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El líder es Julen

Aginagalde, nexo de conexión de la selección de balonmano y DJ del vestuario, brilla al fin contra Corea del Sur

Julen Aginagalde, ante Corea del Sur
Julen Aginagalde, ante Corea del SurJAVIER SORIANO (AFP)

Apareció Julen Aginagalde (Irún, 1982) y ganó España a Corea del Sur, camino de los cruces, camino de la final por la que sueñan y trabajan los chicos de Valero Rivera. Cinco goles del irundarra, muy suyos, propios de quien es señalado como el mejor pivote del mundo. Le encontró el equipo, y no era fácil, porque la defensa de los coreanos alejó las líneas de pase, pero con esas manos que son como zarpas agarró el balón y lo dejó dentro de la portería coreana con esa habilidad y elegancia que le caracteriza. “Es un placer verle jugar, un espectáculo”, dice Rivera, entregado a la grandeza de un jugador que está siendo maltratado.

Julen es “tan vasco que es dos veces vasco”,  según su amigo y paisano Javier Fernández

“Si vuelves a ver el vídeo de Dinamarca, es vergonzoso como lo pararon”, se lamentan todavía los españoles. Ayer, el rival actuó conforme a la ley y como suele decir Valero, cuando eso sucede, cuando los árbitros pitan lo que sucede, a Julen no se le para. Jugó España y jugó Julen. Y por la noche, lo celebraron todos en el restaurante de la Casa de España. Y ahí estaba él, que se ha ganado en Londres 2012, en sus primeros Juegos, que sus compañeros le llamen “líder”.

A Julen, “tan vasco que es dos veces vasco”, según su amigo y paisano Javier Fernández, el jefe de prensa de la selección, guipuzcoanos y de la Real Sociedad los dos, si algo le gusta es comer y nada le sienta mal. Por eso, la noche antes de los partidos, suele cenar arroz a la cubana con salchichas, un hábito al que ha tenido que renunciar en estos juegos. “Es una costumbre que estoy perdiendo, con tanto viaje y concentraciones”, lamenta. “Soy de engordar fácil, pero me cuido: plátano y café por la mañana, como pasta y ceno pollo”. Tiempo tendrá de pasarse por el Tino en Irún a zampar su tortilla de patata favorita.

“Julen es puro corazón y vital para el equipo. Es el mejor del mundo, aunque los árbitros le tienen martirizado, es imparable. Tiene unas piernas que parecen dos columnas jónicas”, asegura Víctor Tomás, que se arranca: “Es el mejor, nuestro líder, ¡el rey!”. “Le estamos vacilando mucho con eso de que es nuestro líder, porque el otro día, contra Serbia, jugó de central”, explica Cristian Ugalde. “¡Es todo un personaje, un fenómeno! Te mueres de la risa con él”, tercia Albert Rocas. “Un tío que tiene carisma, le conozco desde que éramos júniors, ya era el capitán y siempre ha sido de bromas, de buen rollo, de grupo, de equipo”, dice uno de sus socios a la hora de liarla, el extremo de Palafrugell. Rocas también lamenta la permisibilidad arbitral en estos Juegos para frenarle. “Hay veces que no le dejan jugar, pero para nosotros es muy importante. Es un pilar fundamental del ataque”.

“Es un tío impresionante. Siempre está haciendo bromas, sonriendo. Lo mejor es que las encaja muy bien”, insiste Ugalde. “Julen es el abanderado del buen rollo que tiene este grupo, donde funciona como nexo de cohesión”, afirman en el cuerpo técnico, donde se agradece “su contagioso positivismo” y el hecho de que cuide como cuida a los mas jóvenes. “Es su protector”, cuentan. “En los golpes francos, Julen es el mejor del mundo. A ver si le respetan más. Le conozco desde los 14 años y es algo espectacular. Lo demuestra cuando le dejan”.

“Si vuelves a ver el vídeo de Dinamarca, es vergonzoso como lo pararon”, se lamentan todavía los españoles

“Eso va como va”, zanja Aginagalde. “Lo tengo asumido, así que, por acostumbrado, ya ni me quejo. Hay que intentar ser fuerte y seguir en el camino porque forma parte de mi trabajo”, dice. Antes que los golpes, que le están diezmando, lamenta que se juegue fuera del reglamento: “La línea de seis metros está para algo, ¿no?”, se pregunta.

Julen Aginagalde, hubiera sido remero, seguramente, que siempre le tentó el tema, pero tener al hermano mayor, Gurutz, jugando de portero le marcó el camino. En el fondo, la culpa de que esté en los Juegos la tuvo una profesora de gimnasia de su ikastola, que le vio posibilidades al hermano y le apuntó a unas pruebas en el Bidasoa. A rebufo fue el pequeño, que también le siguió con los estudios: se apuntó a ingeniería mecánica por seguir a Gurutz, pero no le gustaba nada, así que lo dejó pronto y se dedicó en cuerpo y alma al balonmano. Empezó jugando en primera línea, aunque siempre le gustó meterse en la pelea, así que se fijó mucho en Oleg Kisselev -ahora admira al francés Karabatic- y obró en consecuencia. “Tiene un talento natural para esa posición y define de manera espectacular”, dice Hombrados.

Mientras, cuenta las horas que le faltan para volver a jugar con Unai, su hijo de dos años, el primero que le ha dado Ainara, su mujer. “Si llegamos lejos, vendrán con mis padres”, avisa. Y se le iluminan los ojos pensando en clasificarse para la primera final en unos Juegos Olímpicos.

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