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Partida de póquer sin oxígeno

Un invitado sorpresa, el belga De Gendt, permite a Purito, calculador, recuperar ante Hesjedal lo perdido en el Alpe di Pampeago

Carlos Arribas
De Gendt celebra la victoria en la 20ª etapa del Giro.
De Gendt celebra la victoria en la 20ª etapa del Giro. LUK BENIES (AFP)

A más de 2.000 metros de altitud, en el traidor Stelvio, donde los ciclistas desaparecen absorbidos por el paisaje, devorados en blanco, las paredes de hielo que nunca se derrite son un mural de grafitis tallados, una forma de escribir la historia. Allí donde grababan los aficionados hace 60 años leyendas como ‘W Coppi’ ahora escriben, casi insultantemente, órdenes como las que se dan a los perros: “¡Basso, ataca!”, le urgen, le exigen, le maldicen, al favorito de entre los italianos a esa altura, y cuando pasa por allí, asfixiado, ciego, no puede ni verla Basso, que no ataca, claro, como no ha atacado en todo el Giro, como no ha atacado ninguno de los que quieren ganarlo –a menos que ahora se llame ataques a sprints largos a 800 metros de las cimas.., salvo uno, inesperado invitado, sorpresa más grande aún que la del canadiense que puede ganarlo.

Se trata del belga Thomas de Gendt, conocido hasta el momento por su gusto por las largas fugas y poco más, y que en las pendientes del Stelvio, a las que llegó destacado entre un grupo de gregarios, después de haberse lanzado incontenible en los últimos hectómetros del Mortirolo, allí donde la mínima senda es una pared vertical del 22% pavimentada en cemento, allí donde su gregario favorito, Carrara, le dio un empujón para lanzarle más fuerte en las mismas narices de Hesjedal, allí donde estuvo a punto de cambiar todo. Si hubiera ocurrido hace 60 años se habría hablado de un ataque a lo Coppi, por su grandeza, por la enormidad del desafío (pues entre el Mortirolo y el interminable Stelvio había un valle traídos de otros 30 kilómetros), por la insensatez; hace 20 año se habría hablado de Pantani o de Chiappucci; en estos tiempos el recuerdo más claro es el de Landis en el Tour de 2006, desgraciado, pues desde entonces no se había visto nada similar (o quizás sí, quizás lo Andy en el pasado Galibier).

CLASIFICACIÓN GENERAL

1. Joaquim Rodríguez (ESP-Katusha) 91h04:16

2. Ryder Hesjedal (CAN-Garmin) a 31

3. Michele Scarponi (ITA-Lampre) a 1:51

4. Thomas De Gendt (BEL-Vacansoleil) a 2:18

5. Ivan Basso (ITA-Liquigas) a 3:18

6. Damiano Cunego (ITA-Lampre) a 3:43

7. Rigoberto Uran (COL-Sky) a 4:52

8. Domenico Pozzovivo (ITA-Colnago) a 5:47.

Cuando llegan a la altura de la inscripción, Basso ya se ha descolgado del grupo de Purito, guiado desde hace tres o cuatro kilómetros por Hesjedal, un rictus extraño, una mueca fija, grabado en la carne, en los dientes, y una cruz a cuestas. Acaba de perder una partida de póquer jugada sin oxígeno y con suma frialdad por sus rivales. Lleva el peso del Giro sobre su chepa huesuda, lleva a rueda a Purito, a Scarponi. Sabe que a sus espaldas sus rivales afilan el cuchillo, sabe que le atacarán si piedad cuando huelan la meta, cuando pierdan el miedo a perderlo todo por un ataque mal calculado. Delante, tan lejos que ni el viento de cara que hace más dura su casi sísifica tarea, le llevaba noticias de su sudor, de los latidos de su corazón desenfrenado, marchaba loco De Gendt, con cuatro, con cinco, con cinco minutos y medio de ventaja. Con no más. Hasta ahí. Situado al salir a 5m 40s en la general, De Gendt podía ganar el Giro, pero solo Hesjedal, que corría como si la maglia rosa la llevara él defendió la maglia rosa que en realidad llevaba Purito. “Fue una partida de póquer, en efecto”, dice Valerio Piva, el director de Purito. “Nosotros nos jugamos el todo por el todo: o nos ganaba el Giro en la crono Hesjedal o nos la ganaba De Gendt. Y eso nos daba igual, por eso, cuando Hesjedal nos pidió colaboración nos hicimos los sordos, aguantamos sufriendo, pero Hesjedal defendió perfectamente, y eso nos vino muy bien”.

En la lucha por la victoria la estética es secundaria: chirriaba a la vista ver a Purito, el líder, a rueda, aprovechando el trabajo del segundo, pero eso era solo una imagen. La realidad, en efecto, decepciona a los idealistas. “Cada uno tiene sus características”, dice Purito. “Hesjedal ha hecho un trabajo enorme, un trabajo para el que yo no valgo. Lo mío es atacar al final, así que me puse a rueda y esperé a que se cansara. Incluso cuando se fue Scarponi a tres kilómetros podría haberme ido con él, pero no habría ganado más, hago la misma diferencia en 800 metros que en cuatro kilómetros. Así que esperé a que se cansara más Hesjedal”. Llegada su distancia, Purito, que contaba con la mancha púrpura de Scarponi jadeando en la distancia como referencia, lanzó su habitual ataque corto para lograr su habitual corta renta. Perdió 13s en el Alpe di Pampeago, ayer recuperó 14s sobre Hesjedal, que, después de la dignidad mostró la rabia: “Parece que todos quieren que no gane el Giro”. Mañana dirá, él y todos, su última palabra.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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