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Matrimonio de conveniencia

La mezcla de fútbol y olimpismo ha dado instantes memorables tras buscar una fórmula competitiva que ‘protegiera’ el Mundial

Jordi Quixano
Jordi Alba salta durante un entrenamiento de la selección española de fútbol con vistas a los Juegos de Londres
Jordi Alba salta durante un entrenamiento de la selección española de fútbol con vistas a los Juegos de Londresdavid moir (REUTERS)

Puso cara de malas pulgas Kobe Bryant, estrella de los Lakers y de Estados Unidos, para soltar una frase tan expresiva como lapidaria. “Eso es una estupidez”, replicó a un periodista que le trasladó la inquietud del comisionado de la NBA, David Stern, que había sugerido la posibilidad de que el baloncesto olímpico, a imagen y semejanza del fútbol, lo disputaran menores de 23 años. Días más tarde, desde Londres se deslizaba que la organización había reducido el aforo de los estadios de fútbol —unas 500.000 entradas— por la escasa demanda. El balompié es el único deporte rebajado en los Juegos porque no participan las selecciones absolutas. Así lo exigen los directivos de la FIFA, que no quieren estropear el magnetismo ni los beneficios económicos de los Mundiales, y así lo aprueba el COI, que reglamenta todos los derechos comerciales de los Juegos. Mañana comienza el torneo femenino. El jueves, el masculino. España debuta ese día ante Japón. La historia, sin embargo, viene de lejos.

Finales olímpicas del fútbol masculino

● Londres 1908: Reino Unido, 2; Dinamarca, 0.

● Estocolmo1912: Reino Unido, 4; Dinamarca, 2.

Amberes 1920: Bélgica, 2 ; Checoslovaquia, 0.

● París 1924: Uruguay, 3; Suiza, 0.

● Ámsterdam 1928: Uruguay, 2; Argentina,1.

● Berlín 1936: Italia, 2; Austria, 1.

● Londres 1948: Suecia, 3; Yugoslavia, 1.

● Helsinki 1952: Hungría, 2; Checoslovaquia, 0.

● Melbourne 1956: URSS, 1; Yugoslavia, 0.

● Roma 1960: Yugoslavia, 3: Dinamarca, 1

● Tokio 1964: Hungría, 2; Checoslovaquia, 1.

● México 1968: Hungría, 4; Bulgaria, 1.

● Múnich 1972: Polonia, 2; Hungría, 1.

● Montreal 1976: RDA, 3; Polonia, 1.

● Moscú 1980: Checoslovaquia, 1: RDA, 0.

● Los Ángeles 1984: Francia, 2; Brasil, 0.

● Seúl 1988: URSS, 2; Brasil, 1.

● Barcelona 1992: España, 3; Polonia, 2.

● Atlanta 1996: Nigeria, 3; Argentina, 2.

● Sidney 2000: Camerún, 2; España, 2.

● Atenas 2004: Argentina, 1; Paraguay, 0.

● Pekín 2008: Argentina, 1; Nigeria, 0.

1908-1936. ‘Amateurs’, garra uruguaya y bomberos suecos

El pistoletazo de salida al fútbol olímpico se dio el 19 de octubre de 1908, en Londres y ante 2.000 espectadores, con una goleada de Dinamarca a la selección B de Francia (9-0). Todavía se exportaba el juego por los continentes, por lo que a Reino Unido le alcanzó con un equipo amateur para ganar tanto en su capital como en Estocolmo 1912. Eran tiempos de irregularidades: en Amberes 1920, España ganó la plata en una repesca provocada por la retirada de Checoslovaquia en la final —consideró el arbitraje favorable a Bélgica— gracias a que Francia rechazó jugar el desempate con medio equipo ya en su país.

Un carguero que cruzó el Atlántico dos meses antes de que empezara París 1924 cambió la leyenda del fútbol olímpico. Allí estaba Uruguay, que expandió su reinado hasta Ámsterdam 1928 y que definió conceptos de hoy en día: nació la garra charrúa —jugaban tan al límite que Holanda pidió que se anulara su encuentro— y se descubrió la vuelta olímpica —la afición, que al principio se mofaba, acabó por aplaudir a esos extraños que se vieron obligados, en señal de agradecimiento, a recorrer el campo—. En 1930 se creó el primer Mundial FIFA y se redujo la trascendencia del fútbol en los Juegos hasta el punto de que en Los Ángeles 1932 se excluyó de la competición.

