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Más resignación que orgullo

Después de muchas decepciones, del adiós de Capello y de la baja de Lampard, el equipo inglés acude con la confianza mellada

Hodgson, con sus jugadores en un entrenamiento.
Hodgson, con sus jugadores en un entrenamiento.FILIPPO MONTEFORTE (AFP)

Sería una deliciosa ironía que Inglaterra ganase la Eurocopa este verano. Auténticamente deliciosa. ¿Por qué? Porque sería la primera vez en la historia que la selección inglesa empieza un torneo sin que el grueso de la población se haya convencido de que sí, esta vez sí toca ganar. Es más: sería muy difícil hoy, por no decir imposible, encontrar a un inglés –a uno– que albergue la más mínima expectativa de que su selección triunfe. Antes de comenzar las anteriores competiciones siempre había un sector humilde, realista y racional que explicaba detalladamente la inevitabilidad de otro fracaso inglés, pero a estos o no se les hacía mucho caso o se los tildaba de aguafiestas. Ahora todos son aguafiestas; nadie se atreve a sugerir que Inglaterra podría ganar. Ni los tabloides más histéricos, más sensacionalistas, más patrioteros se lo creen esta vez. Y menos tras las baja de última hora de Lampard.

El propio The Sun, de Rupert Murdoch, ha adoptado un tono inusitadamente sobrio. Como todos los seleccionadores ingleses, Roy Hodgson será juzgado por los resultados, escribió un columnista del tabloide de tabloides. “Pero, a diferencia de los de antes, no estaremos demasiado sorprendidos si no lo consigue”.

 El fichaje del anterior seleccionador, Fabio Capello, generó una enorme ilusión. La idea era que el italiano trasladaría su impresionante currículo –siete campeonatos de Liga en Italia y España, una Copa de Europa– a la selección de Inglaterra. El hecho de que no tenía ninguna experiencia en el fútbol inglés y que ni siquiera hablaba el idioma era irrelevante. Todo lo que tocaba Capello se convertía en oro. Además, era un tipo duro, y lo que necesitaban los talentosos pero excesivamente consentidos jugadores ingleses era un sargento que los pusiera firmes. Bonita teoría, pero no funcionó. Capello nunca le metió mucho interés a su tarea –no se molestó en aprender el inglés, fue a pocos estadios a ver partidos de la Premier– y tuvo un desastroso Mundial 2010. Dejó el cargo –demasiado tarde– en febrero de este año. Nadie lamentó su salida.

El capitán, Steven Gerrard, caducó como la posible gran figura que nunca llegó a ser, y John Terry está medio loco

Demostrando una vez más que cada acción genera una reacción, los sabios de la Football Association decidieron remplazar a Capello con un hombre que es, en prácticamente todos los sentidos, la antítesis del italiano. Roy Hodgson no ha ganado nada, a no ser que se cuente un par de torneos en sus comienzos como entrenador en Suecia y Dinamarca. El gran logro de su vida fue llevar a Suiza a octavos de final en el Mundial de 1994.

El más reciente de sus muchos fracasos tuvo –hay que reconcerlo– su mérito histórico: es el entrenador del Liverpool que menos tiempo (seis meses) ha durado desde su fundación en 1892. Otras diferencias con Capello: es un señor simpático y cortés que no solo domina el inglés a la perfección (caso que no siempre se da en jugadores o entrenadores nacidos en las islas) sino que es curiosamente culto. Preguntado una vez con qué personajes más le gustaría compartir una cena, respondió que con los novelistas estadounidenses Philiph Roth y John Updike.

En la rueda de prensa del mes pasado en la que anunció los nombres de su primera plantilla, los periodistas tuvieron la grata oportunidad de comunicarse con un seleccionador que entendía sus preguntas a la primera, que respondía en frases gramaticalmente correctas y que, encima, era capaz (inconcebible noción en tiempos de Capello) de hacer bromas, de reírse de sí mismo al buen estilo inglés.

 En un momento dado se le preguntó cómo veía las opciones de su equipo en la Eurocopa dado que cinco de sus mejores jugadores, quizá seis, estarían ausentes por lesión y el mejor de todos, Wayne Rooney, no podría jugar los dos primeros partidos por suspensión. “Bueno”, respondió Hodgson, provocando carcajadas cómplices en su audiencia, “la verdad es que había estado bastante animado hasta que usted hizo mención de todo eso”.

