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Una España sin red

La delegación llega en medio de las grandes turbulencias económicas del país, con algunas disciplinas estancadas y agarrada a los deportes colectivos

José Sámano
Miembros de la delegación española, hoy en la Villa.
Miembros de la delegación española, hoy en la Villa.J. C. HIDALGO (EFE)

Nada como el espectáculo más universal del planeta define el mapa deportivo de cada país, con el sustrato que ello conlleva: su músculo financiero, su tejido social, sus políticas en la educación física, su capacidad imaginativa, su voluntarismo y fuerza de sacrificio… Con Londres como gran hermano del globo a partir de este viernes, España llega a la cita en medio de gravísimas turbulencias económicas, como un país al borde del colapso. Los Juegos Olímpicos no tendrán ningún reflejo en la prima de riesgo y otros indicadores del rescate o la intervención, pero sí pueden contribuir a aliviar el ánimo durante dos semanas. A falta de otros referentes, es el tiempo de los héroes del deporte, de los consagrados como Michael Phelps, Usain Bolt, LeBron James o Roger Federer, y también es el momento de los “otros”, de aquellos que se sacrifican en silencio en deportes casi clandestinos por una gloria que, en caso de llegar, puede resultar tan efímera como anónima. Es lo que propician unos Juegos, en los que conviven los que copan las portadas y los que llegan y se van de puntillas, sin alharacas, pero hinchados ante su propio espejo por haber alcanzado el gran objetivo de la participación. Un objetivo que, en momentos de zozobra, ya no es del todo suficiente. El deporte tiene su coste, y más, mucho más, en estos tiempos. Ello no supone que todo el que desfile en Londres se vea obligado a subir al podio, pero sí al menos pujante.

España, con 282 deportistas, cuatro menos que en Pekín 2008, parte con muchas dudas

España, con 282 deportistas, cuatro menos que en Pekín 2008, parte con muchas dudas. Por un lado, por su estancamiento en las tres grandes disciplinas sobre las que pivota la cartelera olímpica. En atletismo, la selección ha ido a la baja desde más de una década y ofrece síntomas inquietantes, destila un tufillo conformista, como si la beca que conduce a “Olimpia” fuera el único objetivo. Un dato elocuente al respecto: en Pekín, con 54 atletas en competición, solo 11 alcanzaron al menos la final. Y lo que es peor, solo María Vasco, en 20 kilómetros marcha, batió el récord nacional; la también marchadora Beatriz Pascual, en la misma distancia, fue la única en elevar la mejor marca de su carrera; y no pasaron de cinco los que igualaron o mejoraron su registro de la temporada. Todo un fiasco. Una cosa es la extraordinaria competencia en este deporte y otra la atonía y resignación. En la capital inglesa, España competirá con medio centenar de atletas y, en principio, con las mismas expectativas que en China. La revisión del modelo no se ha producido, como proclamaron los rectores de este deporte a la vuelta de Pekín, y, resultados al margen, el ‘caso Mullera’ ha revelado una vez más las singulares prácticas de esta federación, sin bridas si quiera para el Consejo Superior de Deportes.

La natación también dejó barbecho en Pekín, con cuatro finalistas de 47 participantes y apenas tres récords nacionales. En España, esta disciplina se maquilla con la sincronizada, pero en carrera no hay forma de que despegue, salvo aquellos como Aschwin Wildeboer, un satélite. Mireia Belmonte es la gran esperanza, pero no se atisba un despegue tras ella. En el caso de la gimnasia, la retirada de Gervasio Deferr, y la baja de Rafa Martínez, no presagian nada bueno.

A falta de otros referentes, es el tiempo de los héroes del deporte, como Michael Phelps, Usain Bolt, LeBron James o Roger Federer

Sin el tirón de la trinidad olímpica, España se agarra a sus deportes colectivos, con los que respiró en Pekín y a los que ahora se suma también con aspiraciones el fútbol. De la España de los ‘quijotes’ al tirón de los deportes de equipo, en los que subyace, en muchos casos, el andamiaje de los clubes. En los anteriores Juegos, en deportes colectivos España ocupó la cuarta posición, solo por detrás de Estados Unidos, China y Australia. No hubo potencia europea superior, si se toma para este baremo no solo el medallero, sino a los ocho finalistas. Es más, en categoría masculina, solo Estados Unidos estuvo por delante. En Londres, también retirado Joan Llaneras (ejemplo de ‘quijote’) y ausente Rafa Nadal, de nuevo las mejores bazas son los equipos, a excepción del ciclismo, desgajado el ciclismo por las bajas de Samuel Sánchez, Óscar Freire y Alberto Contador. Una señal de que las estructuras federativas no se sostienen del todo sin el empuje de los clubes y sus caladeros, pero estos cada vez tienen más difícil su supervivencia, ya sea en el fútbol, el baloncesto o el balonmano. Otra evidencia de que el modelo perpetuado desde Barcelona 92 precisa ya de un repaso.

Con este cesto, el verdadero reto español debiera ser el máximo de competitividad. España, con su constelación de estrellas internacionales, ha elevado el listón y, aunque no todas las disciplinas se pueden medir por igual, sus deportistas deben alcanzar las finales. En tiempos de penurias, con los ‘ados’ a la baja (RTVE estaba al frente), hay que multiplicar las exigencias. Desde 1992, el mejor registro en cuanto al porcentaje de finalistas respecto al número de participantes se alcanzó en Atenas 2004 (un 32,8%). Ese es el podio a superar. Si, por el camino, se baten las 22 medallas de Barcelona, mejor aún. España ya no tiene el abrigo del mecenazgo enraizado en el 92 y, sin el trono de Juan Antonio Samaranch, tampoco tiene alturas en la gestión internacional. Ya no hay red, ni dinero para excesos.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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