Readmitido el balompié en Berlín 1936 y bajo la sombra del nazismo, los Juegos se disputaron con Hitler en las gradas y con una Italia campeona finalmente, que festejaba con el saludo fascista. Un equipo que tiene el dudoso honor de silenciar al colegiado —al ponerle las manos en la boca y bajarle el brazo—, que no se atrevió a expulsar a Piccini, que lesionó a dos futbolistas de Estados Unidos. En Londres 1948, tras la Segunda Guerra Mundial, Suecia ofreció a los Juegos uno de sus mejores capítulos con el oro conquistado gracias a tres hermanos bomberos: Bertil, Knut y Gunnar, los Nordahl.

1952-1988. El auge del bloque soviético

Ya en 1948 se acordó la prohibición de citar a los jugadores profesionales. Así, desde Helsinki 1952, 23 de las 27 medallas siguientes fueron para países de Europa Oriental, que no permitían a sus futbolistas emigrar y configuraban equipos del Estado, en los que los jugadores cobraban como oficiales. En Helsinki nacieron Los Magiares Mágicos —el equipo de Kocsis, Puskas, Czibor…—, la Hungría que se nutría del Honved y que se inició con una trayectoria espléndida. En Melbourne 1956, ante la ausencia de Hungría por la invasión soviética, fue la URSS la que se llevó el laurel con Yashin bajo los palos. En Roma 1960, Yugoslavia conquistó al fin el oro después de tres finales consecutivas. Su triunfo quedó desteñido: alcanzó la semifinal y la final por decisión de una moneda. No había desempate.

Todos los bolcheviques hacían trampas para hacer equipos superpotentes" Valentín Mora

Se negó Italia a aceptar las normas en Tokio 1964 y quedó eliminada al incluir en el equipo a profesionales como Mazzola. “Nosotros éramos jóvenes y semiprofesionales con ganas de comernos el mundo”, recuerda Valentín Mora, que defendió a España en México 1968 y que por entonces jugaba en el filial del Barça en Tercera. Intercede Asensi, del Barcelona: “Todos los bolcheviques hacían trampas para hacer equipos superpotentes. Además, por entonces apenas se daban partidos por la televisión y la rumorología los hacía invencibles: que si se entrenaban en la nieve, que si tenían una disciplina militar…”. A lo que se suma Mora: “Los húngaros... Esos sí eran buenos”. Tanto que firmaron tres oros consecutivos (Tokio, México y Múnich 1972).

La evolución de los Juegos, sin embargo, definió al torneo como el mejor de los escaparates para las estrellas venideras. En Montreal 1976, Platini defendió a Francia, Arconada a España y Hugo Sánchez a México. Algo que se perdió en Moscú 1980, sobre todo por el boicoteo encabezado por Estados Unidos, y recuperado en Los Ángeles 1984, a pesar de la devolución soviética del rechazo, con jugadores como Klinsmann con Alemania, Baresi con Italia y Romario con Brasil. Por entonces, la FIFA entendió que el torneo no tenía el interés necesario y aceptó que todos los continentes menos Europa y América del Sur pudieran tener equipos profesionales. Algo que cambió en Barcelona.

1992-2008. Los sub-23

En Barcelona, España logró la primera medalla de oro. “Al principio, no se nos prestó atención porque no éramos la absoluta… ¡Ni conseguimos un patrocinador!”, recuerda Chapi Ferrer. España se impuso a todos los rivales. “Éramos jóvenes, pero, al igual que ahora, experimentados al jugar en grandes equipos”, rememora Alfonso Pérez. A pesar del buen nivel, la FIFA quiso dar una nueva vuelta de tuerca al añadir a tres futbolistas mayores de 23 años en Atlanta 1996. Justamente el torneo que encumbró a la primera selección africana, a la Nigeria de Kanú, y que aprobó la competición femenina sin restricciones.

“En Sidney 2000 se discutió si abolir la norma de los tres sub-23”, explica Iñaki Sáez, que llevó a España a la plata tras caer ante Camerún. No se tocó la norma y Argentina logró el oro en las dos últimas ediciones. El formato actual no desagrada. “Así representa aún más al espíritu olímpico, de gente que se inicia”, resalta Mora. “Es una buena solución intermedia, que gusta y que, hoy por hoy, lleva a grandes jugadores”, dice Sáez. Así, Brasil cuenta, por ejemplo, con Marcelo, Pato y Neymar; Uruguay tiene a Cavani y Luis Suárez; Reino Unido, a Giggs, y España, a tres recientes campeones de Europa: Jordi Alba, Javi Martínez y Mata. “Los chicos saben que tienen una oportunidad única”, dice Luis Milla, el seleccionador olímpico.

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