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Ferrer sueña despierto

El alicantino volatiliza 6-3, 6-2 y 6-3 a Del Potro y se convierte en el tercer español que alcanza esta ronda de todos los grandes

Juan José Mateo
David Ferrer devuelve una bola durante el partido
David Ferrer devuelve una bola durante el partidoClive Brunskill (Getty Images)

Juan Martín del Potro lo intenta todo. Corre por la pista abriendo sus fauces de gigante y salta por encima de una silla intentando devorar el mundo. Lanza pelotazos de acero. Silban las bolas la melodía de sus saques como truenos. Esto es Wimbledon, y el número nueve del mundo, el campeón del Abierto de Estados Unidos 2009, concentra cada gramo de energía de su corpachón de 1,98 contra un tenista de Alicante que apenas levanta 1,75 metros del suelo. A David Ferrer, que es ese hombre, no le intimida nada de eso. En el primer juego, que dura nueve minutos, levanta cuatro bolas de break. Bajando el trasero al suelo, espera su oportunidad bajo el techo de la central, que le ayuda frenando el juego. Finalmente, el número cinco va cavando trincheras, de resto en resto suelta sus puños al viento, y se convierte (6-3, 6-2 y 6-3) en el tercer español de la historia que alcanza los cuartos en los cuatro torneos grandes (Rafael Nadal y Juan Carlos Ferrero).

Fue un Ferrer venido de otro tiempo, sobre todo en los dos primeros sets. Uno que con sus derechas lacerantes recordó al finalista de la Copa de Maestros 2007. Uno que con sus restos subrayó su posición entre los mejores del mundo. Uno que a la chita callando lleva una temporada notable, con cuatro títulos en tres superficies distintas y una ristra de cabelleras de prestigio en el bolsillo. El alicantino jugó flotando en el aire, de saltito en saltito, con un juego de pies a medio camino entre el ballet y el toreo, siempre en movimiento, con la cinta aleteando junto su melena al viento. Tremendo.

El español atacó con decisión y defendió con tino. Del Potro no tuvo respiro

"Estoy feliz, quizás jugué el mejor partido del año en hierba", resumió el español, que protagonizó dos sets de ensueño. Demostrando que ha convertido su carrera en un constante proceso de mejora, tuvo una espada donde antes solo tenía un escudo (primer servicio). Atacó con decisión y defendió con tino. Del Potro no tuvo respiro. Ferrer restó y se movió con una facilidad pasmosa sobre la hierba, haciendo de la mayoría de puntos un intercambio, cuando lo que se estila sobre el césped es el palo y tentetieso. Sorprendido, Del Potro fue quedándose sin argumentos. Primero, Ferrer le negó el saque. Luego, le quitó la iniciativa. Finalmente, le forzó tanto, estirándole a lo ancho y a lo largo de la pista, que el número nueve acabó por los suelos, trastabillado y dolido de la rodilla izquierda, además de retratado en la red, donde vivió una pesadilla. Solo se apuntó ocho juegos. Una paliza.

El español, que encontró un misil en su revés paralelo, quizás el golpe que menos le distingue, jugará ahora contra el británico Andy Murray, que se deshizo 7-5, 6-2 y 6-3 del croata Marin Cilic. El duelo pone a Ferrer ante la posibilidad de contar a sus nietos que él jugó las semifinales de todos los torneos grandes y que luchó hasta el final por conquistar la legendaria Copa de Wimbledon. Palabras mayores.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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