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El susto “monstruoso” de Federer

El suizo, lesionado en la espalda, llega a cuartos tras ganar 7-6, 6-1, 4-6 y 6-3 a Malisse e igualar las victorias en el torneo del heptacampeón Sampras (63)

Juan José Mateo
Federer recibe atención médica durante el partido de octavos de final del torneo de Wimbledon
Federer recibe atención médica durante el partido de octavos de final del torneo de WimbledonJONATHAN BRADY (EFE)

El viento se lleva hasta los sombreros. Sus fríos soplidos son latigazos que laceran la espalda de Roger Federer, enfrentado a Xavier Malisse por un puesto en los cuartos de Wimbledon. Tiene que venir el fisioterapeuta. Al vestuario que se marcha el suizo. El Federer que vuelve de la caseta apenas golpea la pelota, tieso como un palo debido a sus doloridos riñones: Malisse rompe su saque y sirve por la primera manga (6-5). Federer no le pega a la bola, simplemente la distribuye con golpecitos plenos de sutilezas. Federer no puede apoyarse en el muelle de su espalda, pero sí en la fortaleza de su carácter. Federer, finalmente, va tendiendo trampas por la pista, recupera el terreno perdido, gana el tie-break resultante y se lleva con él el partido (7-6, 6-1, 4-6 y 6-3). El suizo suma 63 victorias en Wimbledon, tantas como el heptacampeón Pete Pistol Sampras. Solo Boris Becker (71) y Jimmy Connors (84) han ganado más duelos en la catedral del tenis.

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“Fue un shock, me sentí en un gran aprieto, pero tuve suerte porque la espalda fue mejorando durante el partido”, explica luego el suizo, que se enfrentará en cuartos al ganador del Youzhny-Istomin, y que pidió ser tratado antes de un saque de su contrario, cuando lo que se estila es solicitar la atención del fisioterapeuta en el propio servicio. “Quiero disculparme con Xavier, porque lo que ocurrió al final del primer set fue una cosa monstruosa. Me asusté, sufrí mucho dolor mientras me trataban y cuando volví a la pista jugué extrañamente, porque me liberó saber que ya no tenía nada que perder. Espero estar bien para el siguiente partido”, cierra el campeón de 16 grandes, que también busca igualar el récord de los siete títulos de Wimbledon, en manos de Sampras y William Renshaw.

Fue un shock, me sentí en un gran aprieto, pero tuve suerte porque la espalda fue mejorando durante el partido” Roger Federer

Es una mañana de perros. Las nubes anuncian lluvia y el frío exige bufandas. Federer acaba compitiendo con una camiseta térmica por debajo de su polo blanco, intentando proteger su espalda. En los descansos, se cubre los riñones con una toalla. Pide la ayuda del fisio. Por tres veces se marcha al vestuario. El suizo tiene la ventaja de un parón inexplicable por la lluvia, que detiene el juego 40 minutos y le permite recuperarse, sin que la organización se decida a cerrar el techo ni a continuar el juego.

Durante largos tramos del partido, Malisse deja muestras de su talento. Este es un tenista pesado, con un tronco generoso, que se mueve lo justo pero toca con gran clase la pelota. Malisse juega con la libertad del que se siente derrotado al entrar en la pista. Acude al tú a tú. Deja golpecitos preciosos. Se diluye frente a la responsabilidad: con Federer lesionado, sin apenas poder moverse, firma un juego horrible al saque cuando sirve por la primera manga. Ahí, salvo las muestras de vida que da en el tercer set y el inicio del cuarto, se acaba su partido. El resto es Federer limitado, sin poder ser Federer, y Malisse recogiendo el resultado con gotitas de esa clase que atesora y administra con avaricia de usurero.

Es el fin de Wimbledon para Malisse. Es también el punto y final en Londres para la rusa Maria Sharapova, la número uno mundial y finalista en 2011, eliminada por la alemana Lisicki por 6-4 y 6-3.

Por otra parte, el partido que iba a enfrentar a David Ferrer con el argentino Del Potro, número nueve del mundo, se ha tenido que aplazar por la lluvia que ha caído durante el día en Wimbledon.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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