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el retrovisor

“Platini era la sensibilidad en un equipo muy físico”

Víctor y Gordillo recuerdan cómo en la final de 1984, torneo en el que el francés marcó en cada partido, quisieron “aburrirle”

Juan José Mateo
Platini, en la Eurocopa de 1984.
Platini, en la Eurocopa de 1984.L'EQUIPE/Cordon Press

Tigana se acerca a Platini y le confiesa al oído: “Nunca he ganado una tanda de penaltis”. Son las semifinales de la Eurocopa de 1984, Francia juega en casa, pero Portugal manda. Las palabras del jugador del Girondins de Burdeos no impresionan al estandarte de la selección bleu.Como si el gol obedeciera a sus órdenes, Platini marca a 47 segundos de los penaltis (3-2). Platini acaba el torneo con nueve tantos en cinco partidos, más que nadie en la historia de la competición; convertido en el único futbolista que ha encontrado la red en todos los encuentros de una fase final y coronado campeón tras golear también en la final contra la España de Miguel Muñoz (2-0).

 Es el último acto de una obra maestra. Ni Camacho, reputado marcador, pudo impedir que Platini firmara un curso de ensueño: en 1984 ganó la Liga, la Recopa y la Supercopa con el Juventus, y la Eurocopa con Francia; fue el máximo goleador de Italia (20 tantos) y del campeonato de selecciones (9) y se llevó el Balón de Oro. “El más grande”, tituló France Football.

“Platini era un superclase, un futbolista de exquisita calidad con muy buen remate”, recuerda Víctor, titular con La Roja en aquella final. “Todo balón que recibía lo hacía fructífero. Era la guinda que aportaba sensibilidad, precisión y pase en un equipo que tenía mucho físico y mucha fuerza en el centro del campo con Luis Fernández, Giresse y Tigana”, prosigue. “No era un velocista. Marcaba la diferencia con la técnica. En el remate no era rompedor. Creaba la jugada como acompañante del delantero, y acudía al remate”, añade. “A Arconada no le metió un supergol. Fue un error, y eso afecta”, cuenta sobre el famoso tanto de falta del francés que se coló por debajo del cuerpo del portero.

Francia, 2; España, 0

Francia: Bats; Battiston (Amorós, m. 72), Le Roux, Bossis, Domergue; Giresse, Tigana, Luis Fernández, Platini; Lacombe (Genghini, m. 80) y Bellone. Seleccionador: Michel Hidalgo.

España: Arconada; Urkiaga, Salva (Roberto, m. 85), Gallego, Julio Alberto (Sarabia, m. 77); Víctor, Francisco, Señor, Camacho; Santillana y Carrasco. Seleccionador: Miguel Muñoz.

Goles: 1-0. M. 57. Platini, de falta directo que se le cuela a Arconada bajo el cuerpo. 2-0. M. 90. Bellone.

Árbitro: Christov (Checoslovaquia). Amonestó a Le Roux, Gallego, Carrasco y Roberto.

Final de la Eurocopa de 1984. Parque de los Príncipes (París).

Es 1984. En los estadios flamean banderas tricolores. Hay días en que los árbitros tienen que desalojar gallos de cresta roja del césped, al que llegan las aves lanzadas por el público, orgulloso de su símbolo y sus gallos, que son los futbolistas de su equipo. En ese gallinero manda Platini, quien, según cuentan los libros, vive el torneo con una intensidad nunca vista. Jamás había ganado Francia un gran trofeo por equipos. Poco amigo de la preparación física (“no vamos a competir en los 5.000 metros de los Juegos; a esto se juega con los pies”, solía decir), asalta la cita en condiciones óptimas. Esto no es el Mundial de España 1982, en el que compitió con una pubalgia. Esto no es el Mundial de México 1986, en el que jugó con una bursitis. Esto, la Eurocopa de 1984, es la oportunidad de que muera un apodo malicioso: Les champions du monde des matches amicaux, los campeones mundiales de los partidos amistosos.

Las emociones disparan a un Platini magnífico. “Es el líder, el finalizador”, dice Muñoz, el seleccionador español, en la víspera de la final; “guardando las distancias y sin querer comparar sus estilos, Platini es como Di Stéfano. Se mueve por donde quiere, busca huecos, desplaza el balón al pie del compañero, chuta con los dos pies, cabecea y pelea. Además, atraviesa un momento inspiradísimo”. Y, claro, Muñoz decide que a Platini le marque el fiero Camacho.

Aquel gol a Arconada...

Se dice que Arconada tardó mucho tiempo en asimilar aquel error en la final de la Eurocopa, cuando Platini le coló entre el suelo y el cuerpo un balón malintencionado.Se dice, incluso, que aún no lo ha superado y por eso rehúye las apariciones públicas, que inevitablemente están expuestas a que le hablen del famoso gol de Platini. En España, el actual presidente de la UEFA siempre será recordado por ese gol que probablemente estará en los últimos lugares de su lista de dianas porque tuvo más que ver con la fortuna que con la belleza. Fue uno de esos goles que estigmatizan al que lo encaja y pasan a la historia de quien lo logra.

“La idea fue frenarle de una forma que ahora no se lleva, pero que entonces sí: con un marcaje individual”, recuerda Gordillo, quien, sancionado, vio aquella final desde fuera. “Lo mismo que hizo Hugo Sánchez, cuando entrenó al Almería, para frenar a Xabi Alonso lo quisimos hacer nosotros con Camacho para frenar a Platini, que era muy listo: vivía del desmarque para hacer la jugada y crear peligro”, agrega sobre el hoy presidente de la UEFA y entonces un futbolista indetectable que jugaba en constante movimiento y atacaba la portería al espacio.

“Sabíamos que a todo el mundo le molesta tener un tipo detrás, que fastidia verle siempre al lado cuando recibes el balón, que aburre. La idea era encimarle. Que, al pasar el medio campo, sintiera un marcaje fuerte porque, cuanto más espacio le dabas, más peligro creaba”, concluye.

En aquella Eurocopa, Platini dominó todas las caras del gol. Marcó con la cabeza, con la pierna derecha, con la izquierda, de falta y de penalti. Solo él ha sido capaz de marcar dos tripletes en la misma cita. Con su melena siempre peleada con el peine, fue un delantero móvil que, sin embargo, dejó una huella indeleble: probablemente, nunca un futbolista dominó de forma tan clara un torneo.

Del césped a la alfombra de la UEFA

Le faltó el Mundial para llevar a su palmarés todos los torneos de prestigio con los distintos equipos en los que jugó y la selección francesa. Le faltó la guinda, que quiso encontrar cuando aceptó el cargo de seleccionador nacional en 1988 con un resultado discreto, muy lejano de su fama como futbolista. Quizás en ese momento decidió cambiar el césped por las alfombras de los despachos. Primero, en la federación de su país, en la que hizo el rodaje de su dotes organizativas y comenzó a cortejar a la UEFA. En 2007 fue elegido presidente del máximo organismo del fútbol europeo, en el que ha querido ser bandera del fair play económico y de la lucha contra el racismo. Atrás quedó el olor a hierba, la que más que pisar acarició como futbolista.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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