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30 años os contemplan

El ahora Movistar, símbolo de un ciclismo español que cumple tres decenios seguidos en el Tour, un récord escrito de Echávarri a Arrieta con Indurain como estandarte

C. ARRIBAS
Una representación del Movistar con el tradicional pañuelo de San Fermín en la salida de la etapa de La Planche des Belles Filles
Una representación del Movistar con el tradicional pañuelo de San Fermín en la salida de la etapa de La Planche des Belles Filles DANI SANCHEZ (DIARIO AS)

Si fuera José Miguel Echávarri, que no lo es, José Luis Arrieta seguramente se dirigiría a sus corredores antes de las grandes etapas del Tour con una arenga en la que incluiría alguna referencia napoleónica del tipo “30 años os contemplan”. Sería, sin duda la mejor forma de celebrar que su equipo de casi toda la vida —el Movistar, antes llamado Reynolds, luego Banesto, Illes Balears y Caisse d’Épargne— lograba el nada desdeñable récord de 30 Tours consecutivos.

“Pero ahora se usa otro lenguaje, estamos en la encrucijada entre el ciclismo clásico, el nuestro de toda la vida, del que hemos sido un referente para todos, y el ciclismo que yo digo anglosajón, en el que todo se mide y se cuenta, los resultados, los puntos, los objetivos, y a final de temporada se hace balance como en cualquier otra empresa”, dice Arrieta. Lo dice al menos en un lugar que suena a eternidad, lo que sin duda placería a Echávarri, en la calle de Jean Chandon Moët, esquina a la avenida de Champagne, en el centro de Epernay. Lo dice como director de un equipo que conoció ya de ciclista amateur y cuyo jefe sigue siendo Eusebio Unzue, uno que ya estuvo al volante un tiempo en el primer Tour, el del 83, el que descubrió a Arroyo, rey del Puy Dôme, y al loco del Peyresourde, Perico.

“Antes el ambiente era más próximo, con las ventanillas bajadas en los coches”, dice Arrieta

Echávarri, el fundador del grupo conocido también como “el equipo navarro”, presentó a Arrieta en sociedad mediado el Giro del 93, en el que debutaba el ciclista de Uharte Arakil. Lo hizo, a propósito, por supuesto, ante los templos griegos de Agrigento, en Sicilia, de donde salía una etapa. Ante las piedras eternas, como metáfora de la voluntad de estilo propia del equipo, de la voluntad de permanencia también, de que el equipo no tenía principio ni tendría fin, dijo a unos cuantos periodistas: “El dorsal número 2, Arrieta: es un director desde la bicicleta”. Toda la historia del equipo ya pasó por su cabeza: no los Tours de Perico y los de Indurain, que le pillaron chaval, pero sí la transición dura, los años de Olano, Chava, Mancebo. De todos fue el guardián Arrieta, que hasta se fue al Ag2r con Mancebo con el visto bueno del equipo para que el ciclista de Navaluenga no se perdiera.

“Y yo no me daba cuenta de nada”, añadía ayer Arrieta, en la salida, el día más doloroso tras las caídas y abandonos de la víspera, con el pañuelo rojo de San Fermín, que todos los del equipo se ponen el 7 de julio casi desde que empezaron a venir al Tour por primera vez, en 1983, después de la Vuelta de Arroyo en el 82 y de que el amor por Francia de Echávarri hicieran inevitable una participación que cambió la norma española de la época: por entonces, los equipos iban al Tour contrariados, derrotados, sin ilusión. Hasta que entró el Reynolds. “Para mí era el equipo de casa. Estaba ahí desde siempre y ni me planteaba ni el pasado ni el futuro. Después, con el paso del tiempo, me di cuenta de lo que era, del respeto que se tenía a José Miguel, a Indurain, de lo que significaba el equipo para todo el mundo, un referente en la forma de hacer las cosas”.

“Ahora ha llegado la cultura anglosajona. Habrá que adaptarse, sin perder el alma”

Habla Arrieta de un tiempo, unos Tours en los que el ambiente “era más próximo entre todos”. “Nos conocíamos y nos saludábamos todos. Yo veía a los directores rivales compartir cantidad de cosas, las ventanillas bajadas en los coches, hablando entre ellos, pero sin perder la seriedad: cuando nos enfrentábamos, nos enfrentábamos”, dice Arrieta, que hasta fue unos años el corresponsal en el pelotón de EL PAÍS, el ciclista que todos los días escribía la crónica de su etapa para el periódico. “Pero ahora los tiempos han cambiado. Ha llegado la cultura anglosajona y nosotros tendremos que adaptarnos y también seguir marcando el camino, como siempre, como hace 30 años, sin perder nuestra alma”.

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Sobre la firma

C. ARRIBAS
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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