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Un Giro bajo control

Purito recupera la ‘maglia’ rosa con un ataque a kilómetro y medio de la meta

Carlos Arribas
Rabottini celebra el triunfo, seguido por Purito.
Rabottini celebra el triunfo, seguido por Purito.LUK BENIES (AFP)

Con un milagro vale, con haber permitido volar a Pedro Horrillo y volver a vivir, es suficiente, debió de pensar San Pedro, el santo al que está advocado el Culmine de San Pietro, una sombra sobre Bérgamo, el tercer puerto, el penúltimo de la jornada más dura de Giro, donde los sueños de Damiano Cunego chocaron con la realidad, lluvia, frío, niebla, peligro, dolor y cálculo.

Hace tres años, bajando el Culmine, un día de sol espléndido entonces, en el que el peligro no se reflejaba en el ambiente, Pedro Horrillo se cayó por un barranco de 70 metros. Salió vivo y su fuerza de voluntad, su fortaleza y su tenacidad le permitieron poco después recuperar una movilidad total que los más optimistas le negaban al principio. Por allí, por donde él voló, subió una escapada hermosa. Iban gentes sin miedo y sin cálculo. Iba por delante, solo, Matteo Rabottini, un chaval al que llaman Rambo porque, explicó su director, Lucca Scinto, “es un guerrero, uno que no se rinde, que osa a desafiar el destino, que no tiene miedo”; iban detrás, en grupo de asalto, Amets Txurruka, que en el nombre –en euskera, Amets significa sueño- lleva el destino; iba Bruseghin, otro soñador, un viticultor que produce prosecco en el véneto y lo etiqueta con el nombre de Amets; iban unos cuantos más, iba, otra vez, Andrey Amador, el más bruto entre mil, iba, sobre todo, Cunego, que hace ocho años, cuando era casi un niño al que llamaban el Principito, ganó el Giro con un ataque parecido, lejano. Llegaron a tener cinco minutos de ventaja sobre el pelotón de los grandes que marchaba en procesión cauta, llegaron a soñar con vivir un gran día, llegaron a hacer soñar a los aficionados, pero bajando el Culmine de San Pietro, tan resbaladizo que quien arriesgaba derrapaba, quien no controlara los frenos con llantas de carbono heladas, todos, ellos y los que miraban, llegaron a la misma conclusión desolada: el ganador del Giro no estaba entre ellos. Ni tampoco será Fränk Schleck, que, aburrido, se retiró para disgusto y preocupación de su patrón Johan Bruyneel, que había intentado hacer con él lo que hizo con Contador hace cuatro años, sacarle de vacaciones y hacerle ganar el Giro.

Basso estaba feliz, sereno tras su buena defensa porque bajando el Culmine no se había descompuesto

El ganador saldrá con toda seguridad de los que marchaban detrás, controlando, calculando, midiendo los esfuerzos, al ritmo, tran tran, de los compañeros de Ivan Basso, generosos con todos, tan medido al adaptar su marcha a las capacidades de su líder del que, como elogio supremo, tierra del calcio convertido en catenaccio, todos los días los especialistas destacan lo bien que se defiende. De él, que, podría decirse, es un delantero con obligación de marcar goles, se destacan sus capacidades defensivas como arma perfecta para ganar el Giro, así de esquizofrénica está la carrera, dominada por el miedo, en la que Purito Rodríguez volvió a alcanzar, por la mínima, tal como lo había perdido, el jersey rosa de líder.

Basso estaba feliz, sereno tras su buena defensa, dijo, porque bajando el Culmine, él, tan miedoso en los descensos, no se había descompuesto tras el tremendo ataque lanzado por el Astana de Tiralongo, el traidor, dicen en su equipo, y Kreuziger. Fue un momento de pánico pasajero, que resolvió su equipo, que tan bien le arropa y tan elegante luce en cabeza, o tan devorador, como cuando su tremendo passista –sería, en ciclismo, como un tractor todoterreno al que no le frena nada y puede pasarse horas y horas infatigable tirando al mismo ritmo- polaco Sylvester Szmyd, ya en el último puerto, la subida final al Pian dei Resinelli tomó las responsabilidades depredadoras en cabeza de la procesión. “Ha sido una buena jornada para mí”, dijo Basso, lo que no es sorprendente que diga, pese a que está más lejos del líder, a 1m 22s exactamente, en tercera posición, que la víspera. “Peldaño a peldaño se sube la escalera. Quedan las tres etapas más duras del Giro y confío totalmente en mis posibilidades”.

