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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Caligrafía de España

Juan Cruz
Iniesta controla el balón en el partido contra Italia de la fase de grupos.
Iniesta controla el balón en el partido contra Italia de la fase de grupos.PIERRE-PHILIPPE MARCOU

Alguna de sus intuiciones surrealistas llevaron a Luis Martín a introducir en su excelente sección En tres minutos y medio la pregunta siguiente: ¿Tiene buena letra? Con sus respuestas han desfilado por ahí los jugadores de la selección española. El sobrio Andrés Iniesta, que no se moja ni dentro del agua, le respondió a nuestro veloz compañero sobre la calidad de su letra:

—Sí, por lo menos se lee bien.

Todos, más o menos, han dicho eso. Unos dudan sobre los retoques que el seleccionador se hace en el bigote o sobre el trabajo que hacía Pedro Picapiedra, pero todos los futbolistas que ha seleccionado Vicente del Bosque responden más o menos como el futbolista de Fuentealbilla, que ellos sienten que tienen buena letra.

Me ha parecido muy interesante esa confesión que es, por otra parte, la más personal de todas las respuestas. Uno se hace, en la infancia, tratando de tener buena letra, pues así se lo piden los padres, los maestros y los hermanos mayores. Luego la vida va inutilizando esa intuición formidable que es la caligrafía, o por exceso de confianza, o por falta de confianza o simplemente por falta de entrenamiento. La catedrática Adela Cortina, especialista en Ética, dice que los valores se tienen que apuntalar entrenando, que no se conservan solos. Pues lo mismo pasa con la caligrafía. Se entrena escribiendo y se entrena leyendo.

Los jugadores están orgullosos de su letra, y en ese orgullo se refleja el aplomo con el que juegan

En el caso de los futbolistas que han pasado por el formidable inventario de ocurrencias de Lu me ha parecido sintomática esa confianza de todos los futbolistas —de todos los futbolistas— sobre su letra, de la que se sienten mayoritariamente orgullosos. Significa que se sienten cómodos leyéndose, y que se sienten lógicos, pues la caligrafía revela, me parece, el nivel de coherencia de la idea que se tiene con la forma de plasmarla.

Eso me ha llevado a pensar que ahí está por lo menos una de las claves de ese aplomo (a veces excesivo, lo dicen nuestros nervios más que nuestra inteligencia) con que juega la selección española. Una bailarina y profesora de ballet, Violeta Gastón, comentaba que con las evoluciones de los futbolistas españoles en el campo se podía dibujar una buena ortografía espacial del ballet, pues eran lógicas y bellas, y sinuosas, y tenían todas un desarrollo muy armónico, como instantes sublimes en medio de una batalla sin sangre.

La selección ha llevado a cabo una revolución íntima muy interesante. Ha conseguido que los egos revueltos de futbolistas de élite, que provienen de plantillas y de planteamientos distintos, se unifiquen y se pongan a disposición de una exigencia colectiva de juego. Ese es un estado mental que solo se consigue, me parece, si el maestro les ha enseñado buena caligrafía y ellos ejecutan esa enseñanza con valor y con detenimiento. Dice eso Iniesta, que a él se le entiende bien. Es la esencia de su juego, y él es el alma estética de este equipo que ha conseguido, tiene un buen maestro, una caligrafía extraordinaria.

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