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El equipo con el que todo el mundo quería fotografiarse

20 años después, el dream team de Barcelona '92 permanece en el recuerdo como el mejor conjunto de baloncesto jamás reunido

Faustino Sáez
Jordan y Magic en Barcelona 92
Jordan y Magic en Barcelona 92Susan Ragan (AP)

Mucho antes de que se gestara el milagro, un hombre ya había soñado con él. Con apasionada serenidad y meticulosidad exquisita, Juan Antonio Samaranch, presidente del COI entre 1980 y 2001, dedicó todos sus esfuerzos tras tomar posesión del cargo a ir desmontando el trasnochado amateurismo que encorsetaba a los Juegos. Su ambiciosa visión de futuro pasaba por convertir la cita olímpica en un espectáculo planetario y en un negocio global. Un ideal, engalanado con la mística de la antigua Grecia y el espíritu de Pierre de Coubertin, que pasaba ineludiblemente por abrir las puertas a los mejores deportistas profesionales, reconvertidos hasta entonces en meros aficionados durante la tregua olímpica, para vender el magno evento. La apertura iniciada con el tenis en Seúl 1988 se completó cuatro años más tarde con el baloncesto. Barcelona recibió un regalo de ensueño. El honor sin precedentes de reunir a un equipo de leyenda que acuñó como imagen de marca el nombre de Dream Team

La nueva normativa aprobada por la FIBA en 1989 permitiría a la federación estadounidense disponer de su mejor artillería para borrar la afrenta de Seúl, donde la imponente URSS de Sabonis, Marciulionis, Homicius, Belostenny y Tikhonenko les había derrotado en semifinales (82-76) abocándoles a la medalla de bronce. La NBA puso lo mejor de su repertorio a favor de la causa. 

Michael Jordan, Larry Bird, Magic Johnson, Patrick Ewing, Karl Malone, David Robinson, Scottie Pippen, Chris Mullin, John Stockton, Clyde Drexler, Charles Barkley y Christian Laettner (único universitario, dos veces campeón con Duke y jugador del año en aquel 1992) formaron el elenco encargado de maravillar al mundo durante 15 días en los que incorporaron el baloncesto a las bellas artes con el Pabellón Olímpico de Badalona y el Palau Sant Jordi barcelonés como sus particulares capillas sixtinas. 12 jugadores cuyos salarios anuales sumados superaban con creces los cinco mil millones de pesetas de la época. Las megaestrellas estadounidenses cobraban 3 millones de dólares de media, un 216% por encima de los sueldos medios de la NBA de la época (950.000 dólares).

No fue fácil despertar su motivación ni completar la convocatoria. Las particularidades del calendario de la NBA obligaban a los jugadores que acudieran a la cita olímpica tras haber disputado las finales a jugar de forma casi ininterrumpida durante 10 meses. Esa circunstancia, unida a la lucha de egos, obligaba a un complejo ejercicio, entre el funambulismo y la alta diplomacia, para configurar la lista. “Los Juegos son para gente joven. Me sentaría muy mal quitarle esa posibilidad a un muchacho. No es el momento oportuno para que yo sea miembro de un equipo olímpico. Quizá me arrepienta de ello algún día, pero es lo que siento ahora”, afirmaba Larry Bird meses antes de la cita. El alero de los Celtics fue el más difícil de convencer y solo cambió de idea por la pertinaz insistencia de su amigo Magic Johnson (con el que compartiría capitanía), el mismo que, sin embargo, vetó la participación de Isiah Thomas. Unas controvertidas declaraciones del jugador de los Pistons cuando Magic hizo público que era portador del VIH les convirtieron en enemigos irreconciliables.

No fue fácil despertar su motivación ni completar la convocatoria

El encargado de gestionar aquellas dosis inabarcables de talento fue Chuck Daly. El técnico de Detroit, que cumplió 62 años días antes de iniciarse los Juegos Olímpicos, se postuló como entrenador desde un primer momento. “He ganado dos campeonatos y he mantenido unido un grupo con muchos egos. Me manejo bien entre estrellas. Nadie mejor que yo para sacar el mejor rendimiento a un jugador profesional. Una medalla de oro es además la mejor motivación”. Cumplía las condiciones que exigía la federación estadounidense: ocho años de experiencia en los banquillos y tres al frente de un equipo NBA, pero su escasa experiencia internacional hacía recomendable ampliar el staff. El entrenador de Duke, Mike Krzyzewski (actual seleccionador) y el de Seton Hall, P.J. Carlesimo, se unieron al proyecto que, a última hora, incorporó también a Lenny Wilkens, entonces en Cleveland (y después campeón olímpico en Atlanta 1996 al frente del banquillo).

