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“Una semana de miedo”

Purito afronta los días decisivos convencido no de que es el máximo favorito, pero sí el que parte con una “buena ventaja”

Carlos Arribas
Purito celebra la 'maglia' que recuperó el domingo.
Purito celebra la 'maglia' que recuperó el domingo.LUK BENIES (AFP)

“La paella”, responde Purito Rodríguez a los periodistas italianos que, como los periodistas de todo el mundo a todos los deportistas españoles los últimos años, preguntan una y otra vez qué tiene España que salen tantos campeones en todo tipo de deportes.

Lo de la paella lo dice en broma, claro, pero la respuesta, la seguridad con que la suelta (o así parece en la grabación de su conferencia de prensa de ayer, día de descanso, en su hotel), el desparpajo de su italiano bastante mejor que macarrónico, es un buen síntoma de la seguridad con que el ciclista catalán (mayo del 79, Parets del Vallès) afronta los días decisivos del Giro y vestido de rosa.

EL PAÍS

“Hasta ahora he demostrado que he sido el que mejor se encontraba, pero cambia todo tantísimo...”, dice Purito. “Esta semana cambia todo. Hasta ahora hemos tenido o puertos cortos y duros o largos y de poca pendiente, y ahora pasaremos a puertos largos y mucho porcentaje”.

Habla Purito ahora de otra paella, de una paella hecha de palabras mayores, de grandes nombres, del Giau, del Mortirolo, del Stelvio, del Pampeago, de cimas a más de 2.000 metros de altitud, de puertos que reclaman de la memoria a su lado, inmediatamente, de algunas de las leyendas que en el ciclismo han sido: Coppi, Indurain, Fuente, Merckx, Paco Galdos, Pantani, Gaul... Una lista en la que el líder del Katusha deberá inscribir su propio nombre si quiere el domingo próximo, en Milán, convertirse no solo en el tercer ciclista español, tras Indurain y Contador, dos veces ambos, que gana el Giro, sino también en el primero que lo consigue corriendo con licencia de la federación andorrana, que se ha sacado este año, en vez de la española, pues reside en El Tarter (Andorra).

Esperan a los ciclistas los Dolomitas: Giau, Mortirolo, Stelvio, Alpe de Ampego

“Soy de entre los favoritos el que tiene una buena ventaja, eso sí, pero no El Favorito con mayúsculas”, dice Purito, que aventaja en la general en 30s al canadiense Ryder Hesjedal, en 1m 22s a Ivan Basso y en 1m 36s a Michele Scarponi, que parecen los más peligrosos de sus rivales. “Ahora vendrán las subidas que a Basso le gustan y será cuando atacará más de lejos. Cada uno de los favoritos ha probado a su manera las primeras semanas, pero la última semana da tanto miedo que a lo mejor sí es verdad que se están guardando todos algo. Yo no, yo cada día lo he corrido como si fuera el último; cada día ha sido una clásica a tope”.

“Estoy sereno”, dijo Basso serenísimo, “porque todo ha ido bien hasta ahora y llega mi terreno. Cinco kilómetros de desnivel en tres días”. También serán las subidas, eso dice él, en las que mejor se maneja Purito, las que mejor se adaptan a sus piernas de dinamita y a su escaso cuerpo, ligero, las que tienen una pendiente más dura: 10,5% de media el Mortirolo, que se sube por una vertiente insólita, con puntas del 22%; 7% y puntas del 12% el eterno gigante Stelvio de las 48 curvas de herradura hasta el cielo, 2.757 metros de altitud: y los dos, uno tras otro, se suben el sábado; 10% el Reiterjoch o Pampeago, que se sube dos veces el viernes, la primera hasta 2.006 metros; 10% el Giau, que se sube el miércoles y desde cuya cima se desciende directo hasta la meta de Cortina d’Ampezzo. “He estado mal en dos o tres etapas”, dice Purito. “Pero la peor, la que más dura me ha parecido hasta ahora, fue la de Porto Sant’Elpidio [una, curiosamente, de media montaña por las Marcas, aquella en la que se cayó Lastras]. Ese día estuve mal, mal, pero creo que todos estaban igual de mal, no solo yo, porque hablando con ellos, todos decían tener las mismas sensaciones. Bien, bien estuve el domingo, pero solo la última subida, que era de las que me gustan, buena pendiente, desarrollo ligero. Son las mías, las de más de 7%, no las que se pueden hacer con plato”.

El plato, el buen manejo del plato y de la cabra, de desarrollos largos y pesados, será, sin embargo, la última prueba que deba superar el corredor del Katusha —“un equipo ruso de pensamiento internacional”, lo define— en la contrarreloj del domingo por las calles de Milán, 30 kilómetros del castillo Sforzesco al Duomo. Una verdadera amenaza, debería pensarse, para uno que ha perdido puestos de podio en la Vuelta y en el Tour por sus desastres contrarrelojísticos. “Pero ya no hago las cronos tan espantosas que hacía antes y estoy más o menos como los otros escaladores, así que no hay que tener tanto pánico a la última contrarreloj”, dice un corredor al que su buen prólogo, en relación con sus rivales de ahora, y, sobre todo, la magnífica contrarreloj por equipos, propulsaron hacia el liderato. “Ahora, si no pierde tiempo en la montaña, solo temo, yo y los otros, a Hesjedal. A este le tengo que sacar tiempo, con los otros tengo una ventaja bastante buena con la que no me importaría jugármelo todo el domingo”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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