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EL RETROVISOR

Del infierno de Sabac a la caldera de Madrid

El Atlético vuelve a optar a la Copa de Europa de balonmano 27 años después de la primera final de un equipo español, que perdió ante el Metaloplastika

Javier Lafuente
Una imagen del partido que enfrentó al Atlético de Madrid, dirigido por Juan de Dios Román, con la Metaloplastika, liderada por Veselin Vujovic
Una imagen del partido que enfrentó al Atlético de Madrid, dirigido por Juan de Dios Román, con la Metaloplastika, liderada por Veselin VujovicChema Conesa

Pasear por la pequeña localidad yugoslava de Sabac aquellos días de mediados de abril de 1985 podría resultar una fiesta o un martirio. Si se portaba algún emblema azul y blanco, los colores del Metaloplastika, uno se podía sentir arropado. Pero para un reducido grupo uniformado de rojo y blanco resultó un suplicio. Se ‘comían’ las banderas que los hinchas les ponían en la cara, torcían el gesto cuando les mostraban las dos manos abiertas, señal de los goles de ventaja que iban a lograr. “El ambiente era bestial, infernal”, rememora Cecilio Alonso, estandarte de aquel Atlético de Madrid, el primer equipo español que disputaba una final de la Copa de Europa de balonmano. 27 años después, los rojiblancos vuelven a optar al máximo trofeo europeo, en la final a cuatro que se disputa a partir del sábado en Colonia.

El equipo de Juan de Dios Román se clasificó tras vencer al Dukla de Praga, vigente campeón, en semifinales

Nadie apostaba por que el Atlético alcanzase la final. La lógica indicaba que se repetiría la del año anterior, cuando los yugoslavos cayeron en su temida cancha ante el Dukla de Praga. Pero el equipo que dirigía Juan de Dios Román consiguió dar la campanada y doblegar al campeón en semifinales: la recompensa a un ciclo que tocaba a su fin. “Yo ya había anunciado que me iba del club, fue un año que rezumaba a despedida. La final fue una síntesis de mi paso por el Atlético, donde había visto crecer a jugadores como los hermanos García, Lorenzo Rico, Cecilio Alonso…Constató el trabajo del equipo de base”, recuerda Román.

Reuníamos las condiciones para ser el mejor equipo del mundo. Era previsible que lográsemos lo que conseguimos Vesselin Vujovic, exjugador de la Metaloplastika

El premio al trabajo de todo un año era enfrentarse al mejor equipo de la historia, “jugadores que cambiaron el mundo del balonmano”, comenta Alonso, el mejor siete inicial de la época, básicamente porque lo era de Yugoslavia, oro en Los Ángeles un año antes, campeona del mundo un año después: Basic, Isakovic, Vukovic, Vujovic… Un equipo forjado en una localidad de apenas 60.000 habitantes que vivía por y para el balonmano. “Nuestra ambición era muy alta, incluso en los entrenamientos. Cuando jugábamos al futbito para calentar, nos dejábamos la piel. Siempre íbamos a 200 por hora. Éramos grandes amigos, no hubo ninguna pelea en siete años”, explica Veselin Vujovic. Aquel conjunto, además de dos Copas de Europa, consiguió siete Ligas yugoslavas consecutivas: “Nos dimos cuenta de que reuníamos las condiciones para ser el mejor equipo del mundo. Era previsible que lográsemos lo que conseguimos”, sentencia, sin ápice de arrogancia: “Nos divertíamos. Y eso y jugar bien es muy complicado, pero es lo mejor que te puede pasar en la vida”.

El Atlético consumió sus escasas posibilidades ya en el partido ida. Cayó por 19-12, pero los jugadores guardan un buen recuerdo del trabajo realizado. “Técnicamente, fue el mejor de los dos partidos. Hicimos una defensa 5-1 muy intensa, muy agresiva”, recuerda el extécnico rojiblanco. Se constató lo difícil que era defender a los yugoslavos, un conjunto físico, muy duro. Ni siquiera la gran actuación de Lorenzo Rico, “una de las mejores de su vida”, para Alonso, pudo evitar la abultada derrota.

Seguidores del Atlético de Madrid, en la final de 1985
Seguidores del Atlético de Madrid, en la final de 1985Chema Conesa

No sorprendían en aquel entonces tanto las remontadas, aunque el reto se antojaba harto complicado. Una serie de concatenaciones tumbó cualquier atisbo de esperanza. Magariños, base de los éxitos del club, no reunía las condiciones que exigía la IHF, por lo que el encuentro se jugó en el Palacio de los Deportes. La pista hubo que traerla de Alemania, así que ni siquiera pudieron habituarse a ella. Además, unas anginas martirizaron toda la semana a Lorenzo Rico, que llegó al partido decisivo sin haberse entrenado y con dos aspirinas para paliar los síntomas.

El Atlético no pudo hacer nada, fue arrollado (20-30) por los yugoslavos en la pista, pero logró una victoria monumental en las gradas. El Palacio de Deportes reventó con cerca de 10.000 personas que saboreaban, no el hecho de lograr el título, sino el haber llegado hasta ahí. “La salida del túnel de vestuarios fue algo increíble. Ver todas las gradas con banderas y pancartas rojas y blancas no se me olvidará”, asegura Alonso. “Yo recuerdo sobre todo la llegada al pabellón, los prolegómenos y que la gente improvisó un pasillo para despedirnos, como si fuésemos los campeones”, comenta Lorenzo Rico. Ni siquiera los mejores jugadores del mundo, aquellos de la temida cancha de Sabac, vieron algo así. Palabra de Vujovic: “La gente abucheaba, pitaba, pero luego nos aplaudieron, nos ovacionaron. Nunca en mi época en el Barcelona me encontré con un ambiente como el de aquella final. Fue uno de los mejores momentos que he vivido como profesional y que decidió que me tenía que ir a vivir a España”.

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Sobre la firma

Javier Lafuente
Es subdirector de América. Desde 2015 trabaja en la región, donde ha sido corresponsal en Colombia, cubriendo el proceso de paz; Venezuela y la Región Andina y, posteriormente, en México y Centroamérica. Previamente trabajó en las secciones de Deportes y Cierre del diario.

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