 El 28 de junio de 1992, el Dream Team hizo su puesta en escena en el Torneo de las Américas celebrado en Portland. Derrotaron a Cuba 136-57 en un estreno tan excelso como el resto de su andadura. Aquellos 136 puntos supusieron la anotación más alta que lograron alcanzar en todos los partidos que jugaron juntos. “Son una máquina perfecta”, relató sobrecogido el seleccionador cubano, Miguel Calderón, tras el encuentro. “Solo otra plantilla de la NBA podría intentar vencerles. Ha sido un regalo inolvidable jugar contra ellos”. Esa primera impresión resumió el aura de aquella pléyade que cautivó a todos los equipos con los que se enfrentaron, más preocupados en coleccionar recuerdos del rival que en disputarles el balón. La derrota se daba por descontada, se trataba de paladearla con fruición para poder contarla con el paso de los años. Muchos jugadores acudían, en pleno partido, al banquillo norteamericano para fotografiarse junto a sus ídolos.

EE UU disputó cuatro encuentros más en el torneo, saldados todos ellos con victorias contundentes sobre Canadá, Panamá, Argentina y Puerto Rico. Un partido más ante Francia en Mónaco completó una puesta a punto que fue más intensa en los entrenamientos que en la competición. Antes de echar a rodar de forma oficial, un equipo de universitarios reclutados a modo de acreditados sparrings y liderados por Grant Hill, Penny Hardaway y Chris Webber, venció 62-54 al Dream Team en una pachanga. Desde aquel traspié se acabaron las bromas. Patrick Ewing fue el primero en acreditar la intensidad de las sesiones preparatorias. El pívot acabó maltrecho tras intentar anotar ante Karl Malone en un contragolpe. “Me quería hacer un mate brutal”, dijo Malone; “entonces respondí con un tapón igual de brutal”. Seis puntos de sutura y una pequeña escayola retrasaron el rodaje de Ewing durante unos días, pero no le impidieron llegar a la cita. 

Larry Bird  fue el más difícil de convencer y fue por la insistencia de Magic Johnson, que vetó a Isiah Thomas

El 26 de julio, un día después de la inauguración, el Dream Team debutó en los Juegos ante Angola con un contundente 116-48. Después se ventilaron a Croacia (103-70), Alemania (111-68), Brasil (127-83) y España (122-81) en la primera fase. “Era como juntar a los Beatles y a Elvis, como viajar con 12 estrellas de rock”, resumió Chuck Daly, que más que dirigir los partidos los presidía desde el banquillo. El técnico no necesitó pedir un solo tiempo muerto en los ocho partidos que su equipo ganó por una diferencia media de 44 puntos y en los que promedió 117 puntos a favor. En cuartos sucumbió el Puerto Rico de Piculín Ortíz (115-77), en semifinales se cobraron la revancha ante la Lituania de Sabonis (127-76) y en la final volvieron a ganar a la Croacia de Petrovic, Kukoc y Radja (117-85). 

El máximo anotador de EE UU durante el campeonato fue Charles Barkley con 18 puntos de media y un excelso 71% de acierto en tiros de campo. “No tenemos nada contra los equipos extranjeros. Pueden tener mejores coches, mejores televisiones e incluso mejores cigarros, pero probaremos que tenemos el mejor baloncesto del mundo”, había anunciado antes de los Juegos con su particular arrogancia. “Tras lo ocurrido en el 88 había que enviar a los Seals. Éramos los Navy Seals, la élite dentro de los cuerpos de élite. Llegamos, pateamos algunos culos y volvimos a casa sanos y salvos”, refrendó tiempo después Ewing en la misma línea reivindicativa. 

El máximo anotador de EE UU durante el campeonato fue Charles Barkley con 18 puntos de media

Catorce partidos oficiales para el recuerdo y para la enciclopedia. Filigranas, florituras, malabares… magia. Sin embargo, el revisionismo histórico desveló tensiones internas desconocidas tras aquellas exhibiciones. “Si hubiéramos estado juntos dos semanas más habríamos tenido bastantes problemas. Se percibía. Podías escuchar a menudo: ‘Jo macho!, solo he salido a pista 15 minutos’. ‘Chuck no me hace jugar lo suficiente’. Yo les decía siempre: ‘Y qué más da. Estamos ganando los partidos de más de 40 puntos. Maldita sea, pero acaso no veis que el mismísimo Michael Jordan juega solo 20 minutos’. Me alegro de que todo acabara cuando tenía que acabar”, contó Larry Bird en el libro ‘Dream Team’, de Jack McCallum. Pero para el común de los mortales, el recuerdo no tiene imperfecciones. “Ha sido un equipo majestuoso. Irrepetible”, sentenció Daly tras bajar del podio con el oro. “Se portaron y disfrutaron como niños”, completó su ayudante Kryzewski, actual seleccionador estadounidense al frente de otro equipo de ensueño que, 20 años después, vuelve a Barcelona, donde empezó la leyenda.

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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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