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“A veces, en la pista me siento solo”

Un día después de su victoria, Federer resalta la importancia de jugar en equipo y de contar con Annacone, el técnico que pilotó su séptimo Wimbledon y el de Sampras

J. J. MATEO
Federer, con el trofeo de Wimbledon
Federer, con el trofeo de WimbledonTOBY MELVILLE (REUTERS)

El gentleman no está, hoy ha venido el roquero. Es lunes por la mañana y el club de Wimbledon hierve de operarios, camionetas y cables abiertos mientras se desmonta la infraestructura del grande y se prepara la de los Juegos Olímpicos de Londres. El suizo Roger Federer, coronado campeón la víspera, aparece con una chupa de cuero, unos vaqueros y unas deportivas. El caballero de la pista ha dejado su sitio al treintañero que aún recuerda a aquel chico de melena rubio platino y orejas taladradas por los riffs de Metallica. El número uno mundial, claro, no está aquí para hablar de música con el reducido grupo de periodistas a los que ha dado cita. Federer tiene un mensaje: la Copa la ha levantado él, pero no es coincidencia que su séptimo Wimbledon haya llegado bajo el mando de Paul Annacone, el mismo técnico que pilotó el séptimo de Pistol Pete, el mítico Sampras.

Desde hace un año, siento que hay una gran armonía en mi equipo" Roger Federer

“Desde hace un año, siento que hay una gran armonía en mi equipo”, explica Federer, que cuenta con Annacone y Severin Luthi como entrenadores, además de con Stéphane Vivier como fisioterapeuta y Pier Paganini como preparador físico. “Paul se integró muy bien entre mi gente. Como grupo, nunca sentimos pánico. Sabemos qué queremos hacer, haya un partido, una suspensión por lluvia, lo que sea. Tenemos una gran rutina”, añade. “Intenté organizarlo todo de tal manera que nos reuniéramos todos antes de Roland Garros y continuáramos juntos, básicamente como un equipo, hasta después del Abierto de Estados Unidos”, prosigue. “Mujeres, hijos, familia, todos pueden unirse a nosotros. No hay problema… Mi mensaje fue que pasáramos por este tramo de la temporada, ganando o perdiendo, pero siempre juntos como un equipo. Mi fisio lleva 90 días fuera de casa. Ese es el tipo de sacrificios que mi equipo está dispuesto a hacer. A veces, en la pista, me siento solo… así que es bonito ganar en equipo”.

Hace ya varias semanas, antes de que Federer perdiera las semifinales de Roland Garros contra el serbio Novak Djokovic, Emilio Sánchez Vicario, medallista olímpico y fino analista del juego, hizo una observación técnica que quería ser un piropo hacia el trabajo de Annacone: “Creo que basan su trabajo en la época de Annacone con Sampras, cuando terminaron ganando el Abierto de Estados Unidos de 2002 tras un tiempo sin conquistar ningún grande”, opinó el exjugador. “Federer ha decidido jugar de forma más agresiva. Dice mucho de él que lo ponga en práctica en tierra, el sitio más difícil para eso. Creo que es un trabajo de cara a otras superficies [hierba y cemento] en las que el inicio de la jugada es más importante, y que eso le supondrá ser más competitivo”.

Al cabo de un mes, Federer ha sido el mejor sobre el césped de Wimbledon y ha ganado su primer grande en dos años y medio. Exactamente lo mismo que pasó cuando se juntaron Sampras y Annacone.

“Antes del partido”, repasa el suizo, que transmite una satisfacción absoluta. “No hablé mucho con él sobre su experiencia con Pete. Lo hice por la noche, bien tarde. Comentamos cómo era Sampras, cómo iban juntos a la cena de campeones, ese tipo de cosas”, añade tras convertirse en el primer clasificado para la Copa de Maestros, que reunirá a los ocho mejores tenistas del curso a finales de año en Londres. “Bromeamos sobre si quizás habrá sido el tío que más veces se haya sentado en un banquillo en la central de Wimbledon, conmigo, Tim Henman, Pete Sampras…”, continúa; “y pasamos una noche fenomenal, hablando de nuestros recuerdos”.

Así se despide Federer, firme el apretón de manos, fácil la sonrisa, desvestido del chaqué con el que asistió a la cena de gala, normalizado por su chupa de cuero, genial campeón siempre.

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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