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Las piernas de Roberto Carlos

A los 30 años, Ferrer disfruta de una gran resistencia gracias a su “calidad muscular”

Juan José Mateo
David Ferrer, en el partido ante Andy Roddick
David Ferrer, en el partido ante Andy RoddickSTEFAN WERMUTH (REUTERS)

“Esas piernas no se hacen solo con trabajo. Hay que nacer con ellas. Son como las de Roberto Carlos”. David Andrés Paramio, preparador físico y antes psicólogo del Villarreal que entrenó Benito Floro, habla con tono reverencial de las columnas que sustentan el juego de un tenista de hierro. Hoy (Canal+), ante el argentino Juan Martín del Potro, David Ferrer busca sus primeros cuartos de Wimbledon. Si vence, el número cinco habrá alcanzado esa ronda en todos los grandes, algo de lo que solo pueden presumir dos españoles (Nadal y Ferrero). El alicantino ha disputado todos los torneos del Grand Slam desde su debut (39). En 2012, nadie ha ganado más partidos (46), más torneos (cuatro) ni ha levantado trofeos sobre tantas superficies distintas (tierra, cemento y hierba) como él. Nada mal para un tenista de 30 años. 

“David tiene muy buena calidad muscular y la estatura \[1,75m\] también le ayuda a no lesionarse”, explica su preparador físico. “Los tenistas más altos son más propensos a lesiones articulares, que en su caso son molestias. Al ser más pequeño, tiene que trabajar más el saque, pero tiene más movilidad y resistencia, aunque tenga teclas, como todos: la rodilla izquierda y los hombros. La fuerza la ha trabajado mucho, para equilibrar la parte superior de su cuerpo con las piernas, que, en el gimnasio, trabaja con poco peso y repeticiones a mucha velocidad. Se trata de que no pierda su chispa natural y que tenga aceleración”.

Durante un lustro, Ferrer construyó su afamada resistencia en la cinta del gimnasio, el tartán de la pista y la tierra de los bosques. Corría los 400 metros en menos de un minuto. Los 2000 en menos de siete. Todas esas marcas las alcanzaba haciendo series, con brevísimos descansos y su preparador físico impidiéndole que se empleara a fondo hasta la última. A los 30 años, el alicantino trabaja ahora con la bicicleta de montaña, devorando las carreteras de la Comunidad Valenciana; con palas de 800 gramos para mejorar su potencia, herencia del padre de su preparador físico, que llegó a ser campeón de España de pelota vasca en 1974; y, sobre todo, descansando las veces que puede.

Al ser más pequeño, tiene que trabajar más el saque, pero tiene más movilidad y resistencia

“Lo que pasa”, explica David Andrés, “es que es demasiado trabajador”. “Le cuesta estar parado, y por eso intentamos hacer cosas que le sirvan mientras nos divertimos: el pádel, el fútbol con los amigos, la bici… intentamos ir suave, pero como es muy competitivo, es difícil. Así se divierte, y eso es importante en lo mental. Hay que medir la carga psicológica y que trabaje pasándoselo bien”.

En la treintena, Ferrer se exprime. El ecosistema en el que se desarrolla su vida anima al trabajo. Javier Piles, su técnico, es un maratoniano que corre la distancia en menos de tres horas. Su preparador físico cubre miles de kilómetros semanales en bicicleta. Rafael García, su fisioterapeuta, curiosamente el primer rival al que se enfrentó en competición, es un amante del pádel.

Pero Ferrer no es solo un tenista esforzado. Como sufrió Andy Roddick, resta increíblemente. Como sabe Del Potro desde la final de la Davis 2011, el alicantino tiene una fe a prueba de bombas. Y como su héroe de estos días, el capitán Alatriste, que le acompaña desde su libro mientras coge el sueño, Ferrer compite con piernas y cabeza: sobre el césped de Wimbledon, que impide cambiar alturas en los peloteos y premia a los sacadores, Delpo, el número nueve, será un durísimo hueso.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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