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El pulso de Ferrer tumba a Murray

A los 30 años, el alicantino jugará sus primeras semifinales en París tras ganar 6-4, 6-7, 6-3 y 6-2 al escocés, y asegura un representante español en la final

J. J. M.
David Ferrer celebra su victoria contra el británico Andy Murray
David Ferrer celebra su victoria contra el británico Andy MurrayYOAN VALAT (EFE)

Es un David Ferrer congelado. Quieto. Detenido en el tiempo. Una bola de Andy Murray acaba de pasar volando hacia el pasillo de dobles. Por primera vez en su carrera, el alicantino jugará las semifinales de Roland Garros, donde le espera Rafael Nadal. Por primera vez en los últimos ocho partidos el número seis gana a otro de los diez mejores tenistas del mundo. Por primera vez en su vida no cae Ferru tras llegar a los cuartos parisinos, como en 2005 y 2008, y apenas lo celebra con una sonrisa: extasiado, mira a su banquillo, enseña dientes y comparte la victoria (6-4, 6-7, 6-3 y 6-2) con su gente, la del tenis y la de siempre. Xàbia, firma la cámara, un recuerdo para los amigos y los familiares que están en casa.

Gesto de rabia de Andy Murray
Gesto de rabia de Andy MurrayMillel Euler (AP)

La tranquilidad de la celebración nada tiene que ver con el partido. Hay interrupciones por la lluvia (6-4 y 6-7). Hay un contrario de prestigio, el número cuatro del mundo, tan difícil de medir como siempre cuando se encuentra en apreturas: con el marcador en contra, Murray grita y se agarra dolorido la espalda. Con el marcador a favor, Murray grita y pega de lo lindo, dispuesto a cobrarse la pieza, a ganar por primera vez sobre arcilla al español en cuatro partidos. Quince bolas de break se procura el escocés, y diez descuenta el alicantino: es la muestra de su convencimiento, la medida de su deseo. Diecinueve bolas de rotura suma el español sobre el saque de su contrario, y diez hace suyas: es la muestra de su capacidad de ataque, la fotografía de su calidad al resto, la señal de la constante presión a la que somete a Murray.

La lluvia frenó la remontada de Murray

Antes, todos estos fantasmas tiene que domar el alicantino hasta llegar a la orilla: dos bolas de set perdidas al resto en la primera manga; el saque cedido cuando servía para hacerla suya; un tie-break mal jugado, del que sale mordiendo la toalla, de nuevo encerrado en la letanía que le une eternamente con sus demonios. Llega la lluvia entonces, y Murray ve con desaliento los paraguas. Hay que parar el partido. Queda frenada su remontada. A la vuelta del vestuario, vuelve a encontrarse el muro, vuelve a toparse con la muralla: Ferrer corre como siempre y hurga en la herida de su espalda dolorida con derechas de plomo. La tarde exige pulmones. La tierra pide piernas. Húmedo como está el albero, no corre la pelota, hay que moverla. Es el Roland Garros de los años 80, aquel de los intercambios largos. Un paraíso para Ferrer, maratoniano de infinitas piernas, semifinalista en París por primera vez en su carrera.

Espera Nadal, el hexacampeón. Para llegar a la final, un partido de desgaste, que será tremendo digan lo que digan los precedentes: el mallorquín no pierde con el alicantino sobre arcilla desde 2004.

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Sobre la firma

J. J. M.
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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