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Dos luchadoras

Tras varias operaciones de hombro, Sharapova recupera el número uno al llegar a la final, donde le espera Errani, clasificada pese a que nunca había ganado a una top-10

Juan José Mateo
Sharapova celebra su pase a la final de Roland Garros.
Sharapova celebra su pase a la final de Roland Garros.JACQUES DEMARTHON (AFP)

En el jueves lluvioso de París, dos rayos de sol en las semifinales: la rusa Maria Sharapova, que recupera cuatro años después el número uno mundial (doble 6-3 a la checa Kvitova), y la italiana Sara Errani (7-5, 1-6 y 6-3 a la australiana Stosur), que se clasifica para luchar por el título pese a haber llegado a París con un 0-28 en sus duelos contra las diez mejores (2-28 desde ahora).

Errani, tras su victoria ante Stosur.
Errani, tras su victoria ante Stosur.THOMAS COEX (AFP)

“Nunca pensé en esto”, admitió Errani, también clasificada para la final de dobles, que disputará con su compatriota Vinci, y que estaba tan tranquila antes del partido más importante de su carrera que se fue a dormir cuando se retrasó por culpa de la lluvia. “Intenté olvidarlo todo. Olvidar donde estaba. Concentrarme”, se despidió tras explicar que la clave de su éxito había sido alargar su raqueta para compensar así su baja estatura. La misma tenista que nunca había ganado a una de las diez mejores, esa a la que entrena un español (Pablo Lorenzo) y dirige el mismo preparador que a David Ferrer (David Andrés), está ahora en esa elite. Una transfiguración al esprint, ocurrida en dos semanas. Un cambio casi tan radical como el experimentado por Sharapova: tras decir que se sentía como una vaca sobre hielo cuando jugaba sobre tierra (2008), la rusa llega a la final del domingo como gran favorita, tras superar varias operaciones en el hombro derecho, ganar en Stuttgart y Roma y fijarse el objetivo de completar el Grand Slam al ganar el único torneo grande que le falta.

Intenté olvidarlo todo. Olvidar donde estaba. Concentrarme” Errani

“No sabía si podría volver a jugar profesionalmente, ni si recuperaría el número uno”, dijo la rusa, de 25 años, sobre sus operaciones y el trofeo que la distingue como la mejor, bien plantado a su lado. “Ha sido una carretera larga, llena de frustración y ansiedad, de cosas duras”, añadió tras clasificarse para su primera final de Roland Garros. “Ha merecido la pena. Soy una luchadora”.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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