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La lluvia frena la escalada de Djokovic

Nadal mandaba por 6-4, 6-3, 2-6 y 1-2, pero solo había ganado un juego de los últimos nueve contra Djokovic antes de la suspensión

Juan José Mateo
Nadal se cruza con Djokovic
Nadal se cruza con DjokovicP. Kovarik (AFP)

El cielo es de plata y los golpes son de oro. Bajo las grises nubes de París, que van descargando su agua continuamente, Rafael Nadal y el serbio Novak Djokovic pelean con tiros de fuego en la final de Roland Garros hasta que esta se traslada al lunes (13.00), suspendida por la lluvia, lo que no ocurría en el templo de la arcilla desde 1973.

Antes, hace frío en la grada y el albero hierve al calor del juego. Mientras se abren los paraguas, Rafael Nadal deja a Novak Djokovic una tarjeta de visita que es como el puñetazo del despertador que sorprende al durmiente en la madrugada: 3-0 y bola de 4-0 con doble break. Djokovic, sin embargo, encaja los golpes como un peso pesado y se lanza al contraataque (3-3).

El marcador pone a prueba a Nadal. Es él quien ha perdido esa ventaja. Es él quien con todo a favor (6-4, 6-3 y 2-0), descontado ya un parón por la lluvia, encaja un 0-8 hecho con pelotas hinchadas de agua y tremendos tiros planos (6-4, 6-3, 2-6 y 0-2). Es él quien respira cuando rompe ese parcial (6-4, 6-3, 2-6 y 1-2) y el cruce queda suspendido hasta hoy: por cuarta vez en su carrera, la pareja de contrarios se citará en un partido decisivo más allá del domingo. Lo nunca visto.

El serbio supo aprovechar que la bola, hinchada, no cogía el efecto al español

“¡La pista es la misma que hace una hora y entonces no hemos parado!”, espeta Nadal a Stefan Franson, el juez árbitro sueco de la federación internacional que supervisa el torneo. “¿Por qué no hemos parado antes?”, insiste. Cuando sus palabras son aún futuro, el mallorquín da una pelota al juez de silla para hacerle ver que está hinchada por el agua, incontrolable para su raqueta, como advierte a su banquillo. Nadal extiende los brazos y abre las manos enmarcando un paréntesis. “Está muy grande”, le dice sobre la bola a Toni Nadal, su tío y técnico. De principio a fin, algo inusitado en el tenis, se juega bajo la lluvia.

¿Por qué el agua perjudica a Nadal y no a Djokovic, que se trastabillaba y resbalaba en la tierra? ¿Por qué da la impresión de que es el español quien quiere parar y el serbio el que quiere seguir? ¿Qué explica ese 0-8 sobre tierra del que solo se recuerda el precedente de Roger Federer en la final de Hamburgo 2007, que acabó ganando el suizo tras un tremendo 0-10?

¡La pista es la misma que hace una hora y entonces no hemos parado! Nadal al juez árbitro, S. Franson

“Lo que ocurrió”, explicó Albert Costa, exseleccionador español, campeón de Roland Garros y medallista olímpico, “es que la pelota se puso grande, llena de agua, y a Rafa no le cogía el efecto. Aprovechando eso, Djokovic se metió en la pista y empezó a tirar porque estaba perdido. A él, si la bola le llega a la altura de la cintura, tira fuerte y no se le escapa ninguna. En condiciones tan pesadas, con la cancha mojada, Rafa va peor. Intenta acelerar y no le coge efecto la pelota”. “A esa altura, Djokovic no falla”, insistió mientras los padres del número uno del tenis mundial y sus acompañantes descorchaban cinco botellas de champán Möet & Chandon en el restaurante de jugadores; “el parón le vino bien a Rafa. Ahora podrá ordenarse y volver a jugar con altura, más largo, más profundo, y parar la hemorragia”.

La hemorragia del 0-8 fue detenida por un juego al saque de Nadal y luego por la lluvia. El aguacero citó al español y el serbio para hoy. No es una situación extraña para los dos mejores tenistas del planeta, acostumbrados ya a las exigencias psicológicas de una situación que debería ser única. Se podría decir que son la pareja de los lunes. Ya les ocurrió en el Abierto de Estados Unidos 2010 (ganó Nadal), el de 2011 (Djokovic) y en el Masters de Roma 2012 (Nadal).

Hoy, en medio de negrísimas previsiones meteorológicas, se les espera de vuelta en la pista. Los dos tienen una segunda oportunidad. Nadal, porque dominaba el marcador, pero no la dinámica del duelo. Djokovic, porque iba a favor de viento, pero aún le quedaba mucho encuentro que discutir si quería convertirse en el primer hombre que gana a Nadal sobre tierra tras remontar una desventaja de dos sets a cero.

Los dos rivales intentarán mejorar al servicio porque los restos se impusieron al saque y se vieron 25 bolas de rotura y 14 breaks, una barbaridad, siete para cada uno. Al llegar a la suspensión, marchaban 15-15 en juegos y 97-97 en puntos.

Al cabo, el trofeo de Roland Garros espera al más aguerrido: con lluvia o sin ella, en tierra rápida o lenta, los dos mejores tenistas, dos tipos insensibles a los vaivenes del marcador, pelean por el título.

Agua o sodio para la pista

A primera hora de la mañana de hoy, explicó Gilbert Ysern, director de Roland Garros, el equipo de mantenimiento de las pistas de tierra decidirá si pone o no sodio en la pista central para absorber la humedad de la arcilla, consecuencia de tantísimas horas de lluvia.

Sorprendentemente, también valorarán la necesidad de volver a mojar la tierra por si se hubiera quedado seca tras una noche entera pasada bajo una lona. "Hace años que no nos enfrentamos a esto", se lamentó el ejecutivo.

La última vez que la cita parisiense no acabó en domingo, en 1973, el rumano Ilie Nastase ganó el título al croata Nikola Pilic. La final terminó el martes.

Hoy, como aquel lunes del siglo pasado, las previsiones de lluvias racheadas son tenebrosas y empeoran con el paso de las horas.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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