Fränk Schleck se retiró para disgusto de Bruyneel, que había intentado hacer con él lo que hizo con Contador hace cuatro años, sacarle de vacaciones y hacerle ganar el Giro

Y, sin embargo, a Basso no se le vio muy vivo –“tenía piernas de madera”, explicó-, cuando, a dos kilómetros de la cima, pasado lo más duro, un ataque de Michele Scarponi, uno que cuando habla después de las etapas tose como un tísico, así de cansado llega , hizo explotar la procesión, el control, el miedo. Su ataque, muy duro, desnudó al líder, Ryder Hesjedal, que no pudo reaccionar –“ha sido un día horrible”, dijo el canadiense, “estoy feliz por haber perdido tan poco”-, y encendió a Purito, quien, el más fuerte de entre todos, contraatacó a 1.500 metros, su especialidad, se fue solo, alcanzó a su compañero Losada, que llevaba fugado todo el día, se tomó un respiro, volvió a arrancar, alcanzó a Rambo Rabottini, de Pescara, que aguantaba la escapada por un suspiro, siguió para adelante con el italiano a su rueda y, finalmente, elegantemente, cedió la preferencia en la última curva a Rabottini para que este culminara feliz y victorioso una aventura única, un sueño. “Temía la lluvia, tenía muchísimo frío y pensaba que estaría peor, que sería un día para olvidar. Y mira, ha sido lo contrario”, dijo el catalán, que recuperó el liderato por 30s. “Llega mi terreno, la montaña, y estoy en rosa. Esto es un sueño”.

Domingos en rosa del ciclismo español

C. ARRIBAS

A cualquier despistado, al que se lo cuenten, el presente del ciclismo español le parecerá de color rosa, como la maglia del Giro que ayer recuperó Purito Rodríguez en los montes lombardos sobre Lecco, consiguiendo con ello que por tercer año consecutivo y por cuarta vez en los últimos cinco, un español esté de rosa el penúltimo domingo del Giro: en 2008 y en 2011 fue Alberto Contador, vencedor de ambas ediciones; en 2010, David Arroyo, segundo al final tras Ivan Basso. Es una imagen, claro; la realidad es otra.

Cualquier entendido al que se le pregunte por el futuro del ciclismo español hablará de un deporte de negro porvenir como el asfalto, como el presente, como la realidad económica española, pese a los domingos en rosa.

No hay equipos, o muchos menos que hace 10 años, por ejemplo: solo dos en el ProTour, la Champions del ciclismo, el Euskaltel y el Movistar, líder del Giro. No hay carreras, ni en la categoría profesional —para no tener a los ciclistas parados en casa, los dos equipos españoles de segunda, el Caja Rural y el Andalucía, no admitidos en el Giro ni tampoco en la Vuelta a California, la semana pasada debieron irse a correr a lugares tan gloriosos y tan ciclistas como Azerbayán, cuya vuelta ganó el andaluz Ramírez Abeja, y Noruega— ni, lo que preocupa más, en la amateur, donde han desaparecido, faltas de patrocinador, casi todas las vueltas del calendario. No hay corredores jóvenes que disputen el pedestal a los treintañeros que dominan la última década. Valverde, Contador (ya hará 30 en diciembre), Freire, Samuel, Purito… Los campeones de ahora y de entonces, sus victorias, su éxitos, sus expectativas, aún parecen ser nada más que los últimos retazos, los flecos, de un pasado más glorioso que las primicias de un futuro que no se ve.

Clasificaciones. Etapa: 1. Matteo Rabottini (ITA/Farnese) 5:15:30. 2. JOAQUIM RODRIGUEZ (ESP/Katusha) m.t. 3. ALBERTO LOSADA (ESP/Katusha) a 23 segundos. General: 1. JOAQUIM RODRIGUEZ (ESP/Katusha) 65:11:07. 2. Ryder Hesjedal (CAN/Garmin) a 30 segundos. 3. Ivan Basso (ITA/Liquigas) 1:22. 4. Paolo Tiralongo (ITA/Astana) 1:26. 5. Roman Kreuziger (RCH/Astana) 1:27. 6. Michele Scarponi (ITA/Lamper) 1:36. 7. BEÑAT INTXAUSTI (ESP/Movistar) 1:42.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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