a tiro para luego cerrar las jugadas con un derechazo cruzado. El alicantino desenfunda siempre antes. Se levantan remolinos de arcilla, y silban las balas de Ferrer entre las nubes de arena. Rojos marchan sus calcetines, hirviente la sangre, porque ese es un tenista que tira con plomo, alérgico al debate. Graduado con nota en tierra batida, el número seis mundial huye del patrón habitual de la superficie ante el mejor jugador de la historia en ese tipo de pistas. Juega rápido. Termina pronto los puntos. Nunca deja que Nadal se acomode en su alto ritmo, y solo la increíble capacidad competitiva de su contrario le impide hacer suya la primera manga.

El número tres mundial no se acerca a la excelencia. Para cada dificultad, sin embargo, tiene una propuesta. Para cada situación difícil, una respuesta. Nunca le pierde la cara al duelo. Siempre a contracorriente, espera su momento. Ganada la primera manga, extremadamente igualada en la estadística (al tie-break se llega con 45 puntos para cada uno) pero no en las sensaciones (allí Ferrer manda), el mallorquín aprieta al máximo a su contrario, que acaba derretido.

El número tres no se acerca a la excelencia. Para cada dificultad, sin embargo, tiene una propuesta

Perder ese primer parcial es demasiado para el alicantino. Sufre un cortocircuito. Agotado por el esfuerzo del primer parcial, hundido por la falta de premio, se ahoga en un Himalaya estadístico. Nadal no pierde una semifinal sobre arcilla desde 2003 (Umag, contra Carlos Moyà) y jugará su séptima final en Roma, donde el año pasado se inclinó ante Djokovic. El título le permitiría recuperar el número dos mundial. Independientemente del resultado, y tras dos victorias en Roma contra sendos top-10 (Berdych, finalista en Madrid la semana pasada, y Ferrer, que lo fue en Barcelona), algo ha quedado claro. Roland Garros arranca el 27 de mayo y el mallorquín está preparado.

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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