Si se hubiese nombrado a Redknapp lo más probable es que una vez más se hubiera desatado una explosión de irracional optimismo entre las multitudes futboleras

La verdad también es que la decisión de nombrar a Hodgson como seleccionador causó bastante estupor. Todo el mundo suponía que el elegido sería Harry Redknapp, el entrenador del Tottenham, hombre muy querido por los jugadores y por la afición, ante todo por sus dotes como motivador. Pero quizá haya habido algo de sabiduría en la elección de Hodgson. Si se hubiese nombrado a Redknapp lo más probable es que una vez más se hubiera desatado una explosión de irracional optimismo entre las multitudes futboleras, cuando lo que los tiempos exigen es calma y resignación. Una mirada a la lista de seleccionados explica por qué.

Con la excepción de Rooney, cuya aparición en el equipo podría llegar demasiado tarde para que Inglaterra se clasifique para los cuartos de final de la Eurocopa, solo hay dos jugadores que serían capaces de cumplir un papel respetable en el once inicial de una selección seria y viable como la española, la alemana o la holandesa: Ashley Cole, el lateral izquierdo del Chelsea, y Joe Hart, el portero del flamante campeón inglés, el Manchester City. En cuanto a los demás, no hay ni uno que suscitaría el más mínimo interés en los ojeadores del Real Madrid, el Milan o cualquier otro gran club del fútbol europeo.

 El capitán, Steven Gerrard, caducó como la posible gran figura que nunca llegó a ser hace un par de años, tras su anémica actuación en el Mundial de Sudáfrica. La temporada que acaba de concluir con el Liverpool ha sido nefasta. De los otros dos viejos rockeros elegidos al principio por Hodgson, John Terry está medio loco (véase su tarjeta roja contra el Barcelona en semifinales de la Champions) y el centrocampista Frank Lampard se cayó a última hora de la lista por una lesión muscular. Su puesto fue ocupado por Henderson, del Liverpool.

De los probables en la alineación inicial, Glen Johnson, del Liverpool, es un lateral derecho con cierta vocación ofensiva pero en defensa es la proverbial gallina sin cabeza. Joleon Lescott, del Manchester City, es uno de esos centrales estereotípicos ingleses que sacan pecho en momentos de crisis, que van bien de cabeza y saben lanzar sus cuerpos con espíritu kamikaze ante los disparos del rival, pero que se les ve confusos a la hora de recibir el balón al pie. Más o menos lo mismo se podría decir de los supuestos centrocampistas Gareth Barry y James Milner, ambos del Manchester City, ninguno de los dos con un puesto asegurado en el once del club campeón.

Después, para deleite solo de aficionados del Arsenal, está Theo Walcott, la gran promesa que no dejará –en el mejor de los casos– de quedarse en promesa

Después, para deleite solo de aficionados del Arsenal, está Theo Walcott, la gran promesa que no dejará –en el mejor de los casos– de quedarse en promesa. Lo único que hace Walcott con cierto grado de fiabilidad es correr muy rápido. A veces, por la ley de la probabilidad, hace un pase acertado o, incluso, mete un gol. Pero es difícil evitar la sensación de que hubiera tenido más éxito como velocista en los Juegos Olímpicos que como futbolista en la Eurocopa.

Lo mejor que hay en el centro del campo inglés es Scott Parker, del Tottenham. Tiene garra, capacidad de liderazgo y cierto manejo del balón, pero no deja de ser una versión pobre de Iker Muniain. Y encima es posible que no esté recuperado a tiempo de una lesión para poder jugar.

 En cuanto a los jugadores más ofensivos que Hodgson ha seleccionado lo más llamativo es cómo delatan, salvo en el caso de Rooney, la dependencia que tiene la Premier de los jugadores extranjeros. Ashley Young y Danny Welbeck comienzan un partido de cada dos en el Manchester United; Alex Oxlade-Chamberlain, del Arsenal, suele aparecer en los últimos 10 minutos de los encuentros de Liga, normalmente sustituyendo a Walcott. Para ser justos con Oxlade-Chamberlain, la mayor parte de la afición del Arsenal no entiende por qué su entrenador, Arsène Wenger, no lo pone siempre desde el comienzo en vez de a Walcott. De todos los jugadores que Hodgson ha elegido este joven explosivo y habilidoso, de 18 años, quizá sea el que más posibilidades tenga de labrarse un nombre importante en el fútbol europeo. ¿Quién sabe? Igual acaba siendo la estrella de la Eurocopa; igual Inglaterra gana la competición. Si Grecia lo logró hace ocho años, todo es posible. Pero sería la sorpresa más grande del año. Y, eso sí, una grandiosa, espléndida, deliciosa ironía.

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