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DESDE MI SILLÓN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Soñar es gratis

Purito soñó con ganar y tanto acarició el sueño que creyó tocarlo, pero al final un canadiense en el que nadie creía el día se vistió de rosa

Hesjedal besa la copa del Giro.
Hesjedal besa la copa del Giro.Gian Mattia D'Alberto (AP)

Como soñar es gratis, a Purito, Joaquín Rodríguez tal y como se le conoce oficialmente, no le ha salido muy cara la derrota. Aunque hablar de derrota cuando lo único que ha sucedido es que se han cumplido los pronósticos, no es quizá lo más correcto.

Y es que, aunque al final Hesjedal se haya llevado el Giro de Italia para casa, —ganándolo con todas las de la ley, por cierto—, no significa que Purito lo haya perdido. Ver su cara de alegría en el podio recogiendo el premio al segundo clasificado, hace más honor a la verdad que limitarse a ver los tiempos de la clasificación. Y más en un deporte en el que siempre se dice que el segundo es el primero de los perdedores. Pero en este caso no es del todo cierto, pues aunque el canadiense se haya llevado el premio gordo, Purito vuelve para casa con un aura de ganador.

Cierto es que se le han visto los límites —los ya conocidos— a un corredor que ha dado todo lo mejor en su terreno, y que ha aguantado más que dignamente en el que no era el suyo. Su crono de ayer en Milán fue más que digna para un corredor al que la naturaleza no le ha dotado para ese terreno. Y su aguante en los grandes puertos dolomíticos también; en subidas en las que se esperaba que el ritmo atufador del Liquigas de un Basso apagado, fuese suficiente como para distanciar al catalán de la maglia rosa. Pero Purito aguantó como un titán e hizo lo que mejor sabe y para lo que mejor está dotado: sacar partido a su explosividad en los metros finales cuesta arriba, cuanto más empinados mejor.

La sorpresa ha llegado por parte del canadiense, que se soldó rocoso al ritmo de los mejores en la montaña y no tuvo problemas para responder a los tímidos ataques de sus rivales, llegando incluso a contraatacar en pendientes donde sus rivales esperaban descolgarle. Al final, 16 segundos han distanciado al canadiense del catalán, lo que indica que los 31 segundos de renta de Purito tras el Stelvio, no eran tan pocos; pero no los suficientes…

Lo sucedido con Purito me recuerda a lo que le acaba de suceder al Athletic de Bilbao: euforia y dura realidad

Eso es una de las sorpresas, porque la otra fue ver la valiente apuesta de Thomas de Gendt en la etapa reina del Stelvio; el octavo clasificado de la general al que un ataque de todo o nada tras el Mortirolo, le ha servido —junto con la contrarreloj de ayer en Milán— para auparse a la tercera plaza del podio.

Y gracias al sueño de Purito y a estas dos sorpresas, nos encontramos con una situación bastante inédita en cuanto a las plazas del podio, pues habría que tirar de hemeroteca —no puedo hacerlo yo en este momento— para saber desde cuando no nos encontramos con un italiano en una de las plazas de honor del podio. Hecho excepcional vista la intensidad con la que viven los corredores, equipos y público italianos su carrera en la que siempre tienen su dosis de protagonismo. Esta vez su protagonismo se ha visto reducido a las victorias de etapa, lo que seguro que deja un poso de desilusión en la afición transalpina.

Y no me gusta a mí hablar de fútbol, entre otras cosas porque no lo sigo habitualmente y ya es suficiente con lo que otros hablan de él, pero lo sucedido con Purito me recuerda a lo que le acaba de suceder al Athletic de Bilbao. Siendo yo vasco, no he podido dejar de vivir la euforia por la posibilidad de soñar que daba el hecho de disputar dos finales. Pero la dura realidad ha hecho que los pies hayan vuelto a tocar el suelo y que los sueños se esfumasen en ese contacto. Purito soñó con ganar y tanto acarició el sueño que creyó tocarlo, pero al final un canadiense en el que nadie creía el día que se vistió de rosa de manera efímera —perdió el maillot, lo volvió a recuperar y lo volvió a perder— ha sido el ganador. Hesjedal sí que creía en sí mismo, tal y como proclamó esos días, y la carretera ha demostrado que aquello, más que sueños, eran realidades. Menos mal que soñar es gratis…

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