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El incómodo silencio galés

La negativa a cantar el ‘God Save the Queen’ de diversos deportistas de Gran Bretaña, entre ellos Giggs, escuece en el Reino Unido

Alejandro Ciriza
Giggs, durante el primer partido de la selección británica en los Juegos.
Giggs, durante el primer partido de la selección británica en los Juegos.Julian Finney (Getty)

Imperturbable, con el brazalete de capitán engarzado al brazo izquierdo y la mirada clavada en el tendido. El rostro hierático de Ryan Giggs mientras retumbaban los acordes del God Save the Queen (Dios Salve a la Reina), el himno nacional británico, ha escocido sobremanera entre la opinión pública, que atiende como una afrenta la indiferencia exhibida por el futbolista del Manchester United ante la melodía por antonomasia en el Reino Unido, uno de sus símbolos de mayor expresión identitaria. Giggs, galés, no entonó el cántico ni en los prolegómenos del estreno de Gran Bretaña contra Senegal, ni en el segundo envite frente a los Emiratos Árabes, en el que abrió el marcador del partido con un testarazo cruzado. Tampoco lo hicieron sus compatriotas Bellamy, Allen y Taylor, reclutados igualmente por el técnico Stuart Pearce para los Juegos. “Cantar el himno o no es una cuestión personal”, argumenta el seleccionador, pese a que en el protocolo del Comité Olímpico Británico figure la recomendación de hacerlo.

Estoy orgulloso de ser galés, pero los Juegos son una ocasión única" Ryan Giggs, capitán de la selección británica de fútbol

“Estoy muy orgulloso de ser galés”, defiende sin remilgos Giggs, a punto de cumplir 39 años, comprometido con el fútbol de Los Dragones -vistió su camiseta desde 1991 a 2007-, pese a que tuviera un ligero escarceo con la selección inglesa cuando todavía iba al colegio, con 14 años. Respetado e idolatrado en las Islas Británicas -ostenta la Orden del Imperio-, contempla ahora, después de una extraordinaria carrera aderezada de títulos, una excelente posibilidad de sellar su expediente con unos Juegos, aunque para ello tenga que portar la bandera unionista en la zamarra. “Nunca he podido jugar un gran torneo de selecciones. Es una magnífica ocasión. Soy afortunado de poder disfrutar de esta experiencia”, arguye. Su silencio y el de sus compañeros, sin embargo, es percibido como una herejía por los sectores más reaccionarios y tildado de “vergonzoso” por algunos tabloides. Las críticas arrecian, incluso, desde otros deportistas de las islas. “Es triste competir bajo la bandera británica si no te sientes británico”, objeta la lanzadora de jabalina Fatima Withbread.

Giggs, junto al meta Butland, durante el himno británico en el partido contra Senegal.
Giggs, junto al meta Butland, durante el himno británico en el partido contra Senegal.CAPTURA TELEVISIVA

Trasquilado sale también Craig Bellamy, autor del gol contra Senegal y cuyo apego a Gales quedó patente hace dos años, cuando firmó por el Cardiff City desoyendo suculentas propuestas de la Premier. “Su silencio es una desgracia”, apuntan desde algunos foros de internet, todo un avispero. Joe Allen, futbolista del Swansea y orgulloso de su galés fluido, es otro objetivo de los reproches. No se los hizo él a la organización de la cita olímpica, que en su programa oficial le adjudicaba la nacionalidad inglesa y tuvo que pedir disculpas y reeditar miles de programas.

La polémica, no obstante, no planea solo sobre el fútbol masculino. En el conjunto femenino, las escocesas Ifeoma Dieke y Kim Little no abrieron la boca. “Soy escocesa. Estoy encantada de representar a Escocia en el equipo de Gran Bretaña”, señalaba esta última en una entrevista concedida a la BBC. Su abuelo William, independentista y votante del Scottish National Party (el Partido Nacionalista Escocés), le respalda. “Es el himno inglés, no el nuestro”, esgrime.

Intenta capear el temporal la Asociación Olímpica Británica (BOA), cuyo equipo de fútbol no participaba en unos Juegos desde que lo hiciese en Roma 1960. Logró desbloquear a finales de 2011 el conato insurgente de las federaciones de Escocia, Gales e Irlanda del Norte, reticentes a ceder a sus jugadores y que compiten de forma independiente en el panorama internacional. Pero, solucionada la revuelta y armado el equipo, la polvareda no quedó solo en el fútbol. También trascendió a otras disciplinas como el atletismo.

Si mis atletas no se saben el himno, tendrán que aprenderse la letra" Van Commenee, preparador del equipo británico de atletismo

Alertado porque algunos de sus atletas desconocían la letra del God Save the Queen, el preparador británico, Charles Van Commenee, aseguraba a unas pocas semanas del inicio de los Juegos: “Si no se la saben, se la sabrán. No voy a ensayar con todo el mundo porque tengo 90 deportistas, pero sí con los más importantes”. Van Commenee, holandés, admite que apenas sabe recitar las dos primeras líneas. Sus palabras aludían, entre otras, a Tiffany Porter. Nacida en Estados Unidos, pero de madre británica y padre nigeriano, la vallista ha sido acusada por muchos de ser una plastic brit (británicos de plástico), denominación despectiva que reciben en el Reino Unido los deportistas que se nacionalizan para obtener beneficios económicos o facilitar su acceso a unos Juegos. Un caso similar al de Yamile Aldama, de origen cubano, que en Atenas 2004 compitió por Sudán y ahora lo hará en las filas británicas. Su mutismo, como el de Giggs, como el de otros, incomoda a los feligreses de la Reina Madre.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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